18 mayo 2008

7. Casa de rubíes.


Llevaba mucho tiempo obsesionada con la desaparición de Ruby, cantante escocesa autora de fantásticos discos como ‘Salt Peter’ o ‘Short Staffed at the Gene Pool’. Fue el Nadador quien tras publicar un libro sobre desapariciones me animó a realizar la búsqueda. Ruby, de ojos grandes, fue vista por última vez cerca de Gibraltar con un pañuelo violeta alrededor del cuello. Investigué y aprendí de memoria sus canciones, pero no hallé pista alguna. Sin embargo la casualidad quiso que yo asistiera hace unos meses a un espectáculo audiovisual frente a la casa de José Ángel Valente. El vendedor de bombillas de la familia Arqueros decidió darle vida a ese espacio con un juego de voces y luz casi espectral. No llegó mucha gente, al contrario, aquello parecía una reunión secreta, una acción clandestina, una invocación. Y justo allí estaba Ruby. Bella, atenta. ¿La había encontrado al fin?

Con algo de vergüenza comencé a hablarle del espectáculo, las dos estuvimos de acuerdo en que era precioso. La supuesta cantante escocesa tenía pinta de típica extranjera refugiada en la costa, como ésas que tantas veces nos hemos encontrado. Me dijo que se ganaba la vida escribiendo en un periódico de la provincia. “Lo siento”, contesté, “yo no leo la prensa local”. Y hablamos sobre la cultura de nuestra ciudad; “qué extraño no haberte conocido antes”. Aseguró que había pasado aquí toda su vida, yo sabía que estaba mintiendo. Quizá se diese cuenta de la situación y para evitarme me ofreció un trabajo. “Espíalos a todos”, dijo, “escribe todo cuanto ocurra bajo la luz de este lugar, y no cuentes nunca lo que hoy ha pasado aquí.” Ordenó que le enviara una fotografía y un texto de al menos doce líneas cada viernes a las cinco en punto de la tarde. No sé qué hará con ese material, porque no leo la prensa.

Al menos la he encontrado, y ahora escucho sus canciones a más volumen. “Play with me, play with me, don't you wanna come and play with me?” A veces me gustaría entrar en esos foros musicales de la red y contar mi secreto. He decidido guardarlo. Ahora paseo sola con la voz de Ruby dando vueltas en el Mp3. Me acerco a la Casa del Poeta, me quedo un rato… Puede que vaya mañana por la noche. ¿Y si de pronto el espectáculo reaparece? “I'm still running around in here.” ¿Volverá Valente a bailar a ritmo de desierto? “I'm still waiting to see.”

Voyeur.




Cruel fotograma.

12 mayo 2008

La leona y el niño.



Y después de levantarme y acercarme
al baño, y echar el asco y las entrañas
por las cañerías, y tirar de la cadena, se me ocurre
que es agradable estar vivo y hacer la guerra
y el amor y este poema y que el mundo
bien merece
otra mirada.

(Roger Wolfe)

11 mayo 2008

6. Spleen de Almería


La Voz de Almería, 10 de mayo, 2008.



