La
droga que mató a David
Foster Wallace es
la droga que da la vida a la generación de escritores que ahora le
sucede. Estoy hablando de la monotonía. De la depresión. Del Xanax.
Estoy hablando de esa clase de medicación que fatalmente recetada le
empujó a acabar con sus días; y a esa medicación, la
misma,
que los poetas y narradores veinteañeros de Estados Unidos guardan
en sus bolsillos como si fueran golosinas. Yo nunca había probado el
Xanax hasta que Tao
Lin y Megan
Boyle vinieron
a España hace dos años. Estábamos en la piscina del edificio de
los padres de mi novio, sufriendo una gran resaca y casi sin haber
dormido cuando Megan abrió una cajita, sacó un trozo verdoso de
pastilla y me invitó: chupa.
Lo cierto es que sentí poco. O apenas nada. Quizá el relax de la
tarde, del sol, un masaje en el cerebro y aquel sabor asqueroso de la
pastilla. Así
que esto es el Xanax,
pensé. Este
es el “no sentir” del que tantos escritores a los que adoro
hablan.
Fue esa tarde en la piscina, después de saltar un par de veces,
salpicar otras tantas y quemarnos las piernas y la espalda, cuando
Tao Lin se levantó de la hierba con el MacBook en la mano y anunció
que acababa de recibir una gran oferta para publicar su próxima
novela en Random House. 50.000 dólares, nada más y nada menos:
un wow surgió
de nosotros a modo de celebración; colocados entonces por la droga
que mató a nuestro novelista preferido, y también por la joven
brisa veraniega que en aquella piscina de Pacífico se respiraba.
31 mayo 2013
Tai/pei/Tao/Lin.
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28 mayo 2013
El templo de los perros.
Hace unos meses estuve en Almería leyendo poemas nuevos en el Mirador de las Mariposas. Poemas que pertenecen a mi nuevo proyecto en marcha y que aún necesitan tiempo y corrección. De todos los que leí decidí descartar uno en la última revisión del manuscrito. Lo eliminé del poemario porque me parecía demasiado personal, plagado de referencias que sólo un lector muy familiar podría comprender, pero que en aquel momento, en Almería, sí tenía sentido que fuera recitado.
Hoy he decidido recuperar el texto porque lo necesito. Porque un gran amigo (que sí lo hubiera entendido) se ha ido de este mundo, y es la única manera que tengo de decirle adiós. Seguramente no lo conozcáis, pero él me acompañó en momentos decisivos de mi vida, como por ejemplo aquella tarde de Capileira de 2004 en la que comencé mi primer diario...
El pequeño texto, pues, se lo dedico a él, Drac, pero también a Laia, Ángel y Teresa, con un fuerte abrazo.
EL
FALSO ENTIERRO DE LULA
Podría
escribir un bello poema anunciando que “he visto los ojos de la
muerte y eran hermosos” pero todos sabríamos que miento. No más
poemas nocturnos, no más odas a la muerte de Robin, a la muerte de
Harpo, a la muerte de Sansón, no más. Podría también aseguraros
que he visto los ojos de la vida y se parecían tanto a la muerte que
ya no supe a qué mascota pertenecían. Qué oraciones tan largas
para unos cuerpos tan pequeños. Qué funerales tan tibios para unos
seres vulgares. Cómo se pavonea el poeta ante las tumbas. Cuánto
nos miente.
26 mayo 2013
Escribir desde el estómago (IV).
Dos esponjas rosadas. El corazón de tamaño similar a una fresa. Alberto ha visto antes, sin duda en las carnicerías de su ciudad natal, corderos despellejados y enviscerados. Mujeres con el rostro espolvoreado de sangre mineral despedazando grandes bultos de vaca. Su propia madre destripaba pestilentes anguilas semejantes a negros intestinos convulsos que él y su tío habían arrancado, como muelas cariadas, de la tenebrosas y putrefactas entrañas del estuario. Un campesino grueso y mugriento acuchillando un cerdo y recogiendo su sangre en un cubo de plástico azul que unos niños en pantalones cortos revolvían con un palo. Las avispas comiéndoselo todo: carne, sangre, pescado, dulces de membrillo, flores. Asistió, por supuesto, durante los últimos cursos en la facultad de medicina, a un sinnúmero de intervenciones quirúrgicas; incluso ha visto morir a pacientes en la mesa de operaciones -pero de algún modo que no acierta a explicar, esta imagen le resulta más cruel; más repugnante. No es lo mismo alimentarse de entrañas que inyectárselas, aunque procedan de un insólito pharmakon nonato.
