26 febrero 2012

Me gusta mucho cuando Javier Calvo se pone asqueroso.


Quien haya leído a Javier Calvo sabrá que es un tipo asqueroso, y no como persona -no, no, que como persona es un amor- sino como creador de historias, escenarios y sobre todo de personajes. Yo no he leído toda su obra pero quizá sí la cantidad de libros suficiente (Risas enlatadas, Mundo maravilloso, Corona de flores y El jardín colgante) como para poder hacer esta afirmación... porque sus personajes son repulsivos, de ahí que nos resulten entrañables, de ahí que los amemos y los odiemos, o que queramos saberlo todo sobre ellos. Quien haya leído El jardín colgante (Seix Barral, 2012) de Javier Calvo sabrá que este sea posiblemente su mejor libro por bastantes motivos, pero, sobre todo, por uno en especial: aquí el autor explota ese lado más asqueroso y terrible de su literatura. Ese que tanto nos gusta. Ese que le identifica. Ese que es capaz de crear personajes inolvidables: Sara Arta (mi nueva musa), Teo Barbosa (ídolo para las nenas con vísceras punk) y Arístides Lao (patético, astuto y abrazable)... entre otros.

La historia de El jardín colgante comienza lentamente, como si Calvo tantease el terreno. Al principio uno no no sabe con qué va a encontrarse y sin embargo sabe que le va a esperar una buena. ¿Qué es esto? ¿Una simple novela policíaca? ¿Un rollo extraño sobre la Transición en donde de pronto aparece un meteorito sin sentido? ¿Una radiografía de la Barcelona de finales de los 70 -tan parecida y oscura como la que ya nos retrató en Corona de flores-? ¿Un retrato sobre el nacimiento del punk? ¿Qué es esto? Pero conforme avanza la tensión es cada vez mayor y una tremenda violencia aflora inundándolo todo. Pero no es esta la violencia que se nos prometía. Aquí el terrorismo es sólo una excusa que se utiliza para esconder el verdadera crueldad: aquella que implican las relaciones y reacciones humanas (el miedo, la lealtad, el silencio, la mentira, los celos, la incomprensión). Y es en este momento en donde uno se da cuenta que los personajes de Javier Calvo no son tan asquerosos ni tan repulsivos como parecían. Los pobres son sólo marionetas de un sistema que les empuja a la locura. Los pobres personajes de Javier Calvo son tan humanos como cualquiera de nosotros: sus heridas superficiales les duelen tanto como las mentales. Su mayor temor: que nadie se apiade de ellos.

En El jardín colgante no hay buenos ni malos. No es una novela histórica, no es una novela política, no es una novela policíaca ni mucho menos fantástica. En El jardín colgante lo que importa es La Identidad, y el autor no deja de preguntarse por ella sin desvelar o descubrir en ningún momento a dónde pertenecemos. Calvo destruye España. Calvo destruye la violencia. Calvo destruye las relaciones. Calvo destruye el amor. De este modo la tarea del lector es elegir cuál es su bando, quién es su amigo, o de quién ha de sentir piedad.

Misticismo, empalamientos, drogas, alcohol, punk, vísceras, huevos fritos, puzles, una isla vacía, unos ojos pintados de negro, una mañana blanca y nevada, una vagina desgarrada, un bar Texas (demasiado parecido a nuestro Manchester), una cárcel femenina, un cuchillo de queso y un pezón... esos son algunos de los tags o conceptos que tras la lectura se me amontonan en el estómago. Esas son las imágenes que recreo y las que el autor me regala. Por eso recomiendo su lectura, porque os hará pasar un mal rato como sólo las buenas novelas los hacen pasar. 

Javier Calvo es un tipo asqueroso y por eso lo amo. Dejaos llevar por sus babas. Por sus piel blanca y blanda. Por la oscurísima poesía de su jardín.  

Mudanza (III o IV, ya no sé).


Dos cajas de libros, digo, cómo pesan. Yo llevo mi Kindle, dice, háhá. 

23 febrero 2012

Ven esta tarde, ven al Soneto, ven a besarnos.

Esta tarde en la librería Pequod...
Carlota Moseguí, el autor y una servidora les presentarán...
Los Sonetos de Robert Juan-Cantavella...
Editado por El Gaviero Ediciones...
A las 20h...
On fire...

22 febrero 2012

Poesía última de amor y enfermedad.


Cuando creíamos que lo sabíamos todo sobre Lois Pereiro, la editorial Libros del Silencio reedita Poesía última de amor y enfermedad, los últimos poemas escritos por este fantástico, oscuro y enigmático autor. Cuando creíamos que todo lo habíamos degustado, sus enfermos textos irrumpen nuevamente suponiendo un punto y seguido en su obra (aquí hay eclecticismo, amor suicida, cuerpo débil, impúdica vena) al tiempo que una cima poética, pues, a mi juicio este librito incluye algunos de sus mejores y más importantes versos, no sólo por la temática sino también por la forma, la pulsión, la sensación de dejadez, la muerte. Ese es el tema, La Muerte. La muerte que lo inunda todo desde cualquier experiencia posible: placer o dolor, poco importa porque ella está detrás, porque ella es el fin y porque ella es la causa de que estos versos lleguen al papel y a los sentidos. Cuando creíamos que ya nos habían arrancado la piel, llega Lois Pereiro, breve y agresivo, como una suerte de Panero o Casariego en sus mejores momentos. Así, Poesía última del amor y la enfermedad abre el año poético con una voz y un gusto difíciles de superar. 

