En los últimos días muchos me habéis escrito para pedirme
la versión en español de la entrevista con Emily Berry en The Quietus (puede que no se corresponda del todo con la entrevista que se publicó al final) así que he preferido pedir permiso a Karl para colgarla aquí. ¡Gracias a todos! También aprovecho para deciros que en ese selfie dolido llevo una camiseta de Its Written, una marca de ropa literaria que mola un montón. Y también que hace poco Thomas Deslogis sacó en Fluctuat un
Poème d'actu que me saca los colores. Os dejo con todo esto. Y pronto os contaré muchas cositas más.
***
Mi
primer contacto con tu trabajo fue viéndote leer tu “Museo de Cánceres” en la
sala Serpentine, en el maratón de 89plus en 2013. No hablo español, pero tu
lectura fue tan poderosa que no me importó. Era como escuchar un hechizo, lo
sentí de verdad. ¿Cómo de importante es para ti el acto físico de leer tus
poemas en voz alta, ya sea en público o en privado?
La poesía
para mí siempre ha tenido algo de corporal. Si escribo, es porque recibo el
impulso de escribir. Porque mi cuerpo tiene que escribir, y escribirse, y con
ello mostrarse a los demás. Agradezco mucho tus palabras sobre aquella lectura
de hace un par de años en Londres. Lo cierto es que yo estaba cómoda y al
tiempo nerviosa. Allí todo el mundo hablaba inglés, un idioma en el que yo no
me desenvuelvo con facilidad salvo cuando leo, en la intimidad. Salir al
escenario y leer un poema largo en español podría haber sido extraño para
quienes me rodeaban, pero lo cierto es que sentí el calor de los espectadores.
Museo de Cánceres es un poema que necesita calor para sobrevivir. Mi poesía, en
general, necesita calor. Por eso necesito que las vísceras, el amor y la
sensación de encantamiento de la que hablas esté presente. Es una manera de
desnudarse a uno mismo, y con ello, desnudar al mundo.
Escribes
mucho sobre el cuerpo —el cuerpo dolorido. No parece que sientas miedo a las
cosas horribles. En uno de tus poemas dices: “de la poesía espero maldad, exijo
asco, invoco enfermedad” En el poema “Padre”, hablas de una pareja intentando
tener hijos sin éxito (“padre mete su polla en la vagina enferma”); tu nuevo
libro (cuya portada es genial) se titula Los estómagos. En nuestra sociedad
parece que siempre sentimos vergüenza hacia nuestros cuerpos, especialmente por
aquellos que están enfermos. Parece que en todos estos poemas tú renuncies a
esa vergüenza. ¿Cómo ves la relación entre poesía y cuerpo? ¿Puede hacer más fácil
habitar un cuerpo?
A esto es
a lo que me refería en la respuesta anterior. Creo que la poesía que más me
interesa es aquella que nace de lo visceral, por eso una de mis poetas
preferidas es la surrealista Joyce Mansour y por eso mis poemas favoritos de
Ted Hughes son aquellos en los que el correctísimo y limpísimo poeta es capaz
de mancharse las manos de sangre y de realidad. Un buen texto literario, en mi
opinión, es aquel que mueve cuerpos, que provoca reacciones. Por eso me
obsesiona tanto esta dualidad, y por eso en mi propia poesía intento que la
piel, los órganos, los huesos y los sentimientos sean tan visibles. En este
sentido, he aprendido mucho de poetas como Chantal Maillard, Nichita Stanescu,
René Char, Alejandra Pizarnik e incluso Diane di Prima, que por fin acaba de
ser parcialmente traducida al español, y cuyo libro Loba creo que representa parte de esta poesía
que tanto necesito leer.
Es
interesante cómo se te ha relacionado con la Alt Lit, a pesar de que el típico
poema de esta corriente se caracterice por un distanciamiento físico y
emocional. Una estudiada falta de afecto. Sin embargo tu trabajo parece muy
emocional. ¿Cómo ha impactado en tu trabajo pertenecer a este movimiento (si
puede calificarse como tal) ya sean en el terreno de la escritura, o de la
amistad, o de las oportunidades?
