Apollonia Saintclair
Queridos amigos,
como algunos ya sabréis, el pasado jueves por la mañana
anuncié aquí en mi blog y en mis redes sociales la publicación de
mi nuevo libro. Un pequeño recopilatorio de artículos, ficciones, fragmentos de diario y
entrevistas a propósito del tema del autoplacer femenino.
Como distintos medios digitales y blogs se han hecho ya eco
de la noticia, quizá también sepáis por
El Confidencial,
Verne,
El Español,
Ara,
Telecinco,
Estandarte,
Negratinta,
ElComercio (Perú) o
ActuaLitté (Francia) que pocos minutos después de anunciar la
publicación y explicar su contenido en Facebook, esta empresa me anunció que me
habían denunciado por mal comportamiento, y que mi cuenta había sido
desactivada por precaución.
De pronto, por hablar de masturbación, autoplacer
u onanismo, me había convertido en alguien “peligroso”.
La propuesta de Facebook no es tan sorprendente:
es cierto que está en sus estrictas normas el favorecer una comunicación “limpia” y “no obscena”.
¿Pero
de verdad es obscena la divulgación cultural sobre un tema tan humano como el
autoplacer?
¿Qué puede tener eso de dañino?
Lo que también me espantó es que alguien de entre mis contactos —personas que, entiendo, me siguen porque tenemos algo en común, o
porque les gusta ver los artículos, poemas, fotos que comparto— pudiera denunciarme
sabiendo que las consecuencias podrían ser esas: privarme de mi cuenta, una
cuenta que mantengo desde hace casi 8 años, y en la que, entre otras cosas,
guardaba fotos, links y otros recuerdos bonitos.
Pero bueno, así es como se desarrolló la mañana.
Mi “Dedo” y
la portada de Capitán Swing debieron molestar mucho a alguien, y los filtros de
Facebook y sus alarmas saltaron. Sin embargo, yo tenía la esperanza de que en
un tiempo determinado —que según tengo entendido podría ir de entre las 24
horas a las 2 semanas, o incluso más—,
el filtro humano de Facebook al que yo ya había apelado y reclamado, me diera
la razón, ignorara al denunciante y me devolviera la cuenta.
Esto no ocurrió así.
El mismo viernes por la tarde, mientras terminaba de comer
con mi marido, me llegó un mensaje que me dejó aún más desconcertada, y que
copio aquí abajo. Ahora, según Facebook, yo no podría volver a reclamar, y lo
peor de todo, las razones de su censura no me podían ser especificadas por
motivos de “seguridad”.
En ese momento me reí: ¡soy
una terrorista de la masturbación! ¡Pero venga, vamos, si sólo me toco un par
de veces a la semana, y para liberarme del estrés que me producen el trabajo y
el embarazo! ¡No me podéis castigar por hablar en 60 páginas de nada de un tema
que tan bonito, y que yo creo haber abordado también de una manera tierna y
sencilla! ¡Pero qué *************!
Sólo se me ocurren algunas razones por las que Facebook
pueda haberme bloqueado para siempre —o para casi siempre, pues por fortuna y
por seguridad, para poder mantener las páginas que gestiono, como mi página de
autora o la página de mi editorial, mantenía vivas cuentas de usuario con nombres
distintos al mío, que ahora me permitirán seguir entrando a Facebook poco a
poco, hasta que todo se normalice—.
Por ejemplo, que la misma persona que me denunció el jueves
por la mañana ya lo hubiera hecho antes. Es cierto que yo venía hablando de mi
ensayo de la masturbación mucho tiempo, y quizá el censor ya se había sentido
amenazado antes —pero claro, tío/a, un consejo: cuando a mí no me mola alguien
lo borro o lo bloqueo y así me ahorro disgustos—.
Lo que más me inquieta, es que antes de que la pantalla de
bloqueo apareciera y me dejara fuera de mi perfil para siempre, yo estaba
preparando un post para mi página de autora con algunas de las imágenes que he
copiado en el tuit de arriba. Esas imágenes, de hecho, las había recuperado de
perfiles de Facebook, es decir, que Facebook ya las ha aceptado previamente en
otras personas: chicas en bragas leyendo libros, flores con agujeros, manos
mojadas, todo un universo tierno y erótico que ya campaba a sus anchas en la
red social.
Y digo que me inquieta, porque Facebook me bloqueó antes de
que yo pudiera volver a compartirlas. Es como si me hubiera bloqueado la mente.
Como si me la hubiera leído: Luna,
sabemos que acabas de publicar un post sobre la masturbación, así que como te
atrevas a subir algo más al respecto… bueno, venga, mejor no nos arriesgamos,
te bloqueamos y listo, ¡mente sucia!
No sé qué más pensar.
Ni sé qué más decir.
En Facebook hay páginas que incitan al odio a otra razas,
que incitan al maltrato de animales, que incitan al machismo, a la violencia, a
la anorexia, que insultan a gordos y gordas, a refugiados, que publican cabezas
cortadas de niñas o imágenes de esas que bien valen un pixelado o de esas que
en los informativos nos suelen dar arcadas.
En Facebook hay personas que te insultan, que insultan a
celebridades por estar gordas, o ser negras o ser simplemente mujeres.
En Facebook hay mucho odio, muchísimo odio, y me parece
injusto que yo, que solo he compartido arte y literatura, me vea privada de
utilizar un servicio que además es mi herramienta de trabajo.
Las reglas son las reglas, me dicen… Y mi pequeño e inocente dedo las ha roto.
Estoy muy agradecida a todos los que habéis hablado de esto
y a todos los que os habéis quejado.
Estoy muy agradecida a mi amiga Elena
Medel, que se puso la portada del libro como foto de perfil, y a quien horas
después también denunciaron por “obscena”.
Estoy muy agradecida a todos los que me habéis
propuesto hacer un Change.org —gracias, de verdad, aunque no sé ya si a estas
alturas sea necesario— y a todos los que no conozco y desde Twitter, Instagram,
Tumblr o el mismo Facebook estáis gritando.
Cuando publiqué la portada de El dedo y su sinopsis en este mismo blog, un anónimo se rió de mí y
me dijo que “la masturbación femenina no era un tabú”.
Casualidades de la vida,
lo que "no era un tabú" acabó convirtiéndose en mi expulsión del "paraíso de
Facebook".
Hoy es sábado, la casa está calentita porque hace sol, y mi
hijo no para de moverse en la tripa, como diciéndome que quiere salir ya.
Así que querido Facebook: esto que acabo de decir. Esta
sensación de paz que no es virtual sino que puedo tocar porque está dentro de
mí… es mi verdadero paraíso.