Germán Sierra
25 mayo 2013
Del asco a la elegancia en Aleksandra Waliszewska.
Aleksandra W.
Mi carne (además de muy blanca) es débil, y cuando veo ciertas cosas no puedo evitar querer poseerlas. Me refiero a los libros (atentos al enlace que subió ayer Nórdica a su FB). Al papel. A las imágenes que me inyectan los ojos en sangre (o en leche negra).Porque hace un mes estuvo en Barcelona mi querida Power Paola y durante la cena me habló de algo fabuloso, del colectivo United Dead Artist de Stéphane Blanquet. Una pequeña editorial francesa que en su catálogo guarda a algunos de los artistas contemporáneos más oscuros y fascinantes que conozco: Charles Burns, Loulou Picasso o la enorme Aleksandra Waliszewska (cuyas ilustraciones pueblan, como quizá habréis visto, esta vida desde hace unos años).
Precisamente acabo de comprar (y cruzo los dedos para que llegue correctamente porque a veces el Paypal es traicionero) el libro que Aleksandra publicó con ellos en 2012: The horse with no name is a horse with no shame: una antología de pequeñas atrocidades, oscuridades, animalitos muertos y niñas mutiladas que consiguen arrojar belleza sobre la misma crueldad que retratan. Quien no conozca su trabajo (cada vez, por cierto, más premiado y reconocido), puede adentrarse en este Tumblr: http://waliszewska.tumblr.com/.
La directora Athina Rachel Tsangari también se considera devota de Aleksandra y lo demostró el año pasado con el estreno de su película The Capsule, basada en algunos de los cuadros de la artista polaca. Sólo el trailer es una pasada... No puedo dejar de mirarlo:
24 mayo 2013
Guarradas.
Ya no mola ser bonita, ni
ser deseada, ni mucho menos presumir de follar. Lo que mola cuando
uno termina Zonas húmedas de Charlotte Roche (Anagrama, 2009)
es haber sido capaz de reírse del sufrimiento propio, del mal olor
propio, de la propia estupidez. Porque Zonas húmedas no es un
libro sobre sexo adolescente sino una biografía del sufrimiento a
través de la historia de una chavala de dieciocho años que está
bastante mal de la cabeza, y a la que encima le gusta estarlo. A
pesar de las innumerables escenas “pornográficas” que
encontramos a lo largo del libro, lo que Helen nos está pidiendo
realmente es que le hagamos caso. Que la miremos. Que ayudemos a que
sus padres vuelvan a hablarse. Que, por favor, le concedamos nuestro
cariño.
Algo parecido le ocurre a
Madison, la protagonista de Condenada, de Chuck Palahniuk
(Literatura Mondadori, 2013). Ella, al contrario que Helen, es
completamente virgen, pero mantiene una relación con sus padres muy
similar: no están divorciados pero pasan de ella y sólo se centran
en sí mismos, sin darse cuenta de que su hija preadolescente está
enfrentándose a cosas terribles... tan terribles que le llevarán a
la muerte. Y será precisamente desde la muerte -desde un peculiar,
surrealista y asqueroso infierno- desde donde Madison nos hablará.
Helen desde el hospital,
Madison desde el inframundo. Ambas con ese lenguaje guarro y
detestable. Con esa mente sucia e incluso bastante masculina. Gracias
a la primera encontraremos pelos, menstruaciones y anos operados.
Gracias a la segunda encontraremos violencia infantil, drogas y
lugares hediondos. El libro de Roche me gustó mucho al principio,
pero me pareció que perdía bastante fuerza a partir de la mitad y
estuve a punto de abandonarlo. El libro de Palahniuk me hizo reír a
carcajada limpia y creo que a quien le guste mucho este autor,
Condenada le parecerá una de sus mejores y más locas
maravillas.
Y bueno. Eso es todo.
Feliz viernes.
19 mayo 2013
La libertad no se come.
La libertad no se come.
AD Miller
Your voice is like flowers. Talk to me.
Kendra Yee
(A modo de diario de domingo)
1.
Batidora nueva. Moldeo en silencio los restos de la comida.
2.
Él ya está aquí. La lluvia ya está aquí. Él ya está aquí con la lluvia o viceversa.
3.
Limpiar el culo al gato.
4.
Necrobiosis lipoídica te tengo fuera y te tengo dentro. Un día mancharás las paredes. Otro día sabremos acariciarte.
5.
Mi padre posee un huerto. Háblame.
17 mayo 2013
Mala sangre: un poema o un cuento.
Unas notas a propósito del fin del mundo, pertenecientes a La tumba del marinero, que podéis leer pinchando aquí gracias a la generosidad de El Boomeran(g) y, como siempre, a mis queridas editoras de La Bella Varsovia.
