Mi abuela Merche, también gaviera
30 mayo 2014
25 mayo 2014
Micaela Moon.
Hace dos años el joven escritor uruguayo Miguel Avero me mandó un email para decirme que había escrito un cuento basado un poco en alguien parecido a mí. Una historia sobre una poeta española a la que el protagonista conoce por Facebook y cuyos poemas hablan de la lluvia en Barcelona y de la crisis económica. El protagonista también es poeta, y espera impaciente la llegada de Moon a un festival de poesía de su ciudad para concerla y para quizá atreverse a comentarle algo a propósito de sus confusos y extraños versos. ¿Pero llegará la catalana Micaela Moon al pequeño bar de Montevideo donde debía dar su recital? Una prosa la de Miguel Avero que a veces me recuerda a Los detectives salvajes, y también a algún cuento de Tao Lin. ¿Extraña mezcla, verdad? Os recomiendo seguir la pista al joven escritor. Sus versos también guardan lluvia y su ingenio es enorme. Millones de gracias, Miguel.
(El libro puede encontrarse en Trópico Sur, editorial que ha publicado,
entre otros, a Natalia Litvinova)
22 mayo 2014
Gata y Gaviota.
Imagino al animal: me acoge desde el reino de enfermedad-memoria.
Laia López Manrique
La perra negra babea. Desde el rincón donde se refugia, nos mira con locura y miedo.
Lola Nieto
La gata mira a la gaviota. Me pregunto si se la quiere comer. Me pregunto si acaso quiere volar. La gata gime o maúlla mirando a la gaviota. Me pregunto si quiere hacer el amor: ya no, ya no, mañana te cortarán.
*
Leo a Lola y a Laia (un lalalala rima en mi mente, un Dios Mío suena en mi lectura).
*
Leo a Lola y a Laia, y mañana viene Elena.
*
La gata mira a la gaviota. La gata mira a Luna. Lalalala. La gata mira al infinito, mira al blanco, mira al infinito de nuevo. Mañana me cortarán, piensa. Mañana seré carne fofa para cuervos y gaviotas.
*
La gata me mira. Yo ya no lloro. Tampoco hay piedad.
18 mayo 2014
La belleza de tu nombre.
He mirado largamente el
resplandor de tu ausencia que me ha parecido más dulce, más
poderosa que todas las presencias. Por ti he sido pescador en la
tristeza del océano, he sido labrador en la sequedad de nuestras
tierras, por ti me he asomado sobre las gentes desde el balcón de mi
pobre residencia, he gritado a la multitud la belleza de tu nombre.
Juan Eduardo Cirlot
11 mayo 2014
Resumen caótico de la semana en ocho actos.
En otro tiempo
fuiste cisne real,
ahora te has
vuelto muda.
Lal Ded
Soy místico, mas sólo con el cuerpo.
Mi alma es pura y no piensa.
Fernando Pessoa
Uno. Todo ocurre más rápido de lo que pensaba, la sangre está aquí,
veloz, como el verano. Llevamos sandalias y cazadoras vaqueras. Si la
indumentaria es confusa, los sentimientos lo son más. Es lunes, hablamos de
religión. Me compro un cuaderno porque he comido sola.
Dos. Detesto el olor nocturno del mercado, como detesto las palabras herencia,
tanatorio, orfandad. Detesto padecer de ritmo,
parecer vacía, pertenecer a quién. Amo, sin embargo, los paseos en Pueblo Seco.
Descubrirnos a nosotros mismos en pequeños espacios tétricos de la ciudad. Tú
sales a correr y yo me compro una alfombra. Quisiera volar con ella. Comprender
el ritmo. Pertenecerte a ti.
Tres. Gonzalo se marcha a Nueva York, dice, y echo de menos febrero.
Qué bien se estaba en febrero, pienso. Qué egoístamente bien se estaba en
febrero. Llevamos dos meses sin ver a Gonzalo. Su risa sigue siendo sana. Hay
una enorme distancia ahora que sabemos solventar con el alcohol. Cerveza, vino
blanco, perlas de sake. Si no fuera por la fruta, tendría el estómago quemado.
Cuatro. Las amistades son extrañas, nunca dejan de sorprenderme. Te digo
que quiero estar tranquila. Que sólo me gusta comer con Mai y hablar de cómo
escalar nuestras propias montañas. También pienso en las vacaciones. ¿Nos vamos
a Oporto? ¿Y a París? ¿Y a San Petersburgo? ¿Con qué dinero? Sé que debería ser
más amable. Sé que debería ser menos mala. Sé que debería ser más cariñosa. Pero
detesto el olor del mercado. Lo detesto.
