DANGER, IMPORTANTE, ADVERTENCIA, QUIA!
Vengo de la lectura de Agustín Fernández Mallo y Eloy Fernández Porta en el Matadero de Madrid. A mucha gente le cae mal el Mallo. A mí me da igual. Es la segunda vez que lo veo actuar, y he disfrutado. De Eloy sólo puedo destacar su aspecto entrañable y su voz rotunda al recitar los versos. Los alrededores, metáforas de la soledad, pronuncia Eloy, y entonces lo anoto. Lo anoto entre ruidos metálicos e imágenes de marcianos. Los marcianos de consola me gustan. Los calzoncillos de I. tienen estampado de marcianos. El cielo, a la altura de la T 4, es un campo de batalla marciano entre las líneas blancas de los aviones y los pájaros perdidos. El cielo es una jaula.
El cielo aquí es una jaula, jaula y pájaro y Pizarnik (deja de leer a suicidas, deja de leer a moderniquis, deja de escribir sobre ah! política! eso que tanto te interesa! deja de respirar). Lo dice Arquíloco ¡si pudiera tener a Neobule en mis brazos! Y lo cito como puedo citar a Eloy. Metáforas de la soledad. ¡Ay, si en vez de estar sola pudiera tener sus marcianitos en mis brazos! Pero esto es la banlieue saavedrana, éstos los alrededores, y aquí no está I. y aquí no pienso en esa gente que se echa las manos a la cabeza al pronunciar Mallo. Ni en esa gente que se echa las manos a la cabeza al pronunciar Pardo. Ni en esa gente, Medel. Ni en esa gente Montero. Ni en esa gente Maillard. Ni pienso en esa gente ni en la poesía cuando miro a mi alrededor y sólo veo alrededor.
¿Y qué negra sombra es El Alrededor, que no me asombra y me anula? Puedo decir Odio a Nietzsche. Puedo decir Odio a Borges porque es un pedante. Puedo decir Odio a Valente por sus gafas de culo de vaso. Odio Madriz. Odio (no lo diré). Odio a Robert Hass porque me recuerda demasiado a una droga pasada. Odio a Zambrano. Odio a Dostoyevki. Odio a tu padre y a tu madre y al mosquito cabrón. Odio a Beatriz Preciado. Odio a Gabriel García Márquez. Odio a Bukowski y a Nothomb. Odio, odio, odio.
Me atacan los marcianos. Tengo encima de la mesa un periódico, Nocilla Lab y Rilke. ¿De qué avergonzarme según tú? ¿No puedo leer sin que salten las alarmas? ¿Por qué elegir? ¿Por qué este sectarismo absurdo? En casa. Es tarde. Pienso en I. y sólo en los marcianitos de I. y sólo en derribarlos y que me derriben. Y I. Y I. sólo I. Vengo de la lectura de Agustín Fernández Mallo y me enamoro de Eloy. Vengo de su lectura y pienso en otras lecturas. ¿Os acordáis de aquella, 1999, Almería, en el aula de poesía, yo aún era pequeña, con Juan Carlos Mestre declamando a ritmo de acordeón? ¿Se puede llorar a los nueve años? ¿Se puede llorar de poesía? ¿Y de Estíbaliz Espinosa os acordáis, os acordáis, venga venga venga, os acordáis de su voz pagana y su corazón en aquel habitáculo de Madiz? ¿De Javier Rodríguez Marcos, en el salón noble? ¿De Aurora Luque en el instituto? ¿De Ángel González, en aquella grabación negra, a modo repeat tras su muerte?
Lo que me sale
Pero si tú me olvidas… caerás a los alrededores, muerto, a los alrededores. Como pájaro sin planeta. Como marciano, muerto. Muerto. Muerto. No tengo amigos y me importa lo que leo. Tengo experiencias y me importa lo que cuentan. Amo a I. y no entiendo la hipocresía. Pertenezco a este barrio y respeto al vecino. Escribo lo que quiero, y con suerte, lo comprendo.
*Nota a media página. Seos horas después. Sería la nota número cuatro, o la tres ,o, ya no recuerdo.
Estoy en la biblioteca y no encuentro a Hunter S. Thompson. Quiero leer a Hunter S. Thompson. Quiero que Hunter S. Thompson me cure la resaca de ayer, o anteayer, o de cualquier oto día en que los poetas (da igual qué poetas) salen a la calle entre luces de neón azul. No puedo leer a Hunter S. Thompson por la maravillosa biblioteteca de mi facultad no lo tiene. Tampoco puedo escribir Hunter S. Thompson porque la tinta del Boli azul se ha gastado.
Apenas leo lo que escribo y sin embargo hago el acto de escribir.
¿Alguien ve esto?
¿Éo? ¿En el eco de la página, alguien me escucha?
)
(
La tinta es la cirugía estética del escritor.
Del que pretender ser escritor. Del que miente.
)
Sangre. Menstruación azul. Hace dos semanas que sangro y no entiendo qué pasa aquí dentro. Por qué tanta violencia. ¿Qué debilidad? ¿Cuánto dolor?
)
(
Qué daría por ver su cara?/ Daría mi vida —naturalmente— / ¡pero eso no es bastante! O bien: Sería más fácil fallecer —con tu tierra a la vista— que conquistar—mi azul península—perecer de deleite. O también Del vacío al vacío—un desencaminado camino llevé a mis mecánicos pies.
Emily Dickison
)
*Nota a pie de página Cinq Diamants:
presione
con el dedo
el trazo
infinito
de
mi pecho
10 comentarios:
Es malo querer tanto, acabaras con urticaria de tanto desquicio.
Vuelve pronto (:
Suerte en tu expedición manchega.
Un beso.
No odies a Dostoievsky, que fue mi regalo de cumple cuando cumpliste 14, creo.
Un besin, disfruta.
Toda alma, te transluces...
Y seguimos siendo de carne,
carne putrefacta.
No sé pq te escribo esto.
Ana, sabes que no odio ninguno de los que he citado: amour, amour.
se puede.
Así como has tenido la deferencia de escuchar mis consejos, supongo que tendrás el acierto de ignorarlos. La felicidad es un lapsus del dolor. No conozco una sola mujer cuya exquisita elegancia no sea la consecuencia de que le lastima el calzado al andar. Es curioso: Necesitan tu dinero para costearse las privaciones que les impone su belleza, ese maravilloso y jodido desperfecto. No hay nada de malo en que te cobren por amarte gratis. Ten en cuenta que a veces el amor sólo es una mezcla de flores, pasteles y sangre…
Nunca sabemos si es amor, disfunción orgánica o nostalgia del futuro que se resquebraja por solemnes tonterías (¿Solemnes tonterías? Jo, toda la vida se construye con tonterías solemnes que nos llegan como saldos). En todo caso, te he leído seguido, con ambas cabezas, y supongo que eso es bueno para tu escritura (¿O ya no importa la escritura y haces gestitos de poeta del silencio?)
¡Cuidate, graciosa Luna!
cuando como ahora paso muchos días sin saber del mundo, entro aquí
Está bien esta descarga sin cargo y sin embargo. A veces incluso muy bien. Tanta letra por dentro deslumbra. Pla sostenía, sin que le temblara la voz, que Dostoievski era un degenerado (hay pruebas visuales). Pizarnik. Era dura y frágil como una piedra lunar. Y ay esos complejiyos aún adolescentes de autoestima corporal, qué añicos sin espejo. Pero todo se lee. Y llega.
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