Diario
Leo L'etranger. Versión de bolsillo. Cuatro euros y cincuenta y cinco céntimos. Voy por la misma página que tú. Por la misma línea. Aquí y allí el autor dice: mar. Leo a Gil de Biedma porque sus amigos vivos hablan de él como un muerto. Aquí y allí el autor dice: espejo. Leo a Ullán, a Kafka, a García Márquez. Leo y te leo a ti. Desnudo frente a mi pantalla. Aquí y allí, filtro de color helado. Leo a Casanova porque los vivos hablan de él como un niño muerto. Aquí y a ti. Dices: esto ya no es un poema.
Manifiesto sub-realístico
Me acerco a tu Manifiesto Hovno y recuerdo al Bohemio. Al Bohemio Enrique anudando sus dedos en una barba de angelito. Podrías haber sido tú. Podríamos haber estado juntos en ese momento. En el lugar de la playa. A los diecisiete años y una botella de tequila. El más barato. El de los poetas. Tú y el Bohemio erais la misma persona. Tú, y mi amigo esquelético, acariciándome la mejilla. Como tú él y yo decidimos planear un manifiesto. Salvaremos el mundo, pensamos. Salvaremos al cuerpo adolescente que nos habita. Sin bolígrafo mordisqueado sino a teclado limpio, enumeramos las órdenes de la sub-realisticidad, escribimos sobre el mirlo, sobre el gorrión desértico. Despreciamos a nuestros profesores. Despreciamos a nuestros poetas. Comprendimos que la destrucción era el lugar idóneo para la literatura. (Destruye, destruye, destruye, nos ordenó Monelle). Dijimos asco a la ignorancia. Hicimos fotografías a los gatos del paseo marítimo. Arrancamos vinagretas del asfalto. Real visceralismo. Pink Floyd. Camisas de cuadros. Me acerco a tu mentón. Recuerdo las sendas de nuestro aburrimiento.
1975-2010: mutación
El mundo ha mutado: y no seré yo quien te recomiende volver. No resucites, mierda, quédate donde estabas. En esta vida nueva llorarías por tus poemas. En ellos dices que solías sentarte frente a las cabinas telefónicas. Que contemplabas las bocas imaginando sus lejanos destinos. En esta vida nueva no quedan apenas cabinas. En mi barrio han arrancado la última. La quitaron, de cuajo, y en el suelo quedó un cuadrado gris. Un agujero. Una puerta a otra dimensión habitada por las cucarachas carnívoras de la ciudad. Nada de cabinas. Nada de susurros sin monedas. Si estuvieras aquí, conmigo, en esta vida nueva tendrías un celular Nokia con cámara de infinitos megapíxeles y conexión a tu bandeja de entrada, y sudokus o tus tracks preferidos. Y entonces, cuando la noche te aprisionara como dices que te aprisiona. Cuando no supieras qué hacer y no encontraras cabinas de enamorados con las que reconstruir el cable eléctrico de tus venas. Entonces. Sabrías que algo ha mutado. Que las cucarachas del agujero son cada vez más monstruosas. Que estas sólo. En esta vida nueva. Que no conoces a nadie. En esta vida nueva. Que ya te lo dije, repetiré. Que estabas mucho mejor ocupando el lugar de las estrellas.
Diario II
Veo Gritos y susurros de Bergman. Y también veo Matrix. Y Juno. Y sueño con el agente Smith dejando preñada a una niña de quince años.
Veo Gritos y susurros mientras tú procuras describirme el silencio: que si a veces es el máximo dolor, que si en otras ocasiones la cima de la alegría.
Será la lluvia, o que yo soy más moderna que tú, te digo, pero a mí me gusta más el ruido.
El ruido de los raíles chirriantes.
El del metro que entra a la estación
y justo en ese instante break the silence con máxima violencia.
¿Oyes eso?, pregunta el agente Smith: es el sonido de la muerte.
¿Y qué es la muerte?, me desafías.
Es el silencio y el ruido al mismo tiempo, creo responder.
Vale. Estamos en paz.
Girls don't cry
Hoy soñé con todas ellas. Con Irene abandonada. Con Cari, La Voz, Dido, espada de plata. Con Luna: la que sólo te amó. La que sólo a ti te amó. La que te besaba. ¡AHH COÑO! Loca por ti. Con sus rojos y carnosos labios. Hoy soñé con ella. Dijiste: llorará un par de semanas y se le pasará. Pero tú no sabes. Tú no sabes que las chicas no lloran. Que aquí la única lágrima es tu minúscula gota de semen sobre su rodilla. Hoy soñé. Que la luna gemía. ¿Y tú? ¿Llorarás tú?
Un poema
inmortalidad de la nada/ las luces en tu frente mueren azules/ las luces en el alma,/ enfermedad,/ de tu torso desnudo nazco sin piel/ de tu torso de poeta/ muero aprendiz,/ enferma,/ inmortalidad, nada/ belleza/ nada/ juventud/ nada.
Luna Vorace
Quería casarme con ellos. Tener hijos con ellos. Llevar todos sus apellidos de casada. Cocinar para ellos. Cortarles las uñas de los pies después de la ducha. Prepararles las camisas. Regalarles los cuadernos. Apretarles los granitos de la espalda. Hacerles el amor en el escritorio. Soportar que se marcharan con otras. Soportarles borrachos. Soportar sus manos sudorosas después de la pelea. Quería ser Luna Caulfield. Luna Chinaski. Luna García Madero. Luna Berg. Luna Incandenza. Luna Bandini. Mis pequeños maridos adolescentes. Les lavaría la boca con jabón –en tantas ocasiones-. Les prohibiría beber Cocacola más tarde de las diez. Les diría Eso no se hace. Dame la mano. No seas malo. Anagrama como agencia matrimonial. Amores de bolsillo. Quería casarme con todos ellos. Quería ser poeta, como todos ellos. Quería pene y pecas. Pelo sucio y moratones. Tirantes. Uñas negras. Los quería tanto. Tanto, te añoro, mi lindo Vorace.
