Cuvinte pasari cu aripi
de sânge / Palabras aves con alas de sangre
Max Blecher
I
Cuando anuncié en mis
redes sociales que me iba a un festival de poesía en Transilvania,
todo fueron bromas a propósito de vampiros, mordeduras, y demás.
Pero lo cierto es que en Transilvania no hay ni un solo vampiro…
todo lo contrario: cada una de las personas de Sibiu que tuve el
placer de conocer en todo caso se comportó como una extraña donante
de sangre, donante de alegría, donante de literatura. No colmillos.
Sí esa fuerza con la que golpeaban unas palabras que a mí me
sonaban tan lejanas. Perros románticos, en resumen, todos estos
poetas a los que admiré durante mi estancia. Porque sin duda fue una
experiencia bolañesca de principio a fin. Una experiencia verdosa e
inolvidable.
II
Lo primero que veo de
Sibiu es un trozo verde de tierra. El avión está a punto de
aterrizar. Son las cuatro de la tarde y no he comido en todo el día.
En el bolso guardo un par de libros, entre ellos Cuerpo
transparente, de Max Blecher, aquel que Nerea me regaló meses
atrás durante la presentación de La tumba del marinero en
Pamplona. Agarro nerviosa el pequeño poemario y leo al azar algunas
palabras en rumano: Mâinile tale pe capul meu ca doua pe un
singur mormânt. (Tus manos en mi cabeza como dos piedras en
una sola tumba), y entonces el avión cruza el cielo limpísimo
de Sibiu, y el trozo verde de tierra se ve salpicado por ganado de
muelas doloridas y tejados de ojos inquietantes. Vlad y Catalina me
esperan en el aeropuerto. En aquel momento yo aún no sabía que
cuatro días después me despediría de ellos casi llorando de tanta
pena que me produciría pensar que quién sabe… quién sabe cuándo
volveremos a vernos. Catalina (que nació en 1995 y me hace sentir
una señora muy mayor a su lado) me prometerá entonces una visita en
primavera. Salimos del aeropuerto y me llevan al hotel. El verde se
sucede en la ventana y Blecher resuena en mi cabeza. Más tarde
llegaría Radu. Más tarde conocería a Andrea (Italia). A Emilian
(Moldavia) y su mujer. A Tara (EEUU). A Roland (Hungría). Etcétera.
III
Radu es probablemente una
de las mejores personas de este planeta. No hay nadie más generoso
que él. Desde que lo conocí el año pasado en otro festival de
poesía en Bruselas no hemos parado de escribirnos o recomendarnos
lecturas. Conmigo es extremadamente amable y por alguna razón que no
llego a comprender del todo (y que no sé cómo agradecer) no ha
dejado de apoyar mi poesía, dándola a conocer en varias revistas,
antologías o recitales de Rumanía. Radu es una especie de hermano
mayor. Un genio de la literatura. Un buen amigo.
IV
In front of krokodil
we raise our right arm
Our touch the
Place where our heart
used to be
Vlad Pojoga
V
La primera mañana
desayuno muchas cosas con chocolate. Son las nueve y consulto el
correo, atiendo algunos asuntos del trabajo y me doy la ducha más
larga del mundo. Roland se acerca a mi habitación para pedirme pasta
de dientes. Al principio no le entiendo, mi inglés es horrible.
Escribo un mensaje a Catalina para ver si Vlad y ella pueden
recogerme en el hotel y mostrarme la ciudad. Cuando bajo, me
encuentro con Andrea, el poeta italiano que vive en París y que
resulta ser amigo de algunos autores que he leído bien, como Giorgio
Vasta. La noche anterior, durante la cena, estuvimos hablando mucho
de las diferencias entre la cultura española, francesa e italiana, y
convenimos en que la repercusión de la poesía en esos países es
bien pobre. Nada nuevo, vaya. Compartimos algunas referencias: a los
dos nos encantan Bukowski y Cristophe Tarkos. Más tarde en el hotel
pasaríamos un rato viendo el blog en el que colabora, uno de los más
importantes de Italia: Nazione Indiana, y otras páginas de
poetas cuyos nombres apunté por algún lado y ahora no encuentro.
