31 enero 2013

La vida de Victoria Lucas.

Se suponía que vivía el mejor momento de mi vida.
Se suponía que yo era la envidia de millares de universitarias como yo en toda Norteamérica
Sylvia Plath

26 enero 2013

Variaciones sobre un tema ¿romántico?

Charles Burns
Así, yo amé a un cerdo.
Arthur Rimbaud

No existe un vestido como tu cuerpo ni velo semejante a tu pelo; y para mi cuerpo no parece que pueda existir mejor destino que el acogido por el tuyo.Cada vez que lo reencuentra reconoce un atrás que no sabe describir ni definir, como si al final hubiera encontrado el molde donde fundirse y cobrar su forma más legítima vertido en tu vientre, en tus brazos y en tus piernas. Pero ese animal doble -que vive unas horas- ¿cuánto tiempo subsiste?
Juan Benet

25 enero 2013

La que interroga.


Uno. La labor como poeta de Natalia Litvinova me recuerda a la de un periodista brillante, esto es, a la de un interrogador tenaz, aquel que siempre consigue la mejor declaración, la frase exacta del testigo exacto en el también exacto momento... Natalia Litvinova es la periodista-poeta, y perdón si suena un tanto extraño, pero es que no puedo imaginarlo de otro modo. Veamos:

Dos. Natalia está en un bosque.
Natalia está en un campo helado y lleno de caballos tristes.
Natalia está en el mar.

Tres. Natalia está en un bosque e interroga a los árboles.
Natalia está en un campo helado y pregunta a las pezuñas de los tristes caballos.
Natalia, que investiga a cada pez, a cada ola, a cada rastro de espuma: está en el mar.

Cuatro. Así es Grieta, el último libro de Litvinova, una sucesión de preguntas con respuesta. Una sucesión de sugerentes y suaves imágenes. Limpias palabras con las que consigue retratar sensaciones terribles (el momento del amor, el momento de la pérdida, el momento del adiós, el momento del descubrimiento, el momento justo después de la angustia... y así).

Cinco. Ella dice: El amor roe prolijamente mi cuerpo./ Es rocío animal.

Seis. Su labor como poeta es única. Original. Suya. Y no lo digo yo, lo dicen todos. Y no lo digo yo. Lo dicen todos los pequeños poetas que, asustados, imitan cada uno de sus gestos.

Siete. Ha tenido suerte, Litvinova, porque su herencia Literaria es grande. Sus padres tienen acento de Pizarnik -por ejemplo-, sus abuelos tienen acento de Ajmátova -por ejemplo-. Pero esto es fácil decirlo porque salta a la vista. Litvinova es de esa estirpe de mujeres de corazón helado y caliente al mismo tiempo. De esa estirpe de hombres que viajan. E incluso de esa estirpe de pájaros ¿por qué no? ¿Qué podría impedirnos decir que Natalia Litvinova pertenece a la inmensa familia de las aves?

Ocho. Ha tenido suerte pero también ha trabajado. Y mucho: sus versos no son palabras al vuelo. No son ideas de aquí y de allá. Puede que sean breves, pero resisten. Breves como piedras que tanto han visto y tantas veces han sido pensadas. Natalia nunca habla en vano. Natalia no se regodea en su dolor. Natalia nos entrega una grieta porque antes ha sabido burlarse de ella.

Nueve. Ella anota: Todo sucede cuando no puedo verlo./ Dormí semanas bajo el limonero para recibir el nacimiento de su fruto./ Un día amanecí y allí estaba, carnoso y cerca, esperando desde siempre./ Como si la tierra me hubiera dado a luz.

Diez. La labor como poeta de Natalia Litvinova me recuerda a la de un vientre. Qué fértil es y cuánta esperanza alberga. Adoro a esta poeta, os digo, porque me hace sentir afortunada. De vivir el mismo mundo que ella vive. De vivir el mismo tiempo que ella vive. De leer el mismo aire que ella nos describe.  

Teorías florales del dolor.