Azul, lila, rojo
Estoy soñando, literalmente. Otra vez. Estoy leyéndote. En la última página del Don. De tu único don que es llamarme. Estoy mirando, realmente. Miro al espejo y te veo a ti mismo en una aureola roja. Sobre mi seno azul, morado, de mordiscos. Estamos tú y yo en uno. O eso leo. O eso veo. O eso sueño cuando tengo tu Don. Bajo las nubes que son hombres y son mujeres. Bajo las nubes como animales. Estoy mirándote. Miro. Literalmente. Tu dedo en mi herida, invocándome, cual sombra futura. Compartiendo un espacio y un tiempo que no nos pertenece. Mil novecientos noventa: tus poemas y mi parto. Dos mil diez: mispoemastuspoemas. Mi prosa, la tuya. Prostitutas, ambos, de la tinta. Somos pájaros muertos. Literalmente.
Con el sexo entre las manos.
Con las aves tatuadas en los brazos.
Con el azul, el lila, el rojo.
Colores que son nuestro Don.
Diario III
Me llamo Félix Francisco Casanova. Mi padre es cura y mi madre no tiene pestañas. Nací hace diecinueve años en Tierra Baldía, provincia de Interzona. A la edad de siete años me trasladé al norte. Mis padres me enviaron a un colegio de insectos para aprender francés. Fui feliz. Fui muy feliz durante toda mi infancia. Mi primer libro serio lo leí a los once años. Mi primer libro y único fue Memorias del subsuelo de Dostoyevski. Después de aquello no volví a leer. Para qué. Allí ya me lo contaban todo. Allí ya descubrí la pereza del mundo, la nieve del mundo, la enfermedad del mundo o universo. A los catorce años volví a Tierra Baldía. Por aquel entonces había terminado el primer tomo de mis obras completas “Sonic Youth” lo titulé, pero yo jamás tendría la oportunidad de escuchar a ese grupo de los ochenta. Mi madre despestañada me regaló a los quince un tocadiscos. Aprendí enseguida a tararear los éxitos de Love. Antes de cumplir los dieciséis ultimé el segundo tomo de mis obras completas. “El niño del pelo rizado”, y eso que David Foster Wallace, en aquel año, aún no había escrito ni un sólo relato. A los diecisiete follé. Sólo follé. A los dieciocho me echaron del supermercado por masturbarme en la sección de cosméticos. El olor de los pintalabios me volvía loco. Terminé mi obra con “Lipstick moon”. Y eso que aún no te conocía. Y eso que aún no habían nacido tus dientes. Y eso que aún... A los diecinueve profeticé. Entendí. Decidí mi destino. Quise ser punk. Antes de cumplir los veinte me adelanté a Kurt Cobain. Y fui Eduardo Benavente. Y morí. Cual Ian Curtis. Y ahora estoy aquí. Contigo. Escribiendo sobre ti. ¿Acaso no me escuchas teclear? ¿En este subsuelo baldío? ¿Acaso no me ves?
Una canción
Because we're young, because we're gone/ we'll take the tide's electric mind, oh yeah? oh yeah/ we're so young and so gone, let's chase the dragon, oh/ Because we're young, because we're gone
We'll scare the skies with tiger's eyes, oh yeah? oh yeah/
Cumplir veinte años
Ya no hay nada que hacer.
Nada salvo aprender a vivir resignada y sucia.
Blanquecina y cobarde: que no sé suicidarme.
Que no sé no cumplir veinte años.
Que con el miedo: con el miedo a las cuchillas y el gas Con el miedo a las píldoras maravillosas que arden e infectan el estómago de muerte prematura. No hay nada: no amantes. No a la unión de versos y sangres. Ni la burla siquiera: Rimbaud, joder, vete a cazar elefantes.
Y nosotros, pieles pálidas Ya no hay nada que hacer.
No nos quemará el sol viejo. Maldito mundo anciano que me obligas a heredar. Maldito mundo gira. Maldito mundo mierda. Maldito mundo nada donde apenas permanezco.
El don de Casanova
Die young, stay pretty:
o el Don de la ebriedad, o el Don de las vocales azules, o el Don de la inmortalidad. Porque soy un buen momento para que no te mueras. Tu Don: el inmortal. Me engañaste con tu palabra. Me heriste y yo te amé. Me engañaste y eras poeta. Y no eras un Dios moreno y lánguido. Desapareciste en mis manos, te desvaneciste. ¿Inmortal? ¡Ridículo!
¿Quién eres tú para morirte, dime, quién eres para pactar con la literatura
este entierro interminable?
Die young stay pretty.
Die young stay pretty.
Die young,
stay pretty.
*Nota: Die young stay pretty es una canción de Blondie. Algunos versos en cursiva pertenecen al propio Félix Francisco Casanova y están contenidos en su diario. Inmortalidad de la nada hace referencia a un título de Ángel González. Luna Vorace es una variación de Poliandria, texto publicado en mi blog personal. Una canción es un fragmento del track So young, de Suede. Todos los fragmentos son un juego de voces, un diálogo caótico entre el poeta muerto (sus diarios, sus poemas, su novela) y esta aprendiz extrañamente viva.
**Nota dos sobre la nota uno: este texto fue publicado en el número 318 de la revista Quimera en un especial dedicado a Félix Francisco Casanova. Este texto es una propuesta de Jaime Rodríguez Z., el redactor jefe de la revista. Aquí os dejo el PDF completo.