Uno. La labor como
poeta de Natalia Litvinova me recuerda a la de un periodista
brillante, esto es, a la de un interrogador tenaz, aquel que siempre
consigue la mejor declaración, la frase exacta del testigo exacto en
el también exacto momento... Natalia Litvinova es la
periodista-poeta, y perdón si suena un tanto extraño, pero
es que no puedo imaginarlo de otro modo. Veamos:
Dos. Natalia
está en un bosque.
Natalia
está en un campo helado y lleno de caballos tristes.
Natalia
está en el mar.
Tres.
Natalia está en un bosque e interroga a los árboles.
Natalia
está en un campo helado y pregunta a las pezuñas de los tristes
caballos.
Natalia,
que investiga a cada pez, a cada ola, a cada rastro de espuma: está
en el mar.
Cuatro. Así es
Grieta, el último libro de Litvinova, una sucesión de
preguntas con respuesta. Una sucesión de sugerentes y suaves
imágenes. Limpias palabras con las que consigue retratar sensaciones
terribles (el momento del amor, el momento de la pérdida, el momento
del adiós, el momento del descubrimiento, el momento justo después
de la angustia... y así).
Cinco. Ella
dice: El amor roe
prolijamente mi cuerpo./ Es rocío animal.
Seis. Su
labor como poeta es única. Original. Suya. Y no lo digo yo, lo dicen
todos. Y no lo digo yo. Lo dicen todos los pequeños poetas que,
asustados, imitan cada uno de sus gestos.
Siete. Ha tenido
suerte, Litvinova, porque su herencia Literaria es grande. Sus padres
tienen acento de Pizarnik -por ejemplo-, sus abuelos tienen acento de
Ajmátova -por ejemplo-. Pero esto es fácil decirlo porque salta a
la vista. Litvinova es de esa estirpe de mujeres de corazón helado y
caliente al mismo tiempo. De esa estirpe de hombres que viajan. E
incluso de esa estirpe de pájaros ¿por qué no? ¿Qué podría
impedirnos decir que Natalia Litvinova pertenece a la inmensa familia
de las aves?
Ocho. Ha tenido
suerte pero también ha trabajado. Y mucho: sus versos no son
palabras al vuelo. No son ideas de aquí y de allá. Puede que sean
breves, pero resisten. Breves como piedras que tanto han visto y
tantas veces han sido pensadas. Natalia nunca habla en vano. Natalia
no se regodea en su dolor. Natalia nos entrega una grieta porque
antes ha sabido burlarse de ella.
Nueve. Ella anota:
Todo sucede cuando no puedo verlo./ Dormí semanas bajo el
limonero para recibir el nacimiento de su fruto./ Un día amanecí y
allí estaba, carnoso y cerca, esperando desde siempre./ Como si la
tierra me hubiera dado a luz.
Diez. La labor
como poeta de Natalia Litvinova me recuerda a la de un vientre. Qué
fértil es y cuánta esperanza alberga. Adoro a esta poeta, os digo,
porque me hace sentir afortunada. De vivir el mismo mundo que ella
vive. De vivir el mismo tiempo que ella vive. De leer el mismo aire
que ella nos describe.
3 comentarios:
Sí que somos afortunadas: al menos de conocer a una poeta.
Me has dado ganas de leer "Grieta". Quiero y debo.
Soy yo la afortunada, de leer en vida esta apreciación, de recibir comentarios de los lectores, de escribirles en el silencio de alguna voz alta.
Gracias Luna por estas palabras tan tuyas y por tu lectura.
Natalia
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