Empecé a
leer a Tao Lin cuando tenía 15 años. En aquella época, más o menos 2006, creo
que aún no existía el término Alt Lit, y si existía yo no lo leí hasta años más
tarde. De Tao me interesó principalmente su frescura, y su manera distinta de
entender la literatura. En esos días yo vivía en Niza, Francia, donde estudiaba
un bachillerato literario bastante estricto cuyo programa de estudios estaba
lleno de clásicos de la literatura francesa. Lo cierto es que compaginar la
vida de la literatura de Internet con la de mis estudios fue sanísimo y
divertidísimo, ¿qué tenían que ver Victor Hugo y aquel poeta norteamericano que
blogueaba en mi pantalla del portátil? Todo, y nada. Y eso era hermoso. Para mí
la Alt Lit es eso: emoción, juventud, apoyo, política, visceralidad, humor,
autocrítica, futuro, una burla a los sistemas editoriales de siempre, una nueva
manera de comunicarse, y, sobre todo, amistad. Es curioso que a pesar de los
escándalos machistas y de los problemas y envidias surgidos entre estos
escritores que conforman la Alt Lit. lo que ha quedado para todos es lo más
importante: la literatura. Voces distintas, brutales y heroicas son las que
siguen a la cabeza de todo esto. En el mundo hispano tenemos un espacio de
comunicación parecido, muy inspirado en el espíritu de la Alt Lit, se llama “Los
perros románticos” y es un grupo de Facebook propulsado por Didier Andrés
Castro y Kevin Castro que sirve de exposición para que gente joven de Perú,
Colombia, Chile, Argentina, México, España, Venezuela, Ecuador… se pongan en
comunicación y debatan sobre poesía y sobre mil temas más. Creo que al final lo
más importante de la Alt Lit o de Los Perros Románticos, o de cualquiera de
estas etiquetas, es que sirven como espacios para que las nuevas voces se
sientan apoyadas, en un mundo en el que las nuevas ideas, normalmente, no son
aceptadas. Y para responderte (después de todo este rollo, ¡lo siento!) a mí
personalmente conocer todas estas cosas me ha dado vida, confianza, y la
certeza de que no todo está perdido. De que la palabra está viva, y de que
siempre estaré acompañada.
Una
pregunta con respecto a la anterior. Siempre estás refiriéndote a otros poetas,
ya sea vivos o muertos, en tus poemas. ¿Te parece importante formar parte de
una comunidad?
Esto es
algo curioso que he hecho a menudo en mi poesía o en mi blog. Creo que es
simplemente una muestra de gratitud. Para escribir hay que leer, y yo intento
leer mucho. A veces leer me inspira más que la propia vida, y necesariamente
tengo que dar cuenta de quiénes son esas personas que me han inspirado. Por eso
encuentro necesario hablar de mis referentes en muchos poemas. En Los estómagos,
por ejemplo, aparece bastantes veces citada la familia Hughes-Plath, porque pasé
casi un año de mi vida leyéndolos a ellos y sobre ellos, hasta que sentí que
los conocía más que a mis propios padres. Para resumir: si la poesía es
corporal, la poesía tiene que ser necesariamente personal. Por eso necesito
nombres, personas, poetas y citas rodeándome en todo momento.
He leído
algunos de tus poemas más recientes, como el de “El arrecife de las sirenas”,
como tus poemas del duelo; me ha llegado mucho este texto, e incluso yo misma
he intentado acercarme al tema de la muerte y del dolor, temas que no suelen
ser tratados por los escritores más jóvenes. ¿Qué supone para ti escribir sobre
estas cosas? ¿Lo ves como una parte encesaria del proceso del duelo? ¿O es una
elección deliberada abordar dales temas? ¿Es una poesía catártica?
Aquí nos
topamos otra vez con el cuerpo, Emily. En verdad a mí no me gustaría hablar de
la muerte, pero es que la muerte ha venido a mi casa en los últimos años, para
llevarse corazones a los que amo. El arrecife de las sirenas era más bien una
especie de introducción al libro que ahora estoy escribiendo (y que lleva como
título, también, El Arrecife de las Sirenas) y que quiero que sea un punto y
seguido en mi anterior creación, y en mi anterior vida teñida de enfermedad y
de muerte. Ahora me apetece hablar de felicidad, de celebración. Estoy harta de
la tristeza. Creo que es hora de apartarla de nuestros caminos. Ojalá lo
consiga… porque como dices, con temas tan difíciles lo catártico es una
falsedad. Por mucho que yo escriba: nadie me va a devolver lo que he perdido.