17 febrero 2012

La Biblia de Monelle.




one day you see a strange little girl look at you

one day you see a strange little girl feeling blue

The Stranglers


Si me preguntaran por los nombres más grandes de la Literatura no dudaría en responder. Diría tres. Sólo tres. Dos de ellos serían reconocidos por todos, y el tercero (a mi juicio el más importante) les sonaría un tanto anónimo, quizá, por la ausencia de apellido, quizá, porque quien lo porta se denomina a sí misma “la que no tiene nombre”. No me refiero a tres grandes autores ni a tres grandes libros, sino a tres grandes protagonistas, heroínas, prostitutas y nínfulas: Dolores Haze, Alicia Liddell y Monelle. Hay en sus tres nombres una sobredosis de eles que provoca entre repulsión y ternura, una sobredosis de azúcar y éxtasis: Lolita-Liddell-Monelle. Hay en sus tres cuerpecitos el rastro de otros tres cuerpos oscuros y enormes: Nabokov, Carroll, Schwob.

De estas tres nínfulas, decía, Monelle podría ser a primera vista la más desconocida. Sin embargo Monelle también es la más amada, las más deseada, la más parecida a una bruja capaz de conceder todos los deseos del lector y de los hombres; o a una princesita de cuento de los hermanos Grimm, pues como en Las doce princesas bailarinas Monelle tiene once hermanas que la acompañan a lo largo de las siguientes páginas, hermanas tontas y sangrientas, princesas ingenuas y decepcionadas, amigas silenciosas y crueles... o bien, la ramera mágica del primer amor: ella es el desengaño y la pasión que nunca perece, como una huella de sangre de un beso infiel, como una voz bíblica, pesada, y el triste recuerdo de su decepción. Si según Borges los lectores y seguidores de Marcel Schwob constituyen pequeñas comunidades secretas (sin ir más lejos, él era devoto de su toda obra), los amantes de Monelle podrían ser los sacerdotes de esas extrañas sectas en las que la prosa oscura y la poesía macabra del autor sustituyen el Pan y el Vino, y en donde los iniciados deben recitar cada mañana los versículos de la primera sección, Palabras de Monelle, como si de Hombres-libro en Fahrenheit 451 se trataran.

Lo llamaremos La Biblia de Monelle, o como apuntó Ariel Dilon en el prólogo de la edición argentina: El evangelio de la inocencia y la piedad. Versículos, aforismos, nihilismo y anarquía en un texto apócrifo que se encuentra entre la voz de Zaratustra y la del Principito (aunque sólo si éste hubiera leído a Baudelaire, Rimbaud o Dostoievsky antes de salir de su asteroide B-612). Aquí cada cuento de la segunda sección, Las hermanas de Monelle, es comparable a los librillos contenidos en la Biblia cuyos personajes son casi siempre castigados para demostrar una moraleja divina, siendo en este caso la propia Monelle su máximo Dios, pues, en la tercera sección del libro es ella la que guía a los niños vestidos de blanco, con sus túnicas y sus pies negruzcos y descalzos: ¿quién no se dejaría llevar por esta diminuta paladina? ¿Eh? ¿Quién? Si como Diosa también nos miente, también nos seduce con inverosímiles historias y esperanzas: ella es la vendedora de lamparitas de aceite, y al igual que La pequeña cerillera de Christian Andersen, cada luz que enciende para nosotros no es más que un destello de ficción que poco a poco nos conduce hasta la muerte.

Un reino blanco. Un reino que no entiende de reyes porque sólo entiende de Monelle. Esta es la tierra baldía pero luminosa hasta donde “La Que No Tiene Nombre” nos ha empujado. Esta, la comunidad secreta a la que algunos de nuestros contemporáneos también han jurado (con sangre) pertenecer:

De entre el sudor, la oscuridad, el miedo,
el temblor sordo de la vida,
su dura confusión, su almacenar sombrío
surgió aquella niña, aquel rostro que busco
aquel recuerdo triste y esta luz que rescata
una tarde de 1850
aquella niña
y en la habitación vacía
(y ya era tarde)
yo cojo el azul
para ti
aguja que excava la carne que ya no siente
y ya era tarde
pero bajo la noche practicaron su arte.
Leopoldo María Panero


Se llama Louise. Es frágil, menuda y enfermiza,
silenciosa y abyecta. Casi no se la ve.
Sólo hay terror y angustia en los inmensos ojos
que le invaden la cara, dignos de Lillian Gish.
Luis Alberto de Cuenca


Un árbol te observa hacerte mujer desde el centro del universo. Y todo lo que tú quieres es su savia. Apoyarás los labios, como una profecía, en su corteza sangrienta y vieja. Renunciarás al cuerpo que amasaste con arcilla en tu ceguera.

