22 abril 2008

Cita de las nueve y veinte.


"Yo" no es más que un símbolo cómodo para alguien que no existe realmente. De mis labios fluirán mentiras, pero tal vez se mezclará con ellas alguna verdad; a ustedes les toca buscar esta verdad y resolver si vale la pena guardarla. Si no, claro que arrojarán el conjunto al canasto de los papeles y lo olvidarán para siempre.
(Virginia Woolf, Un cuarto propio)

21 abril 2008

4. Fisiología esférica



La Voz de Almería, 19 de abril, 2008.


El Bohemio es capaz de encontrar una cita adecuada para cada situación. Siempre que salimos por el centro acabo pensando que mi vida es una novela repetida para cuyos segundos ya existe un verso, una escena trágica o una melodía. Por eso no quedo mucho con él, me da miedo esa capacidad suya a la hora de interpretar el mundo. A veces se convierte en una especie de psicólogo-poeta que adivina y dramatiza mis escenas. Aún así es uno de mis mejores amigos. La semana pasada me acompañó al cine. Teníamos entradas para ‘La carta esférica’. La verdad es que no nos entusiasmó demasiado pero al menos pudimos conocer a Carmelo Gómez, actor que ya me había impresionado en ‘Vacas’ de Julio Medem y que además, en persona resultó ser muy agradable. Antes de llegar al Teatro Cervantes el Bohemio y yo tomamos café, hacía al menos tres semanas que no nos veíamos y los temas de conversación pendientes se acumulaban. Primero me contó el viaje a Italia con su compañía de actores. Me habló de discusiones y peleas entre el Pianista y el Ruso, y de sucesos nocturnos en los garitos de jazz venecianos. Después me preguntó por la Almería reciente a la que no echaba de menos. Le contesté que aquí todo seguía como siempre, los mismos vagabundos, el viento, las mismas olas… Le anuncié mi nuevo trabajo como columnista imaginaria en un periódico local y se quedó sorprendido. “Qué locura”, dijo, “vendiendo imaginación. El trabajo del periodista consiste en contar la verdad, no en inventarla”. Me miró serio, como cuando busca en su mente circense una cita correcta, y afirmó: “deberías vivir en guerra con los hombres y en paz con tus entrañas”. El Bohemio tenía razón. Una cosa es el poeta, el inventor, aquel que, como escribió Machado, vive en paz con los hombres y en guerra con sus entrañas; y otra cosa muy distinta es el periodista, que cuenta el mundo tal y como es. Esa noche, en el Teatro Cervantes, atendí más a aquella idea que a la película de Imanol Uribe. Ni periodista, ni poeta: yo era una mentirosa más en busca del bergantín hundido.

17 abril 2008

14 abril 2008

3. Surbús


La voz de Almería, 12, abril, 2008



Uno de los conductores de la línea 11 se parece a William Faulkner. Desde que lo descubrimos, comenzamos casi inconscientemente el llamado ‘ciclo sureño’. Consiste en tomar el sol en camisa vaquera o hablar de animales gigantes que agonizan. Otra de las fases del ciclo es evidentemente la lectura. He de reconocer que antes de toda esta historia no había leído a Faulkner. Tengo en la estantería ‘El ruido y la furia’, mi padre me lo regaló hace tres años. Yo leo muy despacio, sobre todo literatura como esta, llena de descripciones y construcciones gramaticales difíciles. William, el conductor, es un hombre serio, ni siquiera te mira al comprar el billete, simplemente espera a que subas y luego vuelve a arrancar. Hace bien su trabajo. Nunca pega frenazos. Siempre llega a tiempo. Un día, para ponerle a prueba, nos sentamos detrás de él y leímos alguna de sus líneas en voz alta. William no se inmutó. Continuó serio durante todo el viaje. Cerca de nuestra parada pulsamos el botón y se detuvo. Estábamos desilusionados por no haber logrado reacción alguna en él. Nos dirigimos entonces a la playa para aprovechar el buen tiempo de este sur. Me gusta el mar pero no la playa, odio la textura de la arena al colarse en los calcetines. A pesar de todo, aquella tarde se estaba bien. El Oxidado apuraba el último capítulo de ‘Desciende, Moisés’; yo me tatuaba ‘ruido y furia’ en el brazo con un rotulador rojo, pensando en las páginas que me quedaban por leer, calculando los céntimos del autobús de vuelta… Sigo creyendo que el conductor es él. En realidad William Faulkner no murió, ha venido desde el Misisipi hasta Almería para encontrar escenarios diferentes. Quizá esté escribiendo nuevas historias acerca de los pasajeros de la línea 11 de Surbús. Encuentra en su trayecto una excursión entrañable, centro-club náutico-auditorio-residencia-universidad y vuelta a empezar. Quisiera tener el valor suficiente para dirigirme a él y preguntarle “hey Bill, ¿cómo va esa novela?”. Sé que no me tomará por una loca, puede que hasta me conteste y me hable de su vida, puede que detenga el autobús, se acaricie suavemente su delatador bigote, y por fin susurre “yo sé que tengo el corazón mirando al sur…”

09 abril 2008

Anotaciones.