Aleksandra Waliszewska
Aquel día tropecé en el bosque.
Las flores me abrieron heridas.
Mis manos parecían tulipanes rojos.
Entonces comprendí.
No pertenezco al mundo sino a la caída.
Pero el mundo insiste.
Y escribo sonetos a cada flor.
Cuando las heridas cicatrizan
una sonrisa sin dolor
se acostumbra a mí.
Natalia Litvinova

21 enero 2013

Aproximaciones a la belleza del marido (III): la muerte de Pleonasmo Chief.


Es curioso, y es una pena, pero Pleonasmo Chief está muerto. Muy muerto y muy enterrado en el imaginario de lo que ahora mismo conforma la narrativa de Antonio J. Rodríguez (en adelante Ibrahím, o Ibrah... sí, mejor Ibrah).

Os lo explicaré.

Aunque Fresy cool apareciera en nuestras librerías hace apenas un año, la novela llevaba acabada muchísimo más; tiempo justo para que nuestro pequeño héroe de ficción, Pleonasmo Chief, se desvaneciera, poco a poco, o más bien: se convirtiera en aquello que sabía que podía llegar a ser, pero que durante aquellas inocentes aventuras de Madrizentro, aún parecía imposible: “No me acuesto con mis alumnas. Todavía. Amo a mi mujer.” p. 189.

Pues bien.

El protagonista del nuevo libro de Ibrah se llama Aldo Attias y es un capullo. Es un capullo que cae bien, como caen bien todos los capullos conscientes de serlo. Hablo de casos como el de Joan Marc (en Hilos de sangre, de Gonzalo Torné), como el de Nick Dunne (en Gone Girl, de Gillian Flynn), como el de David Kepesh (en Animal moribundo, de Philip Roth) o, incluso, como el que podría ser el precedente del propio Aldo, aquel que protagoniza el cuento Putos modernos, con el que Ibrah colaboró en la antología Madrid, con perdón, publicada en Caballo de Troya a finales del año pasado.

Es el tiempo de los capullos. Pleonasmo Chief ha muerto. Decía,

que el protagonista del nuevo libro de Ibrah se llama Aldo Attias y es un suertudo. Listo. Rico. Guapo. Con su corazoncito y todo. Uno de esos hombres de los que cada una de nosotras podría enamorarse -y se enamora-, pero que está tan obsesionado consigo mismo que no es capaz de atender a cuanto le rodea. Y lo que le rodea es mierda: problemas familiares, problemas sentimentales, e incluso la posibilidad de perder todo lo que tenía. En definitiva, un Christian Bale (que no Christian Grey) que vuelve a disfrazarse de fáker y agarra bien fuerte su arma, no ya para descuartizar a una mujer, sino para destruir aquella moral que por Fresy cool y por las venas de Pleonasmo Chief flotaba.

Nada nuevo. El ser humano nace. Crece. Se vuelve oscuro.

Y El principio de incompetencia (libro que os podéis descargar aquí, por sólo 1,49 €, y que llegará a vuestros dispositivos de lectura a partir del jueves) es un libro oscuro. La vida ya no es un juego de niños. El amor duele. Las apariencias importan. Más. El dinero importa. Más. La política importa. Más. Los valores. ¿Qué valores? Importan. Las mentiras prevalecen.

Las mentiras.

Asumo la muerte de Pleonasmo Chief cuando leo las mentiras de los hombres retratados en El principio de incompetencia o en Putos modernos. Leo todo eso y no puedo dejar de pensar en un libro fabuloso que como sabéis me tiene fascinada. Se trata de La belleza del marido, de Anne Carson. Con Ibrah y Carson la sensación de condescendencia crece. La sensación de “hay que tragar saliva aunque me raspe”. Los dos me traen una historia con gran lirismo. Con grandes sentimientos.

No sé si me he explicado. Repito. El tiempo de las Grandes Historias le ha llegado.  

19 enero 2013

Hola qué dueles.

