28 diciembre 2014

Todas las cosas que quería deciros pero que al principio escribí en algún lugar poco visible de mi mente.

Tallulah Fontaine

hubo un tiempo en que la vía láctea era un listón de leche
y los dioses brillaban en el cosmos (perdidos en el espacio:
peligro, peligro, peligro)
y que la galaxia era inmensa
y cada vez estábamos más cerca
José Eugenio Sánchez

Me doy cuenta de que la iglesia está vacía, no como las otras iglesias donde los turistas comen castañas y beben cocacola helada como si fuera agua bendita.

Me doy cuenta de que hay una señora rezando y de que yo no sé rezar pero pongo una vela porque arriba San Camillo me está mirando con las manos, no con los ojos, con las manos llenas de sangre de alguien parecido a un Jesús enfermo.

Me doy cuenta de que el nombre de Jesús retumba en mi corazón como un acorde incomprensible, como un ultrasonido azulado.

Me doy cuenta de que he escrito cozarón en lugar de corazón, porque mis dedos se confunden con la tinta, porque nunca escribo a mano ya, porque mis manos sangran con las de San Camillo en una iglesia minúscula del centro de Roma.

Me doy cuenta de muchas cosas que me hacen sentir verdaderamente estúpida.

Me doy cuenta de que sólo quiero hacer galletas porque he releído un poema titulado “Qué bien, tu madre ha hecho galletas”.

Me doy cuenta de que el azúcar duele en la panza. De que la masa de harina y huevos ya no es masa sino un trozo más de mi piel, de mis manos tan pulcras y ateas.

Me doy cuenta de que en el ghetto judío de Roma los enamorados comen alcachofas y de que cerca de la Piazza della Rotonda todos los edificios están iluminados por el calor de las familias que rezan dentro.

Me doy cuenta de que soy una turista más, caminando enamorada por los estómagos del 24 de diciembre.

Me doy cuenta de que creo en la Navidad, de que creo en la Alegría, de que creo en la Esperanza, de que creo en la Santidad, de que creo en la Salvación de los demás pero nunca en la que me habita.

Me doy cuenta de que estoy sucia.

Me doy cuenta de que estoy engordando.

Me doy cuenta de que el sexo duele más cuando acaricias que cuando presionas.

Me doy cuenta de que soy egoísta.

Me doy cuenta de que nunca he rezado pero pongo una vela a San Camillo, sanador de los enfermos, capillita de cielo violeta, virgencita de las oraciones tiernas.

Me doy cuenta de que aquí todo son piedras, de que cuando muramos seremos piedras, de que sólo las piedras significarán lo que fuimos y de que dentro dos mil años los gatos robóticos pasearán presumidos por las ruinas de una civilización parecida a esta.

Me doy cuenta del frío. De mi cara hinchada por el azúcar. De mis pezones durísimos apuntando al infinito.

Me doy cuenta de que no sé mucho.

De que al otro lado de esta vida nadie me responde, pero yo quiero seguir hablando.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Eres adorable, y miles te escuchamos. Y te mandamos abrazos y cariños desde tantos sitios

el lector dijo...

"...pero yo quiero seguir hablando."

Luna Miguel dijo...

Abrazos

el reino encantado de Casiopea dijo...

Gracias a ti he conscious la poesia, y ahora estoy obsesionada con ella y no paro de leer.

Unknown dijo...

Me doy cuenta de. Percibo. Siento. Vivo

ddandres dijo...

Es hermoso.

Hombre de arena dijo...

"¡Ah de la vida!"... ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.

¡Que sin poder saber cómo ni a dónde
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.

Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue, y un será, y un es cansado.

En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.

Francisco de Quevedo