Cinco. Escribo con lentitud dos o tres piezas al día. Cuando hablo de lo
que quiero recupero la confianza en mi profesión. El viernes noté cómo una
pequeña frase emocionaba a una amiga. Eso es lo que espero de la escritura. Me
preguntas si no será conflictivo el periodismo, y El Gaviero, y la poesía. Sólo
es conflictivo cuando no te gusta, pienso. Pero a mí me gusta. Comunicar es una
necesidad. Una tierna obligación.
Seis. Este
ordenador no tiene la tecla 6. Cuando quiero escribirlo pongo . Mirad: . Esto
es un . Un seis. Un . . . Este ordenador, que era tuyo y que ahora es mío, no
sabe poner el día de mi nacimiento. Digamos entonces que no he nacido. Pensemos
entonces en la evaporación de mil novecientos violeta.
Siete. Pero nada se evapora porque las noticias son buenas y las camisas
son nuevas. Estreno camisa floreada para celebrar que una carta ha llegado a
mí. Rezo (incluso si no rezo) para que mi hermoso hermano de México venga con
nosotros. Si todo sale bien, saldrá. Si todo sale bien, te abrazaremos. Si todo
sale bien, largo homenaje. Toda la vida. Largo homenaje.
Ocho. Lal, Lalla, Lalishiri. Incluso si no rezo, hablo contigo. Tu voz
es la de una sirena que sólo conoció el desierto. Lal, Lalla, Lalishiri.
Cuántas generaciones te han ignorado. Si fueras un hombre, todos te querrían.
Si eres mujer, te encuentro entre los pesados libros geométricos, rotos,
pesados, pesados, testosterona meditativa para las almas. Lal, Lalla, Lalishiri.
Te casaste a los doce años y te divorciaste a los veinticuatro. A esa edad seré
madre, te prometo, Lal, Lalla, Lalshiri. Te prometo escribiendo mal tu nombre
que a esa edad no me divorciaré pero me casaré con mis vergüenzas y con mis
flores abandonadas. Lal, Lalla, Lalishiri. Dices que los muertos no existen. ¿Qué
puedo darte en ofrenda?
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07 mayo 2014
El arrecife de las sirenas.
Por
primera vez la escritura se adelanta a los hechos. Llevo meses leyendo sobre.
Pensando sobre. Queriéndolo hacer. Las últimas conversaciones con Ana rondaban
el tema del vientre. También el del futuro. También el de los genes y la
identidad. Por primera vez la escritura no viene de aquello que ocurrió, sino
de aquello que deseo que ocurra. Me miro el pecho. Me miro el tatuaje. Me miro
en el pasado y me pregunto: cuándo. Ya es demasiado tarde, pienso. Tú nunca lo
verás, pienso. Sé que si esperamos es sólo por miedo. Y tú no lo tenías, pienso.
De quién aprender ahora.
03 mayo 2014
Pregón de los hospitales.
¡Miren ustedes cómo es de admirar la
situación privilegiada de esta gran casa de enfermos!
¡Observen el dombo de los altos árboles
cuyas oscuras hojas, siempre húmedas, protegidas
por un halo de plateada pelusa, dan sombra a las avenidas por donde se pasean los dolientes!
¡Escuchen el amortiguado paso de los
ruidos lejanos, que dicen de la presencia de un mundo que viaja ordenadamente al
desastre de los años, al olvido, al asombro desnudo del tiempo!
¡Abran bien los ojos y miren cómo la
pulida uña del síntoma marca a cada uno con su signo de especial desesperanza!;
sin herirlo casi, sin perturbarlo, sin
moverlo de su doméstica órbita de recuerdos y penas y seres queridos,
para él tan lejanos ya y tan extranjeros
en su territorio de duelo.
¡Entren todos a vestir el ojoso manto de
la fiebre y conocer el temblor seráfico de la anemia
o la transparencia cerosa del cáncer que
guarda su materia muchas noches,
hasta desparramarse en la blanca mesa
iluminada por un alto sol voltaico que zumba dulcemente!
¡Adelante señores!
Aquí terminan los deseos imposibles:
el amor por la hermana,
los senos de la monja,
los juegos en los sótanos,
la soledad de las construcciones,
las piernas de las comulgantes,
todo termina aquí, señores.
¡Entren, entren!
Obedientes a la pestilencia que consuela y
da olvido, que purifica y concede la gracia.
¡Adelante!
Prueben
la manzana podrida del cloroformo,
el blando paso del éter,
la montera niquelada que ciñe la faz de
los moribundos,
la ola granulada de los febrífugos,
la engañosa delicia vegetal de los jarabes,
la sólida lanceta que libera el último
coágulo, negro y ya poblado por los primeros signos de la transformación.
¡Admiren la terraza donde ventilan
algunos sus males
como banderas en rehén!
¡Vengan todos
feligreses de las más altas dolencias!
¡Vengan a hacer el noviciado de la muerte,
tan útil a muchos, tan sabio en dones que infestan la tierra y la preparan!
Álvaro Mutis
(en Reseña de los Hospitales de Ultramar)
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