La noche
en la que
el miedo
habita
también tiene
estrellas
y a la
Luna.
Mascha Kaléko

Quería ver si hacía sol/ Quizá quedasen grandes palabras por decir/ Pero tú acariciabas rostro pálido

Quería ver si hacía frío/ Quizá quedasen monstruos por hablar/ Pero tú acariciabas león

Quería ver si amanecía/ Quizá quedasen nubes por caer/ Pero tú acariciabas grasa

Quería ver si nos moríamos/ Quizá quedasen dientes por arrancar/ Pero tú acariciabas y dolía

17 enero 2013

¿Superpoderes? No, gracias.

Hoy ha salido a la venta El rayo mortal, de Daniel Clowes. Una historieta breve  sobre unos extraños adolescentes que me ha recordado bastante a Ghost World, mi libro favorito del mismo autor. Aquí las protagonistas no son Enid y Rebecca, sino dos chavales de unos diecisiete años: Andy y Louie. El primero es huérfano y delgaducho, el segundo es un gafotas que detesta a su familia. Parecen salidos de Freaks and Geeks. Los dos son raros. A los dos los detesta mucha gente. Entonces, cuando Andy descubre su "don", ambos deciden salir a la calle y tomarse la justicia por su mano...  Me da la impresión de que los disfraces, las mentiras y las fantasías de Andy y Louie tienen más en común de lo que parece con las de las chicas de Ghost World. Al fin y al cabo lo único que intentan estos cuatro personajes es huir de la monotonía. Del pasado. Del asco que les produce la vida en esos pequeños lugares en donde todos quienes les rodean parecen rematadamente estúpidos. El rayo mortal, entonces, es el arma que cada uno de nosotros habríamos deseado poseer durante nuestra adolescencia, para hacer desaparecer de una vez por todas aquello que detestábamos o aquello que tanto nos molestaba. Porque no es un gran poder lo que conlleva una gran responsabilidad, sino el ánimo adolescente. Eso sí pesa. 

16 enero 2013

La siempre polémica Marie Calloway (y mi amor infinito hacia ella).

Me he enterado por el Facebook de la editorial neoyorkina Tryant Books de que una imprenta que trabajaba con ellos se ha negado a imprimir las copias de prensa del primer libro de Marie Calloway "debido a su contenido", entiendo, sexual. Me pregunto cómo es esto posible en un mundo reinado por las Cincuenta sombras de Grey, en donde el sexo, lo erótico, lo guarro... ya parece cosa de niños. Me pregunto, también, qué alcance tendrá esta noticia, pues Marie Calloway es una de las escritoras que más famosas han llegado a convertirse en el nuevo panorama literario norteamericano... y casi sin haber publicado nada. Como señalan en Thouhgt Catalogue, esta noticia tampoco se nos hace demasiado extraña (o incluso podría ser una divertida estrategia comercial). Calloway siempre ha sido polémica y siempre se le ha conocido por no tener pelos en la lengua. Hace poco hablé de ella y de otros escritores en un artículo de Playground (10 escritores jóvenes que lo petan) puesto que para mí es una gran apuesta. Sólo hay que ver qué geniales escritores la avalan: Sheila Heti, Tao Lin... o en qué catálogo editorial se encuentra: junto a Blake Butler, Ken Baumann... Con todo, el editor de Tryant Books ha anunciado que la edición seguirá adelante. Y eso es lo que más quiero: tener el libro -el rostro- polémico -magnífico- de esta it girl -sí, sí- literaria entre mis manos.

14 enero 2013

Bluebird and Other Tattoos: romper el cascarón.






Casi dos años y medio después de comenzar el embarazo, aquí, de este huevo morado, surge Bluebird and Other Tattoos. No podría estar más feliz. Gracias a Jeremy Spencer. Miles de gracias.

13 enero 2013

Tres maneras de estar sola.



1. Un libro en la cama.
2. Una botella de vino blanco cada noche.
3. Una fotografía de sus manos.

(Normas de ausencia).

10 enero 2013

El mito de Anna Ajmátova.


