22 enero 2012

Conversación marital alrededor de Fresy cool: tercera parte.




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LM: Fresy cool es una novela de campus a lo Patricio Pron o Roberto Bolaño, pero también es una sátira sobre el Hombre de Letras Moderno, una enorme crítica literaria –hacia la narrativa contemporánea-, una burla contra los poetas, contra el asqueroso estado del periodismo en nuestro país, sobre el horror de la Universidad… una primera novela sobre la primera novela, una guía del Buen Moderno pero también una crítica feroz a la hipocresía de la Modernezzz y de la Moda, y, también, un retrato sobre lo que es crecer –la superación de la adolescencia- o, como diría DFW: el “Mundo Adulto”. Nos hablas de todas estas cosas. De todos estos temas ¿cuál crees que impactará, preferirá o tratará el lector de tu novela? Ah. Y algo muy importante. ¿Quién crees que será el lector de tu novela? ¿Tienes en mente a un lector tipo? ¿Determinado por qué edad? ¿Te interesan los lectores de tu edad? ¿Escribes para ellos?

AJR: A mí me da que imaginarse a un lector tipo implica, supongo que sin quererlo, sostener cierta actitud sectaria, sesgada y equivocadamente parcial de lo que es la experiencia de lectura; si de antemano uno sospecha que mezclando equis ingredientes atraerá a un predeterminado perfil psicológico, entonces se revela como alguien que desde el principio restringe sus posibilidades de disfrutar el texto. O dicho de otra manera: me da la sensación de que si alguien tratase de establecer un perfil a partir de aquellas lecturas que me gustan y aquellas otras que he detestado, en ese caso encontraría un carácter preocupantemente esquizofrénico, inestable y neurótico; y quiero creer que la patología no es sólo mía. Más allá de todo eso, pienso que si hay una virtud über alles en una primera novela, ésa es la sinceridad, precisamente porque nunca se te ocurre pensar en términos de: “eh, esto va a pasar por la cadena de la industria del libro, igual hay que mimar más al lector”. 


LM: La juventud, ahhhh diviiino tesssoro de precariedaddd y mal gusssto. ¿Te consideras “escritor joven”? ¿Te consideras parecido a tus contemporáneos? ¿Es que tienes contemporáneos? ¿Qué compartes con Aixa de la Cruz, con Tao Lin, con Miguel Espigado, con Julio Fuertes, con Ben Brooks, con Ernesto Castro, con Unai Velasco, CONMIGO? ¿Hace falta compartir algo? ¿Hace falta reivindicar algo?  No sabría comparar Fresy con nada. Quizá un poco de Javier Calvo por aquí, otro tanto de Eloy Fernández porta por allá y otro de Foster Wallace y Bolaño como guinda. Pero nada tan descarado como para decir que te pareces Mucho a ellos. ¿Crees que la crítica te va a dar muchas leches? ¿Crees que vas a joder a muchos lectores? ¿Crees que vas a animar a que más jóvenes escriban o publiquen? ¿Cómo asumes tu publicación en un sello como Mondadori? ¿Es un puto sueño? O bien, la confirmación de que estamos VIEJOS y de que los círculos se cierran, pues ¿no eres tú uno de esos muchos lectores que desde hace siete años para acá se vienen formando exclusivamente en su catálogo? Qué bonito esto último. Qué curioso ¿no?

AJR: La pregunta atrae un par de monolitos que en gran medida articulan la prensa cultural pero también la universidad: novedad y generaciones. Es inevitable que cada nueva hornada de autores venga condicionada por una coyuntura sociocultural anterior a la de sus predecesores, pero esto mismo puede aplicarse a los autores como voces independientes. Ya he comentado en alguna ocasión que lo generacional y lo nuevo no me interesan mucho; no creo en ello; apenas concibo estos conceptos como reclamos publicitarios para críticos y periodistas, aunque también para académicos. Y de igual manera que no se me pasaría por la cabeza ir descartando individuos en función de su (redoble de tambores)novedad u originalidad —y por extensión: de ellos no espero que vayan por delante de mi tiempo, sino que me permitan de algún modo interactuar—, así me sucede con los textos. Ante todo me inclino a leerlos como individualidades o sujetos independientes, con sus demonios, sus referentes, sus gustos y su personalidad propia. Nunca me he planteado un enunciado del tipo: “voy a escribir algo nuevo, algo generacional”; me limito a hablar de las cosas que me gustan, que coincidirán con y diferirán de los fetiches de mis contemporáneos y no contemporáneos.
Sobre autores de mi edad, no sé si es que hemos escarmentado del tratamiento mediático que se le ha dado a los que llegaron antes que nosotros, y por eso, tal vez, nos esforzamos bastante en atildar las diferencias antes que los parecidos, pero lo cierto es que no hay conciencia grupal más allá de los lazos de amistad. Me gusta el trabajo de alguna gente que has mencionado arriba, y muchos de ellos son amigos míos, pero me gusta aún más que mi relación con ellos ante todo se base en el debate. Nos lo pasamos bien así. Supongo que habrá quien crea que aquí sólo hay un festival del amor recíproco, pero no.
Sobre Mondadori: sí, es verdad, qué voy a decir. Una parte muy importante de mis lecturas contemporáneas se deben a su catálogo.