Esa que veo en el mar, se va a transformar en atardecer.

Pero un día llegó por fin; tú, cara desfigurada, me dijiste: «olvídame, y te seré devuelta.»
Ruth Llana

Si me preguntaran por el nombre más importante de la Literatura, lo sé, dudaría en responder, porque habría olvidado su tormentoso apodo. Su difícil disciplina. Su destrucción o su amor. Su enseñanza y su Evangelio desaparecido.

Si me preguntaran por Ella... no lo pensaría dos veces...

Pero olvidadla.

Y volverá a ser nuestra.



***
Mi prólogo para El libro de Monelle, Demipage, 2012 ...la semana próxima en librerías.

13 febrero 2012

El blanco. El blanco. El blanco.


No hay más que luz blanca cuando Teo Barbosa abre los ojos. Un estallido blanco. El amanecer pirenaico que lo invade todo. Un mundo blanco. Y en medio de ese mundo una silueta negra. 
Javier Calvo

12 febrero 2012

Je vous déteste.


No están de moda los pájaros
ya no lo están
los pájaros tuvieron su tiempo
ahora he crecido
ahora he pagado el precio del pico
no están
ni muerden ni estarán
quédate tú con sus heces
hazlas volar.

10 febrero 2012

Las rodillas sucias de Janne Teller.


Janne Teller es la mujer espeluznante. No porque sus relatos sean malos, ni porque ella sea especialmente fea. Es espeluznante porque sus pensamientos dan miedo y retuercen el corazón acongojado del lector conforme avanzan sus historias. Recientemente leí Nada (Seix Barral, 2011) y Ven (Seix Barral, 2012) dos novelas breves de también breves títulos pero de gran intensidad concentrada. Ambas se basan en la brutalidad, en el amor y en la indecisión a la hora de escoger entre importantes opciones. Nada se centra en un mundo más infantil y es una obra maestra; Ven es una suerte de denuncia de los excesos del sector editorial además de una lectura interesante –que, a mi juicio, no llega a la altura de Nada-.

En la primera novela uno siente que regresa a la infancia, a su lado más asqueroso y terrible, ese al que se nos invitaba en otras grandes novelas como El señor de las moscas, La guerra de los botones, Los hermosos años de castigo o incluso El guardián entre el centeno. Los protagonistas aquí son niños casi adolescentes intentando explicar un mundo que no les pertenece y en donde el rencor y el egoísmo se alzan por encima de todo para, finalmente, darse cuenta de que la vida no significa absolutamente nada. Educación, enfermedad e hipocresía podrían ser tres de entre sus más potentes keywords. Con una prosa sencilla, fría y abrumadora, equiparable a la de Fleur Jaeggy, autora de una de las novelas mencionadas anteriormente. Si hay algo que me guste mucho de Teller y Jaeggy es que no son mujeres cursis, afeminadísimas o epígonos (otro más y otro y otro) de una Virginia Woolf sobre explotada por tantas escritoras europeas de nuestro tiempo.

De este modo tanto Nada como Ven son novelas con polvo y costras en las rodillas, como las de los niños malos de los parques. Novelas asexuales. Novelas silenciosas. Novelas de dolor universal. En el caso de Ven, Janne Teller apunta además en una dirección más literaria y política. La conciencia del narrador fluye, se autocritica, se castiga, se cuestiona a propósito de la lealtad, de los mecanismos de la ficción o de los verdaderos fines de su profesión como –respetado- editor. ¿Puede la ficción causar más daños que la realidad? ¿Puede la ficción ser más real que la realidad? ¿Puede matar el personaje a la persona y la invención a la anécdota? Una historia espeluznante, decía, porque Jane Teller es espeluznante. Por eso recomiendo leerla. Porque su literatura es hermosa. Porque su literatura es terrible. 

05 febrero 2012

Black water.




Pensemos en un hospital lleno de gatos
pensemos, los huesos se comen a los huesos,
las uñas son un gesto
el esqueleto felino
su olor
pensemos en gaviotas y en carroña
en ese color que maúlla
en ese color
como aquel momento sólo como aquel momento
en que las ratas se esconden
miau
miau
se esconden porque el cielo habla de tormentas
o ese momento exacto en que hasta el sol se
marcha y el cielo suena vacío revolviendo la mañana
para que caigan sucios sus copos
ese aquel ese aquel miau ese
pensemos quimioterapias y pulmones
pensemos en derramar nata sobre ciruelas muertas
pensemos en ese y en aquel
el gato está en la silla y se ha portado mal como se portan los mundos
cuando maduran
aquí el mundo ya no crece porque hay vacas que nos guiñan el ojo
y aves defendiéndose del cuchillo
pensemos como ciudades como mujeres como mujeres que olvidan
pensemos en el nombre de Joan-Marc
pensemos la lectura en la cocina
la ternura
ahora
ahora que con las flores me mudo a Marruecos
pensemos en el ruido en el premio
en la siesta de los sábados
pensemos que el hospital está lleno de gatos y no hay manera
no, no hay manera de sacarlos. 

03 febrero 2012