Se diría que Anna Ajmátova creó su propio mito
Olvido García Valdés 
en la introducción de El canto y la ceniza

Y se diría que Sylvia Plath creó su propio mito. Se diría que Marianne Moore creó su propio mito. Se diría que Virginia Woolf creó su propio mito. Se diría que Alejandra Pizarnik creó su propio mito. Se diría que Anne Sexton creó su propio mito. Se diría que Ingeborg Bachmman creó su propio mito. Se creyó que diría mito. Se dijo que Anna Ajmátova olvidó su propio, creo. Se mitó, se mutó, se puto dijo ceniza. Típicos nombres propios tópicos femeninos. Se diría que Anna Ajmátova. Digo. Escribo. Su prosa.
Recomiendo,
(desde el 21 de enero en todas sus librerías).

09 enero 2013

Los estómagos de David Foster Wallace.

Además de hacerme fotos en pijama sosteniendo La escoba del sistema (Pálido fuego, 2013) de David Foster Wallace, también estoy leyendo la novela, y tengo que decir que, hasta la fecha, es uno de los textos del autor que más me está divirtiendo. Tiene razón Ibrah cuando asegura que los artistas conocidos por ser "depresivos" son los que mejor se manejan en el terreno del humor. La escoba del sistema me está recordando bastante a La niña del pelo raro, mi obra preferida de DFW. Algunos capítulos son excelentes, como este que El País se encarga de reproducir hoy en Papeles perdidos: aquí. Hace unos días leí la primera parte del capítulo y tuve ganas de subrayarla entera. Carne. Estómagos. Risa. Miedo. Delirio y DFW en estado puro. Resumiendo: todo lo que me gusta. 