19:27

En Almería el tiempo se ha vuelto loco.
Hace sol y a la vez llueve, hace viento y no se puede respirar, tengo frío, sudo. Acabo de volver de la compra: un carrete, galletas con frutas del bosque, ensalada, atún, yougourt de melocotón, pan. Las bolsas de plástico en la cocina tienen miles de gotitas. Las dejo, voy a mi cuarto para quitarme la cazadora. En el escritorio siguen esperando los apuntes de Historia del Arte: Renacimiento español, no me gusta. El libro de esta asignatura es enorme, cuatrocientas diez páginas que pesan en la mochila, cuatrocientas diez, tantísimos artistas. Una sola mujer. El dato, por un momento, me preocupa. Pero tengo que guardar la compra en la nevera. Tengo que instalar el nuevo carrete a la cámara. En Almería el tiempo se ha vuelto loco.

05 abril 2008

2. Cueva cibernética


La voz de Almería, 5 abril, 2008


Tantas horas delante del ordenador no puede ser bueno, pero lo considero una parte más de mi formación. Internet devora librerías, museos, salas de exposiciones o recitales. Gracias a páginas como ‘Myspace’ he podido acceder a obras de artistas emergentes como Pesce Khete o Zosen entre otros. Mucha red, poco estudio, ése parece mi problema. Hay un abismo entre la maravilla técnica de ‘Blogspot’ y la arcaica textura del folio de apuntes, sobre todo cuando trata de lírica griega. A pesar de lo que muchos piensan, traducir latín o descubrir los secretos de Baudelaire en Literatura Universal no es una pérdida de tiempo, todo lo contrario: Humanidades y Tiempo son sinónimos, esto lo demuestra la literatura griega. Existe desde hace tanto que nunca se podrá formatear.
Estuve en el homenaje del ‘Aula de Poesía’ a Pablo García Baena. Como invitados a la mesa redonda asistieron Guillermo Carnero y Juan Antonio González Iglesias. Este último habló del mundo clásico y contó historias sobre héroes hermosos. Amar las ‘lenguas muertas’ en esta sociedad, se convierte casi en un acto heroico. Para algunos la poesía también está muerta. La poesía tiene mala fama, pero yo confío en ella. Recuerdo que el recital estaba lleno de estudiantes (asistían por recomendación de nuestro profesor de Literatura). Me pregunté si su iniciativa habría sido buena idea, a muchos podría resultarles aburrido. Y efectivamente, desde el primer momento, unos pocos alumnos no se callaban, a veces no nos dejaban escuchar: móvil, papel volador, carcajada… Guillermo Carnero y Juan Antonio no cuajaron entre la juventud. Al llegar el turno del homenajeado, viejo, pequeño, casi invisible, temí lo peor, sin embargo su voz débil, angelical, y sus más de ochenta años nos deslumbraron a todos. Allí estaba la poesía: un anciano desvelando el mundo cual Zaratustra ante sus invitados. El poeta era el paraíso, Juan Antonio era Roma, y el ‘Aula de Poesía’ una cueva cibernética de pantalla plana donde bucear horas y horas.

02 abril 2008

1. Machine sublime


La voz de Almería, 29 marzo 2008
El otro día fuimos a un edificio abandonado que custodia el final de la playa. Desde allí arriba se podía vigilar toda la ciudad, eran las seis y pico de la tarde y el sol se iba a poner. El cielo tenía un tono anaranjado por el centro y rosado hacia los bordes. El color y la luz de aquella tarde pasaban irrecuperables ante nosotros. Cuando volvimos a la civilización, antes de que oscureciera, discutimos sobre esta ciudad extraña en donde nos adentrábamos. Y es que la luz de Almería enamora. Tantas son las personas que vienen y se instalan en busca de su sol: paisanos o extranjeros adoramos su luz y quisiéramos quedarnos siempre en este espacio caluroso. Pero ocurre algo extraño en el proceso, algo cambia, de repente dejamos de amarla y la magia acaba. Bien lo saben nuestros creadores, todos ellos padecen una relación amor-odio con Almería que es difícil de explicar: esta ciudad supone para ellos un obstáculo, algo de lo que a veces se avergüenzan. Parece que al llevar un tiempo viviendo aquí los ojos se convierten en lentes de plástico y no somos capaces de apreciar la belleza. Amamos tanto este sol que llega a desquiciarnos. Odiamos la ciudad brillante, su luz ya no nos basta.
¿Y a quién le basta entonces? Almería es pequeña, imperfecta, pero tan acogedora como para dejarnos volver cuando la necesitamos. Ésa es la paradoja, su viento y su luz son máquinas destructivas, máquinas sublimes repletas de arte. Salir a la calle, pasear, darse una vuelta por las librerías, por los museos, por la Alcazaba… contemplar el cielo naranja y rosado de la tarde, disfrutar de lo poco que tenemos y casi nunca apreciamos, porque hemos mirado en vano tantas veces, y tantas veces creímos ver.