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16 mayo 2013
Jóvenes sin futuro, les habla su capitán.
Conocía a Ricardo Limassol (México, 1987) de las redes sociales y ayer me llegó su primer libro, editado por una editorial independiente llamada Juan Malasuerte. El libro se titula Jóvenes sin futuro, les habla su capitán, y es una maravilla: un catálogo de lo que podrían ser pequeños manifiestos, declaraciones de intenciones y odas a esta complicada generación nuestra. El poeta habla de tú a tú. El poeta no es poeta sino capitán. El capitán tiene un ejército de otros poetas, uno cojo, otro tuerto, otro pobre, pero todos hermosos. Todos los hombres y todas las mujeres hermosas de este tiempo que compartimos enfermos, obsesos, drogados... Además este libro se puede leer online, así que no os lo perdáis. Sigamos la pista al gran Limassol. Jóvenes sin futuro: hoy él nos guía.
13 mayo 2013
Dibujos animados.
Aleksandra Waliszewska
Un metro de entrañas para medir nuestras opciones.
René Char
(A modo de diario)
Nos
obligaron a nombrar los planetas. A señalarlos de memoria en el
esquema ondulado del sistema solar. Sabíamos planetas y sabíamos
órganos. Una vez nos olvidamos de Júpiter. Otra vez nos olvidamos
del Páncreas.
*
¿Has
visto? Está llorando el perro del vecino y a nadie le preocupa.
¿Tes
has dado cuenta? En este capítulo el Pato Donald come pavo por
Navidad y a nadie le espanta.
*
Aliño
con mi sangre una ensalada de frutas.
Aparto
cadáveres con elegancia.
*
Nos
obligaron a comernos los planetas. A señalarlos con gula y ansiedad.
Deseábamos planetas y deseábamos órganos. Una vez amamantamos sin
leche. Otra vez amanecimos sin máscara.
11 mayo 2013
¿Cómo sé que ya no existo?
The house smells like meat.
My hair smells like meat.
Rachel Zucker
Intento comprender dónde estoy. Tal vez mis pensamientos no estén del todo claros en este momento. Creo que simplemente tengo que seguir pensando.
Pensar consiste en procesar la información que reciben nuestros sentidos.
¿A quién le importa? Estoy cómodo.
¿Cómo sé que ya no existo?
Socrates Adams
(No sé si recordáis El árbol de mi ventana. Pero hoy lo miro de nuevo mientras la paz sádica, mientras la vida carne.)
08 mayo 2013
15 razones para leer a Joyce Mansour.
He seleccionado quince citas de Gritos, Desgarraduras y Rapaces de Joyce Mansour (Igitur, 2009) que me resultan motivo suficiente para que se convierta (si es que no lo era ya) en una de nuestras autoras de cabecera. Por su belleza, por su crueldad, por sus imágenes lúcidas y sangrientas. Su vos es un músculo inflamado que asusta y deslumbra. Atentos:
*
No comáis los niños de los otros
Pues su carne se pudriría en vuestras
bocas repletas.
No comáis las flores del verano
Pues su savia es la sangre de los niños
crucificados.
No comáis el pan negro de los pobres
Pues está fecundado por sus lágrimas
ácidas
Y echaría raíces en vuestros largos
cuerpos.
No comáis a fin de que vuestros
cuerpos se marchiten y mueran
Haciendo germinar sobre la tierra en
luto
El otoño.
*
Tu cabeza separada de tu cuello cortado
Es el comienzo de la eternidad.
*
Animales que amamos abrazamos y en su
cama asfixiamos
Animales sin familia mas con cariño
enterrados
Ese mundo cruel de afectos comprados.
*
He visto cómo te embriagas con el rico
olor de los mataderos
Llena la boca de sangre
Plenos los ojos de sueño
*
Islas de las enfermedades
Con leprosos como loros
Mar de silencio helado por el elocuente
reloj de la vejez
Gritos de una joven perra descuartizada
El hospital vela por sus muertos-vivos
no nacidos.
*
Fiebre tu sexo es un cangrejo
Fiebre los gatos se alimentan de tus
tetas verdes
*
Mi risa vuela alto
Más aún que los sombreros de los
cardenales
Más alto que la esperanza.
Mis senos sonríen cuando el sol brilla
A pesar de mis vestidos a pesar de mi
marido
Soy feliz fea como soy
Porque los buitres me quieren
Y Dios también.
*
Sucedió al principio.
El primer poeta orinó su amor
*
Me he comido los ojos de tu yegua
preferida
Durante mi parto
Y mi niño ha muerto cuando al mundo
venía
De ahí sus relinchos.