Pero la primera mañana, decía, la pasé caminando por Sibiu con
Vlad Pojoga, hablando de su amor por Max Blecher y de todo el
panorama actual de la poesía rumana. Vlad nació en 1993 (otro que
me hace sentir más que vieja…), trabaja en una editorial (Casa
Editora de Max Blecher), organiza lecturas, traduce a Palahniuk,
traduce del rumano al inglés a sus propios compañeros de generación
y habla un inglés perfecto. Él y Catalina son pareja desde hace
tiempo, están todo el rato juntos y entre los dos publicaron la
antología We fall asleep faster than we used to, en donde
recopilan a varios autores de edades parecidas a las que podemos
encontrar en Tenían veinte años y estaban locos. Vlad y yo
tenemos sueños parecidos. Nos gusta buscar y buscar y buscar nuevos
autores. Nos gusta la edición. Nos gusta ayudar a nuevas voces a
darse a conocer. Nos gusta pasear en silencio, mirando las paredes y
a los perros.
VI
Descanso un rato en el
hotel y a eso de las dos me reencuentro con Catalina en la librería
Humanitas (un lugar estupendo con una buena selección de literatura
extranjera). Ella me lleva hasta una torre en la que Vlad, Andrea,
Roland y Nicolae nos esperan. En la torre vemos una exposición 3D y
contemplamos el “skyline” de Sibiu. De nuevo el verde asoma en el
horizonte. Hay alguna nube. Abajo suena la música choni de la
Octoberfest. Lo verde: tan de Sibiu. Lo choni: tan universal.
VII
Como polenta, queso y
sopa de verduras. Cada vez se nos suman más poetas. Todos beben
alcohol como cabrones. Especialmente el moldavo, con su cerveza
negra. El moldavo de ojos azulísimos y risa de ruso.
VIII
They called me to sing
for the dead
While they were
playing cards
Drinking vodka and
telling
Stories
Nicolae Avram
IX
Primeros recitales:
Florin Irau, Andrea Anglese, Teodora Coman, Vlad Dragoi, Rita
Chirian, Ioana Vintila, Tara Skurtu y Cristina Jidveianu. Las
palabras en italiano, en inglés, en rumano. Ioana tiene quince años
y una fuerza increíble. Dragoi presenta su primer libro del que
puedo leer algunos versos en inglés e intuyo a un genial poeta que
bien podría pertenecer a la Alt Lit. Tara lee un poema alucinante
sobre un pájaro muerto (me encantan los poemas sobre pájaros, me
encanta su poema sobre pájaros, me encantan los poetas que matan
pájaros con sus palabras). Andrea me regala su libro. En la
antología común leo esto y lo subrayo inmediatamente: I cannot
not tell my story. I call this: autobiographical calamity. Cuando
Rita sale a leer me emociono demasiado. Su poesía sobre la
enfermedad, sobre los desórdenes mentales. Su manera de leer.
Llevaba tanto tiempo deseando conocerla. Es tan guapa. Tan
entrañable… Más tarde las cenas. Las risas. El pub (cuando
llegamos suena Ramnstein “te quiero puta” y reímos). Luego la
discoteca: Daniel, Nelu, Krista, Andrea, Dragoi y yo. Cantamos
canciones rumanas como si realmente las conociéramos de memoria
(ellos probablemente sí, Andrea y yo lo hacíamos gracias al
tequila). Allí la noche es muy barata. Invito a cerveza a esos
jóvenes poetas, porque ya (y para siempre) son mis amigos. A las
seis de la mañana llego al hotel. Puedo hablar un poco con Ibrah por
Internet. Me manda fotos de los gatos. Me echa de menos. Yo también
a él.
X
Along the spine
Slips the blade of
scissors
The black curves
The ligaments snap
Never the skull
Andrei C. Serban
XI
El sábado por la mañana
consigo reunir los trozos de mi cerebro que perdí la noche anterior.
Desayuno. Me ducho. Segunda tanda de recitales a las 11 de la mañana:
Andrei Bodiu, Roland Orcsik, Daniel Coman, Stefan Manasia, Martin
Woodside, Sinzania Sipos, Andrei C. Serban, Krista Szocs. Después
pausa para la comida. Visita al museo. Tocar a los gatos gordos que
viven en el museo. Comer queso (más queso, sólo queso). Paseo con
Catalina (me casaría con ella). Conversación sobre vampiros (sí,
que no hay vampiros en Transilvania, joder). Sus ojos son intensos.
