La
droga que mató a David
Foster Wallace es
la droga que da la vida a la generación de escritores que ahora le
sucede. Estoy hablando de la monotonía. De la depresión. Del Xanax.
Estoy hablando de esa clase de medicación que fatalmente recetada le
empujó a acabar con sus días; y a esa medicación, la
misma,
que los poetas y narradores veinteañeros de Estados Unidos guardan
en sus bolsillos como si fueran golosinas. Yo nunca había probado el
Xanax hasta que Tao
Lin y Megan
Boyle vinieron
a España hace dos años. Estábamos en la piscina del edificio de
los padres de mi novio, sufriendo una gran resaca y casi sin haber
dormido cuando Megan abrió una cajita, sacó un trozo verdoso de
pastilla y me invitó: chupa.
Lo cierto es que sentí poco. O apenas nada. Quizá el relax de la
tarde, del sol, un masaje en el cerebro y aquel sabor asqueroso de la
pastilla. Así
que esto es el Xanax,
pensé. Este
es el “no sentir” del que tantos escritores a los que adoro
hablan.
Fue esa tarde en la piscina, después de saltar un par de veces,
salpicar otras tantas y quemarnos las piernas y la espalda, cuando
Tao Lin se levantó de la hierba con el MacBook en la mano y anunció
que acababa de recibir una gran oferta para publicar su próxima
novela en Random House. 50.000 dólares, nada más y nada menos:
un wow surgió
de nosotros a modo de celebración; colocados entonces por la droga
que mató a nuestro novelista preferido, y también por la joven
brisa veraniega que en aquella piscina de Pacífico se respiraba.
6 comentarios:
Deberias leer el prologo de William Burrougs a su "Almuerzo desnudo": declaracion sobre una enfermedad. Sobre todo la frase final con que lo cierra.
(Agustí Rocamora): Hola Luna. Creo que es simplificar demasiado. A Wallace lo mató la depresión. Probablemente sin eso se hubiera suicidado mucho antes, de ver como se le comían sus demonios particulares sin siquiera poder descansar por las noches. Te lo dice alguien que ha tomado Xanax durante años, que probablemente estará atado a él toda su vida, y que no es más que los somníferos de siempre, lo que utilizan muchas de nuestras madres y abuelas para poder conciliar el sueño. Incluso te puedo corroborar que la dosis que se utiliza en nuestro pais para cada pastilla es "más fuerte" que la de los USA. Es un respiro para quienes no podemos dormir porque nos pasamos la noche pensando en las cosas de nuestra vida que han ido mal. Lo que me resulta incomprensible es que lo tomen personas tan jovenes sin ningún sintoma depresivo y/o de insomnio, y menos aún que se tome para salir de fiesta. En fín, es un tema sobre el que se podrían dar muchas vueltas, pero lo dejo aquí. Recibe un cordial saludo.
Por supuesto, lo mató la depresión y el hecho de volver a una medicina que le dejó completamente tocado. Sé que es una simplificación, pero de ahí quería extraer la metáfora. La comparación. La diferencia de espíritu no ya de los escritores, sino de las distintas generaciones a las que pertenecen.
Lo que me resulta curioso es que a las personas de nuestra generación, en EEUU, cada pequeño problema que tengan en su vida lo solucionen con una pastilla "tranquilizante". Y lo que es más curioso aún es que para sobrevivir, se hayan acabado enganchando a ellas, y por tanto las utilicen en su día a día. En ningún momento para salir de fiesta, sino simplemente para eso: para sentirse bien 24 horas.
Lo mejor para dormir y para los buenos suegnos: un par de copas de Oporto Gran Cruz de 10 agnos.
Vivir anestesiado y con los ojos abiertos..., encuentre las siete diferencias.
Una de ellas: el final de la Memorias de Adriano.
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