Soy hermosa como un
rastro de orina
Layla Martínez
Al fin he podido leer El
libro de la crueldad, el primer poemario de la joven madrileña
Layla Martínez, publicado recientemente por LVR Ediciones. No son
una sorpresa sus poemas y al mismo tiempo sí lo son. Me explico: su
imaginario ya podíamos advertirlo en las imágenes, obsesiones y
citas de su blog, pues es una de las autoras del género poético más
visibles en la red de un tiempo a esta parte. Sin embargo El libro
de la crueldad supone un caos ordenado, una puesta en escena de
esas obsesiones y lo que conllevan, sin dejar nunca de lado la
reconocible voz de la autora. Una voz cruda, afectada, tremendista...
al tiempo que crítica. Su virtud no está tanto en lo lírico como
en lo narrativo y no tanto en la metáfora como en la fuerza de sus
descripciones. Pero una de las mejores cosas del libro, y esto es lo
que termina por convencer al lector, es que es un poemario con
historia: con una trama a ratos difusa pero siempre llevadera.
El libro de la
crueldad es, en resumen, una especie de circo compuesto por
enanos, por retrasados, por niños feos, por niñas obscenas, ciegas,
repipis y desnudas, por obsesos y tuertos, por mujeres con rostro de
animal... pero también por vírgnes o mártires de sexo femenino que
muestran sus celos y su asco sobre el mundo (aquellas que Juan Andrés
García Román, en el prólogo, adivina cansadas de parir a los
mesías), tengo la carne tan frágil de parir, dice la autora,
con ese tono visceral y exhibicionista que la caraceriza. El circo de
la crueldad es el libro de la crueldad, o bien, el libro del país
dela belleza medusea, en donde todo lo blanco es impuro, lo negro
hermoso, el mal olor la delicia, el perfume lo odioso, y el sexo, al
igual que la comida grasienta, el único manjar posible para los
hombres. El libro de la crueldad se convierte en un catálogo
de santas endemoniadas. Una versión sórdida de la preciosa niña
Monelle. Una visión esperpéntica de la feminidad. Una definición
de lo que para Layla Martínez es la iniciación en el mundo poético.
Así lo asume. Así se nos presenta.
La literatura que Layla
crea es una literatura que me gusta leer e incluso hacer. Me he
sentido muy identificada en algunos aspectos no sólo temáticos,
también formales. Su estilo y su voluntad bien podrían estar en la
línea que dibujan otras autoras tales como Angélica Liddell, Maite
Dono, Olga Novo o Miriam Reyes. La autora se convierte entonces en el
fin de un camino poético importante pero que a tantas voces
epigonales nos ha traído en los últimos años. No diré que Layla
es única en su especie porque su especie es la de las mujeres
post-punk, visceralistas y luchadoras, sin embargo diré que su
compromiso y propuesta literarios son contundentes y personales, y
que hay que leerla con atención y con el estómago bien sujeto entre
las manos: pues sólo ella podría rompérnoslo.
Por último añadiré que
El libro de la crueldad no es tan cruel como parece. En él la
autora se solidariza con todo lo delicado, con esos niños, enfermos
o retrasados mentales de los que antes hablábamos, y también con
los animales, nuestros hermanos. Además, las palabras malsonantes o
sexuales no son sólo un mero recurso efectista sino que están
justificadas. La responsabilidad política de este poemario es la de
la alianza con los más débiles, algo que, finalmente, nos hará mucho más
fuertes.