*
La muerte es una margarita que duerme.
*
Y cuando he buscado su rostro en el
cielo
El sol celoso ha ocupado mis ojos
*
Mezclo mi aliento con la sangre de los
búhos
Y el latido de mi corazón aumenta
Con el de los locos
*
Es preciso que bese tus pies antes de
darme al mundo
Es preciso que pecador yo peque hasta
la bestialidad
Para olvidarme de todo para recomenzar
todo
Para aprender a esperar
*
Tentáculos que aprietan con más
fuerza que una enfermedad.
*
Caeré como una hoja
Sola digna y sin maquillaje
Joyce Mansour
06 mayo 2013
05 mayo 2013
«Huelo animales vivos, animales muertos.»
Ayer soñé que era amiga de una pantera. Jugamos como hermanas.
Como todas las hermanas que perdí.
Noelia Rivero
Comer un ojo en un huevo
Un caballo o un ciervo
Un cerebro blando saludable
Un violín un perro pachón
Comer por comer
Atragantarse de carne
Restregar su ano en un fanal de mofetas
Comer para morir de un sollozo de sangre
Alimentarse para impedir que otros
Os coman
Joyce Mansour
(Lista sin sentido)
1.
¿Has bajado ya? Le pregunto. ¿Has bajado ya? Le pregunto ¿Has bajado ya?
2.
Y tengo los dedos morados, malditas lancetas. Sois ásperas como espinas pero no os parecéis a las flores.
3.
Amor. Te equivocaste en el supermercado y compraste croquetas de pernil. ¿Qué hacemos ahora con esos cuerpecitos machacados? Nos están mirando.
4.
Leche de cabra y un poco de lavanda. Equinácea. Espliego. Cromo y un poco de canela. No se van. Nos están mirando.
5.
El corrector me advierte en rojo de que no existe la palabra "hiperglucemia". Y tú qué sabes. Y tú qué sabes.
03 mayo 2013
Desbordar (3 de 3): Al-amin Emran.
Siempre me he preguntado, ¿qué pasa en Francia? ¿Por qué es tan difícil encontrar lo que están haciendo los poetas más jóvenes? Desde que abrí Tenían veinte años y estaban locos, encontrar estas nuevas voces ha sido una de mis mayores obsesiones. Más allá de Lysiane Rakotoson o de Irène Gayraud, pocas cosas aparecían ante mis ojos que realmente merecieran la pena. Pero de pronto llegó mi colega Arturo Sánchez y me dijo que leyera a Al-amin Emran (París, 1989), un autor de esos que como el propio Sánchez o nuestro querido Meza, también presenta una poesía desbordante. Emran es de París, dije, pero también ha vivido en Droma, Ardecha, Vaucluse y Rabat. Actualmente cursa un máster de letras modernas en la Sorbonne-Nouvelle, y trabaja sobre El culto del yo, de Maurice Barrès. Desde hace años escribe una novela, y desde hace no tanto decidió dedicarse a la poesía. Es este rasgo narrativo el que hace tan particulares sus versos. Quiero agradecer al autor haber querido cedernos este texto, y quiero agradecer a Arturo Sánchez el descubrimiento, y también la traducción de este complicado y magnífico poema. Ojalá lo disfrutéis tanto como yo. Ojalá os haya gustado este pequeño y tan especial ciclo:
*
PECADO
DE ABRIL
Y
EL SUPLICIO DE LA PRIMAVERA
Abril
apesadumbrado mamaba de la teta del Tiempo cuando una voz ventosa se
levantó. Estos ululatos de una estación perentoria y contra la cual
rezongábamos antaño no sin terror se ahogaron en la extensión del
bosque desierto.
Los
meses alimentados en deshilo se resfriaban.
Octubre,
con un puro en los labios, se peinaba los amorosos bigotes humeantes
que le salían de las narinas, y acto seguido declaró la pilosidad
propicia a un ramo de barbas. El asentimiento del conciliábulo
formado por seis personificaciones evaluando la candidatura fue
unánime. Muchas eran las que, vecinas cercanas, escupiendo hojas en
abundancia, derramaban de una a otra sus brumas purpurescentes y
respectivas.
El
petricor de las tormentas de verano llenaba la atmósfera de un vasto
olor de prurito, hasta tal punto que los contornos, al ceder bajo
ciertas podredumbres, curvas y líneas que de costumbre separan
distintos objetos del mundo, parecían esparcirse como una coloración
fallida.
Y
a Julio, en cuclillas cerca de un ciprés, cebado de palabras harto
elocuentes y licorosas, le dio un hipo acerado si bien húmedo.