Me habla de sus proyectos de novela. Vuelta a la librería. Aurel
Pantea. Luna Miguel. Catalina Stanislav. Nicolae Avram. Romulus
Bucur. Vlad Pojoga. Ioan Serbu. Emilian Galaicu-Paun. Rita lee mis
poemas en rumano y lo hace mejor que yo en español. El festival
termina y todos estamos absolutamente satisfechos. Felices. Compro
muchos libros. Muchos libros. Muchos libros. Vuelta al hotel a
recoger los trozos de mi alma que el cansancio me quitó. Otra ducha.
Tiritas. Me pongo guapa. Es hora de cenar.
XII
If i die i’ll let
you eat
Me if you die you’ll
Let me eat you yes
Vlad Dragoi
XIII
Para un vegetariano es un
poco difícil salir del país. Esto lo sabe Ibrah, que hace un mes
estuvo en Kosovo y le fue tan difícil encontrar algo sin carne. Como
cosas con queso por cuarta vez consecutiva. Bebo mucho vino blanco.
He hecho bien al sentarme junto a Radu porque la noche, a pesar del
cansancio, promete demasiado. Demasiado perra y demasiado romántica.
Hablamos de libros. Hablamos de Bolaño. Hablamos de belleza… y de
pronto… hablamos de pollas. ¿Qué? Roland y Tara empiezan a
escribir insultos en húngaro y a traducirlos al inglés. La libreta
de Tara, cuyo título es “Romania. Book”, se acaba convirtiendo
en una especie de “Biblia para hacer amigos en el extranjero”.
Curiosamente son los insultos croatas los que ganan por encima de
todas las cosas. Florin dibuja una polla. El cuaderno florece de
sexos. Pienso entonces en García Madero, y en Los detectives
salvajes. Pienso en lo salvajes que estamos siendo esta noche
entre vodka, vino y cava. Somos salvajes y reímos como salvajes. Qué
amistad tan extraña nos une esta noche. Y jugamos al mejor juego del
mundo jamás imaginado. (Un juego, me cuentan, que ya es tradición
entre los literatos rumanos). Radu dice: “tenéis que imaginar un
cuadro, ¿sí?. Un cuadro en el que aparecen dos hombres dándose por
culo. Ahora tenéis que pensar en vuestros libros favoritos. ¿Vale?
Cualquiera de los títulos que elijáis le irá como anillo al dedo
–lol-, a ese hipotético cuadro. Veréis”. Efectivamente: Furor
y misterio ¡hahaha!, Música de cañerías ¡hahaha!,
Indignaos, ¡hahaha!, Cien años de soledad ¡hahaha!,
Una temporada en el infierno ¡hahaha! Salvajes como perros
terminamos la noche bailando de nuevo. Me quedan pocas horas para
abandonar la ciudad verde de ojos en los tejados. El tequila termina
de destrozarme. En la habitación, de madrugada, me doy la tercera
ducha del día. Soy una perra romántica aullando en soledad.
XIV
Maybe solitude
Has eventually
distended
The empty romos among
synapses
“We must examine our
pain”
Rita Chirian
XV
Radu Vancu: hermano,
amigo
Catalina Stanislav: ojos
azulísimos, cándidos
Vlad Pojoga:
inteligencia, juventud
Rita Chirian: la admiro
tanto
Andrea Inglese: elegancia
Roland Orcsik: alegría
Emilian Galaicu-Paun:
literatura europea
Nicolae Avram: jazz
Stefan Manasia:
canibalismo
Vlad Dragoi: Depeche Mode
Tara Skurtu: corazón
Martin Woodside: belleza
californiana
Florin Iaru: alcohol
Ioana Vintila: el futuro
…
XVI
Con una resaca infinita
me encuentro en medio del campo. No sé cómo he llegado allí. Quizá
en el coche de Rita. Martin, Vlad, Catalina y yo miramos los ponis y
los perros vagabundos. Aquello era un palacio. Mi men te es tá en o
tro la do to do es muy muy muy muy verde. En el coche suena Radiohead
como un himno. Un gran himno al bosque verde que nos rodea.
Mi men te.
Mi es tó ma go.
Mi do lor.
Mi ver de.
Medicina.
Comida china.
Me llevan al aeropuerto y
siento que me mareo.
Abajo lo verde.
El ganado ya no nos
salpica.
Las turbulencias me
envenenan de miedo.
Abajo mis amigos. Los
perros románticos.
Jamás vampiros.
Yo los vi bajo la luz del
día y todos resplandecían.