Aunque hay una cita del poeta Reinaldo Arenas que me sobrevuela la mente al
respecto: “ya no tenemos mar, pero tenemos voz para inventarlo”.
¿De dónde
vienen tus poemas? Es decir, cuando empiezas a escribir un poema, ¿cómo es la
experiencia? ¿Cuál es la historia que te cuentas a ti misma para escribir un
poema? ¿Tienes alguna inspiración particular y confesable?
Como decía
antes, para escribir necesito leer. Sin otros poetas no podría ser poeta.
Muchas veces estoy en silencio hasta que de pronto un libro me despierta todas
las conexiones del cerebro y entonces todo lo que guardé dentro de mí comienza
a brillar y me empuja a sentarme y escribir, y escribir, y escribir. Me gusta
escribir primero en mi cuaderno y luego en el ordenador. Necesito escuchar música
y necesito leerlo en voz alta muchas veces. A veces escribo mucho, me paso
meses seguidos escribiendo. Otras veces no saco ni una palabra. Ahora, por
ejemplo, me siento bloqueada. Estoy esperando atenta a que llegue mi momento
para decir todo lo que sé que tengo que decirme a mí, y a vosotros. Cuando ese
momento llega, es, y perdón por la comparación, como correrse. Por fin alcanzas
esa sensación de rapidez y creatividad que llevabas tanto tiempo esperando.
El único
libro que se puede encontrar tuyo en inglés se titula Bluebird and Other
Tattoos. ¿Los poemas son como tatuajes para ti? ¿Hay alguna conexión entre tus
poemas y tus tatuajes? En las notas que tomaste en tu viaje a Nueva York y que
fueron publicadas en Electic Cerealdices que “tatuarnos es innecesario. Para qué
grabar en nuestra piel lo que ya está dentro de nosotros. Para qué grabar esas
palabras si las conocemos de memoria. ¿Las cosas necesitan ser necesarias? ¿La
poesía también es innecesaria?
Igual que la poesía, el mundo del tatuaje es para mí una obsesión. Mi último
tatuaje me lo hizo Letizia Ruggirello en febrero de 2015, y es un verso del
joven poeta mexicano Jesús Carmona Robles: “el poema sangra”. No quiero volver
al tema de cuerpo-poesía, porque ya voy a parecer más pesada aún (hehe), pero
creo que hay una enorme relación entre estas dos cosas. Pintarse la piel es tan
necesario e innecesario como tatuarse. Al fin y al cabo, ambas cosas son marcas
imborrables en la vida y en el mundo. No podría vivir sin ellas.
Sé que tienes un Tumblr de sirenas, y también un tatuaje. Háblame de las sirenas.
Aunque tengo un poco abandonado este tumblr, quisiera recuperarlo pronto.
Como decía, estoy escribiendo desde mayo de 2014 el que será mi próximo libro,
El arrecife de las sirenas. Yo vivo en Barcelona, y nací en Madrid, pero la
mayor parte de mi vida la viví en el sur de España, en una ciudad pequeña y desértica
pero muy marinera, Almería. Allí hay un sitio muy especial para mí, que se
llama El arrecife de las sirenas. Está junto al faro, y es una zona rocosa
donde antes se creía que había sirenas. Muy cerca hay una pequeña playa muy
bonita donde el año pasado mi padre y yo lanzamos las cenizas de mi madre. Lo
llamamos el pequeño Cartago, porque ella era historiadora y era fanática del
pueblo fenicio. Cuando vi a mi padre adentrándose en las olas para dejar las
cenizas, pensé que mi madre se convertiría en sirena. Por eso me la tatué
convertida en sirena, estratégicamente en el brazo, en un lugar donde pase lo
que pase puedo abrazarla, mirarla, e incluso darle un beso en la cara. Desde
entonces me obsesionan las sirenas, y he procurado leerlo todo sobre ellas,
incluso si el libro que escribo no tiene tanto que ver con lo mitológico. Qué más
puedo decirte sobre sirenas que tú no sepas, Emily. Creo que son un referente
hermoso y extraño, cuya forma y sentido ha cambiado a lo largo de la historia y
de la literatura. Hoy quiero pensar en ellas como voces del pasado, que nos
ayudan a los demás a afrontar el futuro.