LM: Ahora algo un poco más suave. Háblanos de música y de cine. Háblanos de tus influencias, pero no sólo literarias, de hecho las literarias dejémoslas a un lado. Háblanos de rap, de electrónica, de skate, de comida turca, de qué te inspira y qué te obsesiona a la hora de escribir.

AJR: El rap. El rap es una influencia importante tanto en forma, ética y subjetividad. En forma porque por lo común se trata de un discurso, digámoslo así, anarrativo: no hay tramas ahí, sólo una sucesión de frases que encajan, lo cual, en ciertas ocasiones, es un procedimiento que me interesa: hacer avanzar la ficción sin una noción muy clara del horizonte. En cuanto a su ética, cierto tipo de rap propone, conscientemente o no,  un ideario moral (y aquí respondo a tu pregunta primera sobre Fresy Cool como novela moral) que yo suscribo; ese ideario —por lo demás, muy propio de un capitalismo en estado de gestación— pasa por: defensa del grupo primario (familia, amigos), meritocracia, trabajo, conciencia de y respeto a las jerarquías, noción del juego (ganas o pierdes, y ambas cosas hay que aceptarlas), estética del parvenu, etcétera, etcétera. Esto no tiene nada que ver con la imagen del rapero pimpín mediatizado —el mismo del que se burlaba Percival Everett en X—. En cuanto a la subjetividad, el rap me interesa por: a) los grupos y solistas de rap sueco que me gustan (y el rap sueco es un mundo aparte) me dan buen rollo; b) los grupos de rap alemán que me gustan dan un mal rollo igualmente impresionante, y ninguna expresión artística ha dado cuenta de la agresividad, la frustración y la violencia del individuo como el rap; y c) la literatura y el rap son actividades con un trasfondo muy competitivo, con la salvedad de que la literatura se esfuerza mucho en disimularlo, mientras que el rap no.  Ambas expresiones artísticas han avanzado con un transfondo similar pero con discursos diametralmente opuestos. 
El skate. Que en la portada salga un tipo haciendo skate me entusiasmaba porque, dejando a un lado las referencias a la cultura urbana que pueda haber en Fresy Cool, ser espectador de este espectáculo te devuelve a la experiencia romántica de la obra fracasada. Ahora en Barcelona me gusta sentarme en el C3Bar y ver a la gente patinar; tanto si la pirueta les sale bien como si acaban comiendo cemento, en ambos casos es un espectáculo. Y ésa fue para mí la experiencia de la escritura de Fresy Cool. A veces comía cemento y a veces—creo—la pirueta salía bien, pero siempre me divertí con ello. 

[...]

*
(Ya queda menos para el fin de la entrevista y para que puedan encontrar Fresy cool en las librerías, yeah)

7 comentarios:

John Donne dijo...

Tan sólo apuntar que vuestro endiosado DFW es bastante mediocre. Os faltan muchísimas lecturas. Pero hacéis buena pareja.

hans castorp dijo...

Nunca pensé que el rap pudiera ser una gran influencia literaria. Siempre lo he visto como la poesía moderna, en parte, pero nunca comparable a un nivel de poesía escrita.
Me ha hecho gracia ese aspecto. :)
Un saludo a ambos.

El Mismísimo Goethe dijo...

DFW es bastante mediocre. Ahí queda eso. Por no decir "yo La Broma Infinita la hubiese escrito con la punta del nabo y sin cansarme". Dostoievski también era bastante mediocre, y Kafka no sabía escribir relatos. Os falta ser Shakespeare. No ser Shakespeare me parece una indecencia. Por otra parte, también era mediocre.

Anónimo dijo...

Son dos jóvenes con poder buscando escapatorias más allá de tus fronteras John. Y la cara fina. Me encantan.
DFW.

Anónimo dijo...

¿Qué sucede cuando alguien adelanta tantas INTENCIONES de su trabajo que después no se ven reconocidas por nadie más?¿Puede entonces hablarse de fracaso?

Anónimo dijo...

¿De verdad hace falta que metas a Bolaño en esto? Escribid lo que querais, publicad lo que querais, pero por favor hay que saber situarse y aceptar las capacidades de cada uno.

Julio

Anónimo dijo...

Es cierto, hay que saber situarse. Primero, antes de dar pataletas sin sentido, hay que leer muchas horas, días, semanas, meses, años. Es la típica novela de usar y tirar. Basura carente de contenido, éxito mediático que sale con la luz del sol, pero ¿qué pasa con la luz del sol?:quema