Esta tarde he vuelto a ordenar los libros. Las antologías ocupan la parte derecha de la balda superior. La novela a la izquierda. Filosofía y ensayo abajo. El resto es poesía y está ordenada alfabéticamente. Reordenar las estanterías es una de mis obsesiones. Saber dónde está cada uno de mis libros. Volver a tocarlos. Volver a olerlos. Admirar los que me gustaron y querer deshacerme de los peores. Hoy he vuelto a encontrarme con un poemario que me regaló Marisol, La ville est ce cri, de François Bon. Recuerdo que en su momento los poemas me gustaron bastante: breves, duros, difíciles. Entre sus páginas encuentro algunas de mis notas e incluso algunos versos traducidos.
la ciudad
los ojos del mundo
-prisioneros de la piedra y del cemento, de los cristales,
de la chapa, rebotando en los eternos
límites de los semáforos y las rotondas, la misma ciudad
sin embargo, parsimoniosamente inmóvil»
Si el libro cae,
la ciudad rompe.
9 comentarios:
A Cat le gustaría escaparse para rozar con los dedos el orden de esa estantería, despacito, muy, muy despacio.
un miau de luna :)
Si no sabes qué hacer con los peores ya sabes a quién se los puedes mandar :-D Los gastos de envío los pongo yo.
las ciudades rotas también tienen su encanto
dan ganas de ir a olerlos
Anda, no había visto todavía el video. Qué recuerdos de cuando intentaba tocarla al piano... :'-)
hablando de videos, te debo uno
¿Quién quiere reconocerse en los escaparates? ¡Viva el anonimato!
Las ciudades rotas son más habitables, eso seguro, es bonito sentirse uno más de los extraños.
En mi desorden hay orden; dentro del caos, dicen... y yo soy a veces ese caos. Algún día mis libros parirán una cosmogonía.
Por cierto, me has tocado a Glass, a las horas, a Virgina, a mi anciana Dalloway, siempre joven en su memoria... con ese vídeo del youtube.
Woolf era un mundo, secuestrado en el espejo de su cuerpo.
Glass, un reflejo que supo del inconsciente.
Ay... ese piano. Y los besos marchitos de las mujeres.
Un bacio Luna. Ti ringrazio questa musica.
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