El profesor de Filosofía pregunta “¿qué es más real?”, y ningún alumno se atreve a responder. Ocurre lo mismo con las cuestiones que surgen a lo largo de una conversación con los Carracci: Agustín el fotógrafo, Aníbal el poeta y Ludovico el montador de lienzos. Los apodan “trío Carracci” porque nunca se separan. Son iguales a los hermanos del Barroco italiano, pero en la Almería del siglo XXI. Agustín es el mayor de todos, y a pesar de no pertenecer a su misma generación tengo muchas cosas en común con él. Ludovico nunca opina de nada; Aníbal siempre guarda algún argumento para llevarme la contraria cuando hablamos de poesía: “¿seguro que has leído el libro, es cierto que conoces los cuadros parisinos, de verdad entiendes los versos de Baudelaire?” El trío es así. Aceptan sus propias propuestas, comentarios, puntos de vista…, pero si no eres uno de ellos, en seguida desconfían. Sin ir más lejos, la semana pasada, después de una serie de fotografías por la zona baja de la Alcazaba, los cuatro nos fuimos a tomar algo a la terraza del ‘5mentarios’ para charlar un rato. El tema elegido fue ‘Las flores del mal’. No sé cómo lo hacemos, siempre acabamos discutiendo sobre el feo y sifilítico Baudelaire, y sobre el término ‘spleen’ (término que explica su estado ánimo: tedio y melancolía). Aunque para padecer spleen no hace falta irse a París. Allí mismo, en la plaza Masnou, nos vimos rodeados de niños vestidos de oscuro, personas pequeñas de sexo indefinido con lágrimas pintadas en las mejillas y cadenas en la cintura. Tribu urbana que toma las calles de Almería con aire triste y asqueado por el mundo. Estos ‘Emo’, como dicen llamarse, tendrán un par de años menos que yo. No los entiendo, no escucho su música, no comparto su gusto estético, no pertenezco a su generación.

Los Carracci beben, los ‘Emo’ exprimen su bilis negra, y mi Coca-cola Light, calentándose sobre la mesa, trae a la memoria interrogantes. ¿Qué significa esta generación perdida? Unos no creen en la vida, otros creen que lo han vivido todo. La plaza era como un escenario. Terminé el refresco y abandoné a mis propios personajes. Sin dar respuesta, ¿quién de ellos era más real?

07 mayo 2008

5. Las edades de Bukowski.


La Voz de Almería, 2 de mayo, 2008.


‘La Caverna’ tiene aspecto de bar americano de carretera, la música es buena y la clientela parece feliz; tal vez gente del barrio de los Ángeles sin ganas de bajar al terrible centro. No suelo ir demasiado a esa gruta rockera. Cada vez que me acerco, encuentro personajes de lo más extraños. La semana pasada, por ejemplo, fuimos a tomar algo y nada más entrar me fijé en una chica preciosa que estaba sentada sola en la barra. Nos pusimos muy cerca. Nos fascinó la precisión con que liaba tabaco. Nos miró y nos pidió fuego, ninguno de los dos llevábamos. Tenía acento francés muy marcado. Contó que venía de Suiza buscando el calor del sur. Se llamaba Alice y por algún tipo de enfermedad no podía beber alcohol. Señalando su zumo de piña, declaró “moi quand j’étais jeune, cuando era joven podía beber tanto como Bukowski”. “Imposible”, dijo el Oxidado, “¡nadie bebe como Bukowski!” Enseguida nos metimos en una discusión acerca de este escritor al que admiro. Alice apoyaba la teoría de que el ‘gran Charles’ es un autor que sólo interesa en la adolescencia. Yo no estaba de acuerdo con ella. Por su literatura atrevida y su vocabulario, Bukowski atrae sobre todo a los jóvenes que se inician en la lectura, sin ir más lejos, el libro gracias al cual empecé a leer fue ‘La senda del perdedor’, y mi amigo el Nadador confiesa que con sólo quince años ya se había visto atraído por títulos como ‘Mujeres’ o ‘La máquina de follar’. Pero en Bukowski también hay algo más: él se estremece escuchando a Wagner, llora tras el incendio de una biblioteca pública, o encuentra los restos de Cartago en una toalla sucia… Alice no pareció convencida de mis argumentos. Ya era tarde, ella no había conseguido encender su ‘cigarette’ y nosotros debíamos irnos. La invitamos al zumo, salimos de ‘La Caverna’ y dejamos atrás aquel barrio de los Ángeles cuyo nombre ahora parecía rendir homenaje a la ciudad norteamericana donde el ‘gran Charles’ pasó buena parte de su vida. Era de noche, todo dormía, nos dirigimos al terrible centro recordando a la extraña Alice. Puede que todavía no haya encendido ese pitillo perfectamente elaborado. Puede que ella también esconda un pájaro azul en su joven corazón.