Uno.
El libro de David Meza que El Gaviero Ediciones acaba de publicar no
es otra cosa que un cofre repleto de joyas. Algunas menos pulidas,
brillantes, o fascinantes que otras. Pero todas joyas, al fin y al
cabo: un cofre repleto de demasiada belleza. No soy la primera
lectora que se siente abrumada por este exceso de brillo. Sin embargo
este “principal problema” en la poesía de Meza, es también su
“principal virtud”. Lo hablaba con los editores. Hay en el autor
una mezcla explosiva de ingenuidad y maravilla que convierte grandes
versos en versos menores, y malos versos en diamantes brutos. Es
extraño este efecto. Es extraño y por eso nos aturde. Por eso
nos deja sin aliento y así nos traga. Por eso queremos formar parte
de él.
Dos.
El libro de David Meza se titula El sueño de Visnu, y
contiene las dos primeras partes de otras cinco que ya irán
apareciendo en la misma editorial. Mi preferida hasta el momento es
la primera, quizá por ese toque femenino, por esa narradora que el
poeta elige para que nos cuente su vida. Su delirante y poética
vida. Su vida que no es sino una crítica a un país (México), un
reflejo de una tradición, y un dardo a una generación (aquella que
celebra y a la que anima, aquel 1990 que tanto significado y
color cobra en este texto).
Tres.
Precisamente David Meza me recuerda a Roberto Bolaño. El
sueño de Visnu podría ser una especie de nueva versión de Los
perros románticos, o bien, el propio David Meza podría
representar un retrato en carne y hueso de nuestro querido García
Madero, protagonista de Los detectives salvajes. Pero esta
comparación no es tanto de estilo como de espíritu.
Estilísticamente hablando El sueño de Visnu guarda una voz
con ecos de Juan Carlos Mestre, Leopoldo María Panero o incluso
Pedro Casariego Córdoba. Su poema es el del gran aliento, con ese
rasgo narrativo que ha caracterizado algunos de los grandes poemarios
de nuestra quinta. Hablo de El fósforo astillado, de Juan
Andrés García Román, o de Tara, de Elena Medel. Voces
brutas que narran, cantan, pesan.
Cuatro.
El libro de David Meza es un logro y una esperanza. Una piedra que
nos llega desde el otro lado del charco -ese lado al que, a veces,
poco miramos- y que empieza a llamarnos cargado de voces distintas y
de juventud. Junto a la suya, me emocionan también otras poéticas.
Las de Natalia Litvinova, Kevin Castro, Daniel Saldaña, Miguel
Avero, Daniela Camacho, Agostina Ciccone, Lucas Ruppel, Carolina
Quiñonez, Yaxkin Melchy, Karen Valladares... ¿Quizá El sueño de Visnu sea
el comienzo de algo más grande? ¿Quizá no sólo la muerte de
México será hermosa, sino también la muerte de América, la
muerte de Europa, la muerte de toda palabra que imponga frontera?
¿Quizá es a este feliz flujo de palabras al que Meza canta en su
fabuloso manifiesto? ¿Quizá...?
Cinco.
Terminaré este post, entonces,
con una cita. Con Esa cita. Juzgad ahora vosotros:
A
las siguientes generaciones. Manifiesto.
Quiero
que la muerte de México sea hermosa
Quiero
que su muerte sea un acto bello e inexplicable como los pájaros
Quiero
que el pasado sea un hecho maravilloso que se forja en el futuro
Quiero
que mi nombre sea la vida
Quiero
que América se desdoble y se muestre como un acantilado de ovnis
Quiero
que mi sexo sea la vida
Quiero
que la tradición literaria de las personas sea el movimiento de las
cometas
Quiero
que mi patria sea la vida
Quiero
que los literatos suban de nuevo a los árboles y renombren cada
noche las constelaciones del abecedario
Quiero
que los poetas dejen de llamarse poetas y comiencen a llamarse sueños
y que los sueños comiencen a llamarse estrellas o luciérnagas o
arroyos o triciclos
Quiero
que la juventud sea una postura frente al mundo y no una postura
frente a los años
Quiero
que la poesía se confunda con la narrativa y la narrativa con un
tratado científico y este con un nuevo sistema planetario
Quiero
que mi clase social sea la vida
Quiero
que los poetas tengan miedo a la inmortalidad y a la permanencia
Quiero
ser llamado universitario no por estar en la universidad sino
por estar en el uni-verso
Quiero
que el poema se confunda con un tratado filosófico o un tratado
político o un venado herido en la mitad del bosque
Quiero
que mi nacionalidad sea la vida
Quiero
que cuanta persona lea este manifiesto lo destruya y construya
otro más auténtico y hermoso
Quiero
que los grupos literarios de esta época contemplen entre sus
integrantes a las rocas y a los ríos y a los superhéroes del
espacio
Quiero
que los artistas arrojen sus obras a los mares y comiencen a
escribir sobre sus cuerpos
Quiero
que mi edad sea la vida
Quiero
que la literatura universal sea llamada en el futuro la historia
de la preliteratura
Y
quiero que los poemas más hermosos de mi generación sean
escritos en las paredes del metro
(David
Meza)
5 comentarios:
Totalmente de acuerdo con eso de que todo son joyas, con eso de su brillo y con eso de la explosión, la ingenuidad y el abismo escondido después de un halo cegador de luz sobre los ojos del lector, que luego revela la sorpresa de una profundidad demoledora.
Has elegido precisamente mi cita favorita, ese canto a las próximas generaciones cargado de optimismo y energía. Yo también quiero que mi nacionalidad sea la vida y que los poetas sean llamados sueños.
Ya me queda muy poco para terminarlo, pronto despertaré pero sé de sobra que su lectura invita a que sea un sueño recurrente, a volver a las imágenes, a creer por ejemplo que podemos tirar de Saturno por un hilo y así volar planetas.
Me despido con un abrazo y otra cita de David:
"He descubierto que la poesía es un juego en el cual está prohibido seguir las reglas; que es entender que tenemos el pecho lleno de musgo, de nieve, de agua, de tierra y de semillas que florecen como soles".
Precioso. Gracias, amigo.
Todo lo que David quiere escribe
Todo eso es México
todo eso somos nosotros
todo eso existimos..
S.
A mi en cambio me molesta el optimismo, no creo que la poesía cambie algo, ni hoy ni más tarde.
a mi ya me cambio el ánimo...
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