Bajo
el efecto de la nube mancillada por su desaparición, el sol revestía
lentamente una palidez ovoide y que, cual cortina, caía entre la
turba de árboles; un esguín, cuyas escamas tintinearon, reanimando
así el alumbrado tórpido, desbordando del ondeo de la orina en
silencio, enlazaba el hilillo serpenteante de mocos que vertía la
uretra de Noviembre.
Hubo
quien farfulló que individuos en manga corta deambulaban
impunemente.
El
grasiento Octubre eructó su risa.
Tanto
le alborozaba este discurso que cada embocadura de su cuerpo exudaba
cataratas de grasa y saliva.
Aquellos
que de la naturaleza conservaban una imagen dulce se pusieron a
vomitar de inmediato. Los más retorcidos, rojas sus mejillas
impúdicas, cenaban una mezcla de llamas que aspiraban en estado
sólido, clamando:
“¡Regurgito
en tu plato para honorar tu invitación!”
(Esta
mixtura que les drogaba fue suministrada por una firma mundialista
que manipula, en abismales laboratorios, toda sustancia de
un punto de vista genético.)
Y
los supervivientes, blanco de todas las mofas, – tratados a veces
de viejos gilipollas
– pusieron sobre el río estancado que meaban las lenguas sus ojos
rebosantes de combates.
Las
sombras desaparecieron juntas.
Un
astro, torvo polluelo en una pupila blanca, cavaba por consejo de las
hayas (muertos cuyas ramas los huesos parecían) un claro humano.
La
cena cuajaba con presteza cuando una serpiente peluda pasó, rozando
a ciempiés y lombrices.
Este
tótem empapado en negrura celeste se abismó en el vientre del
Tiempo mientras Abril mamaba. Y unas arrugas mínimas como seis
pestañas de ancestro nadaron sobre la protuberancia ballena que un
esfuerzo de succión consumía.
El
nivel de tierra disminuyó.
Cuando
se hubo tragado mil estratos vivos enteros, una ovación total se
elevó del gran festín que, cual defecación, tensó tendones y
nervios.
Seguidamente
fueron amasados sobre un tocón sus derrames bronceados.
No
lejos de una pastelería,
dos homúnculos se destripaban. Sus congéneres caídos de los sauces
chillaban como mangos maduros. De vez en cuando alguien increpaba
este comportamiento retrógrado, acusando a la cerveza o a la brisa.
Finalmente, al salir volando uno de ellos con una máquina, la gente
gritó: “Es un profeta!” – y estos tipos enclenques y tuertos,
a menudo faltos de dedos, aplaudieron frente a los oradores que
blandían carteles.
Solo
Octubre, que seguía expulsando a ritmo lento circularidades
humeantes, brillándole un ojo bajo la superficie líquida, manoseaba
con indolencia su sotana de grasa.
Algo
sin embargo cosquilleaba su quietud. A lo lejos, en el remanente de
vegetación que les rodeaba, daba botes una silueta. Cuando ambas
criaturas se encontraron a una distancia apropiada, el desconocido
profirió un “buenos días” de una cortesía y de una dulzura
extremas. Joven galán atlético, Primavera enarbolaba una corona de
flores de rododendro.
Octubre
no se movía.
Sin
pronunciar palabra – también algo sorprendido – observaba al
visitante, tal vez imaginando paciente un postre potencial, en
cualquier caso listo para saltar sobre esta confianza que venía
ofreciéndose.
“¿Y
se puede saber quién eres tú?”
“Habiendo
dormitado después de un banquete, me desperté solo. Primero tuve
miedo, pero pronto me adapté al desastre inédito que reinaba frente
a mí, pues estoy ávido de nuevas
sensaciones. Este país
donde paseo me parece bueno. ¡Introdúceme entre tus gentes!”
Lentos
regueros rosados brotaron en exceso del cuello cortado.
Oh
mermelada de amor… ¡Gran bote hirviente de confitura! ¡Tus
hermosos gluglús y tu marmita colmaron a Octubre de placer!
Luego,
habiendo temblado un instante como tiemblan las robustas ovejas
degolladas que vuelven a levantarse tras la decapitación, Primavera
avanzó hacia la parte caída de su individuo.
Pero
Abril, ultrajado, abandonó los muslos de su madre, recogió ese
tesoro y se lo tendió; seguidamente asesinaron – comenzando por la
frontera donde se sitúa el abismo anal – al Tiempo, flor que
abrieron como quien separa un gajo de naranja.
Y
el bebé hábil y el cefalóforo partieron silbando hacia el
horizonte arbolado.
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