*

—¿Cómo están vuestros filetes esta noche?
—Nuestros filetes están, señor, si puedo decirlo, sencillamente
magníficos. Sólo los cortes de ternera más selectos, cuidadosamente seleccionados e incluso más cuidadosamente madurados, cocinados a la perfección si definimos perfección según sus preferencias, servidos con las patatas y verduras de su elección más un postre francamente delicioso.
—Suena como para chuparse los dedos.
—Sí.
—Tomaré nueve.
—¿Perdone?
—Tráeme nueve filetes, por favor.
—¿Quiere nueve filetes para cenar?
—Por favor.
—¿Y quién, señor, si puedo preguntarlo, va a comérselos?
—¿Ves a alguien más aquí sentado? Voy a comérmelos yo.
—¿Y cómo diantres va a hacer eso, señor?
—Bueno, mira, veamos, creo que esta noche usaré mi mano
derecha para cortarlos. Me meteré los trozos en la boca, los masticaré, los elementos ácidos de mi saliva comenzarán a descomponer la fibra muscular. Me los tragaré. Etcétera. ¡Haz que me los traigan!
—Señor, nueve filetes pondrían enfermo a cualquiera.
—Mírame. Mira este estómago. ¿Crees que me pondré enfermo? De ningún modo. Ven aquí. No, en serio, acércate y mira este estómago. Deja que me levante la camisa… aquí. ¿Ves cuánto puedo agarrar con la mano? Casi no puedo acercarme a la mesa.  ¿Habías visto antes algo tan tremendamente repugnante en toda tu vida?
—He visto estómagos más grandes.
—Sólo estás siendo educado, lo único que quieres es una propina. Tendrás tu propina, después de que me hayas traído nueve filetes para cenar, con una definición de perfección de en su punto, lo que quiere decir que todavía se vea rosada. Y no olvides los panecillos.
—Señor, eso está simplemente más allá del ámbito de mi experiencia. Nunca le he servido a una sola persona nueve menús simultáneos bajo mi responsabilidad. Podría meterme en un problema horrible. ¿Qué pasa si, por ejemplo, tuviera usted una embolia, Dios no lo permita? Sus órganos podrían reventar.
—¿No te dije que me miraras? ¿No te he dicho lo que soy? Escúchame con mucha atención. Soy obeso, grotesco, despilfarrador, glotón, devorador compulsivo, un puerco insaciable. ¿No está eso claro? Soy más porcino que humano. Hay espacio suficiente, espacio físico, para ti en mi estómago. ¿Lo oyes? Tienes ante ti a un cerdo. A un fanático de la comida de capacidad ilimitada. Tráeme la comida.
—¿No ha comido en mucho tiempo? ¿Se trata de eso?
—Mira, estás empezando a fastidiarme. Podría aporrearte con mi barriga. También soy, permíteme que te lo diga, una persona algo más que acomodada. ¿Ves ese Edificio de allí, el que tiene luz en las ventanas, el que está en la sombra? Ese Edificio es mío. Podría comprar este restaurante y acabar contigo. Podría y quizá lo haga comprar la manzana entera, incluido ese establecimiento de Los Vigilantes del Peso simbólicamente minúsculo que hay cruzando la calle. ¿Lo ves? ¿El de la puerta y las ventanas situadas como para formar una cara sonriente, lasciva y de mejillas hundidas? Mi capacidad financiera me permite comprar ese sitio y llenarlo de filetes, llenarlo de filetes rojos que me comería. En un escenario así la puerta estaría decorada con un hueso roído; a ningún enano petulante cantor de salmos y con bolsas en la piel, apóstata de la causa de la adiposidad, se le permitiría la entrada. Aporrearían la puerta, sí. Pero el hueso los mantendría a raya. Carecerían de la fibra necesaria para romperlo. Sus bocas y ojos se ensancharían al presionarlos contra el cristal. Demolería, aplastaría físicamente la enorme balanza que hay al final del local brillantemente iluminado en la parte trasera con el peso de un montón de comida. Se le saldrían los muelles. Qué serie más deliciosa de pensamientos. ¿Puedo ver la carta de vinos?
—¿Los Vigilantes del Peso?
—Garçon, lo que tienes delante es una cosa peligrosa, te lo advierto. Los seres humanos actúan en su propio interés. Los cerdos enormes y locos no. Mi esposa me informó hace cierto período de tiempo de que si no perdía peso, me dejaría. No he perdido peso, en realidad he ganado peso, y por tanto ella se ha ido. D.E.P. Y de primera, no olvides que sea de primera calidad.
—Pero, señor, seguramente con más tiempo…
—Ya no hay tiempo. El tiempo no existe. Me lo comí. Está aquí, ¿ves? ¿Ves cómo se menea? Eso es el tiempo, meneándose. ¡Corre, huye, tráeme mi fuente de grasa, mis nueve vacas, o te
pegaré un gancho en la barbilla que te estamparé contra la pared!
—¿Puedo traer al maître, señor? ¿Para consultarle?
—Venga, tráelo. Pero avísale de que no se acerque demasiado. O me lo tragaré en el acto, antes de que tenga tiempo de chillar. Esta noche voy a comer. Brutalmente y solo. Porque ahora estoy brutalmente solo. Voy a comer y el jugo bien podría saltar a chorros a mi alrededor, y si alguien se acerca demasiado le soltaré un gruñido y le pincharé con el tenedor, así, ¿ves?
—¡Señor, por favor!
—Corre como si te fuera la vida en ello. Trae algo para que me apacigüe. Voy a crecer y crecer y a llenar el vacío que me rodea con el horror de mi propia presencia gelatinosa. El Yin y el Yang. Siempre creciendo, camarero. ¡Corre!
—¡Ahora mismo, señor!
—Algunos grisines vendrían bien, ¿me oyes? Pero bueno, ¿qué clase de sitio es este?
David Foster Wallace

01 enero 2013

La (puta) manera de clasificarlo todo.


1. Escribió David Aceituno sobre ellos:

Lo que hacen los demás con el dolor y lo que yo hago con el dolor.
Ésa podría ser una manera de clasificarlo todo.


2. Unos versos de Yannis Ritsos que bien podría haber escrito ella:

Espero todo el día a que llegue la noche pare ver si la
oscuridad asimila a mis sombras
y ocupo entonces yo menos espacio


3. Lo que yo siento respecto a todo lo demás:

Hay cuerpos que no son capaces de ser cuerpos,
y también palabras que no son capaces de ser alimentos.
Tendí mi mano a la paloma,
me dijo:
te comeré.