vivimos para morir
morimos para vivir
Nishiwaki
Junzaburo
una polilla gris y marrón choca contra mi
muslo
y me hace daño
en la piel una mancha roja
en el suelo la polilla no sabe despegar
mi marido se prepara para la foto
sus dedos en forma de uve me recuerdan a
unas alas
atrás el templo
no sabría describirlo
gris y marrón polilla
gris y marrón ancestral
mi marido tiene el rostro encendido por
el sol
está descalzo y unos monjes cantan
mi marido sostiene ahora la cámara y yo
me arrimo
a dos budas de piedra intentando no pisar
el cadáver de una polilla que sin
quererlo
yo he matado
no conocemos el nombre de este templo
pero echamos monedas
nos lavamos las manos y la boca
rezamos con las palmas muy juntas
y la mente tímida
en la pantalla la foto da cuenta de mis
heridas
en la piel una mancha roja
en el suelo las hormigas rodean al gran
insecto
todo es puro
incluso si toco el cadáver todo es
perfecto
el ángulo de tus dedos sobre un fondo de
árboles
el ángulo de mi rojez o mi piel asesina
el ángulo de los ojos azules del templo
el ángulo de todas las muertes
que nos hicieron daño
Shibamata, Tokio,
31 de julio de 2015
5 comentarios:
tu piel condenada a cadena perpetua en el mundo de las polillas suicidas
Las polillas buscan la luz.
Me gusta tu blog.
Te sigo.
MA.
El blog de MA.
Me ha gustado mucho el poema. Tiene gran simbolismo. He seguido tu viaje por Japón en insta, es muy interesante relacionar el viaje con los sentimientos que se ponen en él o que se encuentran en el destino al que vamos. Un abrazo.
Muy bueno. Me han entrado ganas de viajar y de llorar al mismo tiempo.
La luz no puede evitar que la polilla muera abrasada a veces.
Un saludo
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