¿Qué
andas leyendo ahora?
Acabo de
terminar la terrible memoria de Eve Ensler, que ha sido recientemente traducida
al español. También he leído un cómic sobre maternidad de Agustina Guerrero, y
estoy metida en varios libros de poesía, como Fantasy, de Ben Fama, Eso, de
Inger Christensen y Haz lo que te pido, de Miriam Reyes.
El
trabajo de todos cambia con el tiempo, y tus poemas más recientes parecen más
extensos, más cercanos a la prosa poética que tus primeros poemas. ¿Es el
cambio de estilo algo que has hecho conscientemente? ¿Cuál es tu relación con
la forma?
Creo que
ahora necesito más espacio para decir todo lo que quiero decir. También ha
influido en mí la lectura reciente de algunos poetas latinoamericanos como
David Meza, Raúl Zurita, Roberto Bolaño, Vicente Huidobro, Mario Santiago
Papasquiaro… cuya escritura es muy larga, extensa, prosaica y torrencial. Hay
una gran diferencia entre la literatura hecha en España y la que podemos
encontrar en América Latina. Después de leer a tanto europeo y anglosajón,
estoy tratando de empaparme de una cultura tan cercana a la mía, y a la vez tan
poco accesible, hasta ahora, gracias a Internet… Pero como digo, la longitud es
una cosa puramente de necesidad. Si escribo más largo es porque mi voz necesita
extenderse un poco más.
Pareces
prolífica. Has publicado cinco libros de poesía a la edad de 24 años, trabajas
como periodista, ¿cómo diferencias ambos tipos de escritura? ¿Crees que son
completamente diferentes y les das espacios distintos? ¿Hay épocas en las que
no puedas escribir poesía?
Trabajo en
PlayGround Magazine desde hace tiempo, y he colaborado con varios medios de
España y América Latina (S Moda, Nylon Español, Tierra Adentro, Jot Down…). Si
antes decía que para escribir poesía necesito leer, también añadiría que para
ser escritora necesito escribir sobre los demás. Me interesa mucho mezclar mis
pasiones y llevarlas al extremo. Por eso creo que la creatividad que me
requiere escribir ciertos artículos se parece mucho al proceso creativo de
escribir un poema, con la salvedad de que una cosa me da de comer…y la otra no.
He estado unos días de baja por enfermedad, y lo cierto es que he echado de
menos no poder trabajar. Creo que escribir es una necesidad, me da igual el género.
Lo necesito.
Sé que
has dado lecturas en Londres y en Nueva York ¿en algún sitio más? ¿Cómo es la
escena poética de Barcelona? ¿En qué se diferencia de la de otros sitios? ¿A qué
poetas españoles deberíamos nosotros, los lectores de lengua inglesa, comenzar
a leer?
Lo digo de
broma, pero es cierto: la poesía es mi agencia de viajes. Desde 2009 he dado
lecturas en Rusia, Marruecos, Rumanía, México, Bélgica... y también en las dos
ciudades que citas. Me considero muy, muy, muy afortunada de que personas de
festivales o centros de arte extranjeros quieran colaborar conmigo. De todos
esos sitios he traído muchos amigos, especialmente de Rumanía y México, donde
la gente es humilde, maravillosa y mucho más esperanzada. Me gustaría poder
seguir viajando pero mi trabajo no siempre me lo permite. No he aprendido tanto
en mi vida como cuando he viajado. Insisto: me siento muy afortunada. En cuanto
a mis compañeros, creo que hay voces brutales en España. Si me centro en los más
jóvenes, diría que Elena Medel, Berta García Faet, Unai Velasco, Layla Martínez,
Arturo Sánchez y Óscar García Sierra son de mis favoritos. Si extendemos
edades, yo no entendería la poesía sin José Ángel Valente, Chantal Maillard,
Maite Dono, Juan Carlos Mestre o Julieta Valero. En cuanto a clásicos: Vicente
Aleixandre es mi preferido.
En uno
de los poemas de Bluebird dices, “acabaré haciendo cualquier cosa menos poesía”,
¿qué es lo que te interesa para el futuro?
Periodismo,
gestión cultural, edición, vida, maternidad, viajes, lecturas… pero a quién voy
a mentir… la poesía siempre estará ahí.