Entran Antonio y
Cleopatra con sus séquitos; los eunucos abanican a Cleopatra.
Cleopatra:
Si me amáis
verdaderamente, decid cuánto me amáis.
Antonio:
Es muy pobre el amor
que puede contarse.
William Shakespeare
1) Triunfal, el hombre
deposita su tacto entre dos cuerpos lechosos, igualmente blancos,
igualmente redondos, uno quizá más suave, el otro quizá más
delgado, pero dos cuerpos que se rozan sin la timidez de las
películas cursis, dos cuerpos que huelen a animal, que sudan como el
animal y atienden a las convulsiones...
2) Hemos aprendido a
vencer los celos y por eso estás aquí y nos quieres como nosotros
te queremos.
3) Somos tres tristes
gatos pelados, enfermos, tres gatos que ríen ante los ojos de otra
mascota escondida ante el canto del sintetizador.
4) Triunfales, dos cabezas
femeninas sobre el mismo pecho, dos manos femeninas sobre el mismo
corazón, porque no eres más intrusa que el cariño, eres sólo el
fin de una tarde, eres el amor que extrañamente te
guardábamos.
5) Por eso sabemos
despreciar lo innecesario de un hipotético dolor.
8 comentarios:
Puedo palpar sus latidos desde aquí, el amor que quiebra las respiraciones, que envuelve los cuerpos como sudor caliente.
Cleopatra se tenía que haber abierto un blog, esa herramienta que sirve para que nos digan cuánto nos aman o nos odian, en su defecto.
"El amor en los tiempos del cólera" es mejor que medio sexpear. Su autor, el mejor escritor vivo.
:) qué bonito, Luna.
UN TRÍO? CON QUIÉN!
Amo aquellos tiempos del cólera. La gente se retorcía de quién sabe que males que entraban contracorriente del magdalena, pero había sexo y era lo precioso para ese mundo descolado del mundo. Mis escritores no escribían porque apenas tenían tiempo para la luna que despuntaba en los ojos de una potranca de gruesos muslos. Pero al caso. Luna, que derramas fervor cual borracho que no repara en la otra cerveza y entonces la descuida, y la riega sobre algún linóleo de hule delgado, luna, tú, fascinas a todos mis lectores aquí, y somos más de uno, lectores más, leyentes menos; nada, pues, nos cruje más que el corazón a cada inopinada entrada que la luna ora por arisca ora por pilluela saca a la luz terrígena donde todos estamos todos apiñados a nacer otra vez contigo si no con quién, vos que narrás a vuelo de pluma, suelta del cabello hasta las uñas de tus pies, que también deben de estar sueltas atravesando legiones de mundos-insectos, porque sé que cada parte de tu cuerpo es un insecto que no tiene nombre, pero al que hay que nombrar porque la vida lo exige, a cuál más voz extraña de la vida lo exige. A veces repito luna por muchas veces, luna en los sueños, luna en los abriles, luna en el espejo, luna en los platos, luna en labios que veo saltones por la calle como si por sí solos caminaran, sin el cuerpo que tanto los afea, luna en las quinielas más competitivas que hacemos con mis hermosos amigos de barrio, luna en los cascos de aguilones vacíos, luna, pues, en la faz de la tierra. Ayer tarde por la hora en que veo fugarse los crepúsculos, fui abrasado por una idea. Más tarde, mis amigos se burlaban de mi piel que se caía a cachos. Vine luego corriendo despavorido a leer uno de tus poemarios. Tengo dos. Cada palabra de tu idioma, cada señal, sumaban tiempo a mis delirios que se prolongaban hasta la hora de volver a aullar tu nombre. Eso fue antes de las doce. Así eres de eficaz. Luna de mi sexo antojadizo.
No andará Laura en ese revoltijo....?
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