Portada: Laura Muñoz Estellés
Berta García Faet (Valencia, 1988) es autora de cuatro libros de poesía: Manojo de abominaciones (2008), Night club para alumnas aplicadas (2009), Fresa y herida (2011, en prensa) e Introducción a todo (2011), este último de reciente publicación gracias al premio de poesía joven que promueve La Bella Varsovia. Escribe poesía, sí, mucha poesía, escribe teatro, escribe relato, escribe ensayo (para ella lo académico es igualmente creativo), estudia Ciencias Políticas y Economía y ha vivido en Boston, Nantes, Valencia y Madrid. Sólo estas breves líneas de biografía ya pueden asombrar al lector, pero puedo asegurar que sus logros o premios no son tan impresionantes como su propia poesía. Hace poco escribí unas líneas a propósito de Berta, pues, aunque la conozco desde hace apenas unos meses desde el primer momento admiré su actividad poética y sus versos. Berta se considera a sí misma un bicho raro dentro de las letras españolas. No le gustan los grupillos literarios y prefiere crear desde su soledad o aislamiento. A mí me recuerda mucho a figuras como la de Carmen Jodra, a quien dice admirar. No le interesa demasiado la “poesía joven”, prefiere sus lecturas de cabecera, descubrir y leer a los clásicos, etcétera. Uno puede estar más o menos de acuerdo con su visión de la literatura, a mí me pone nerviosa especialmente que compare la figura de Roberto Bolaño con la de una “moda”, sin embargo sus argumentaciones y pensamientos extraídos de esta entrevista me satisfacen bastante. Encuentro tras la figura de Berta García Faet a una autora seria y consciente de sus palabras, con mucho que decir sobre poesía, sobre sí misma, sobre lo que significa crear... y celebro además su solemnidad y templanza ante las críticas absurdas y ante todos los los obstáculos o comentarios banales que se suele encontrar un poeta primerizo: Berta hace lo que le gusta, porque quiere, para crecer, porque le conmueve, y, de este modo, ella también nos conmueve.
Quizá seas uno de los autores de nuestro país con más poemarios a tus espaldas y sin haber cumplido aún los 25 años. ¿Cómo te hace sentir eso? Siempre he pensado que las obras de juventud son muy importantes porque ayudan a definir la trayectoria de un poeta, hablo de casos como el de Carlos Pardo, David Leo García o Elena Medel, que desde muy jóvenes han publicado y de libro en libro se ha podido apreciar un trabajo y un desarrollo muy interesante y sugerente. ¿Crees que es importante publicar joven? ¿Crees que es importante tener en cuenta la obra de un joven poeta o que es mejor esperar a ver qué hará este, y si sobrevivirá, cuando cumpla más años y más libros?
Creo que cada caso es diferente y que la juventud, en sí, no significa demasiado; ser tardío o ser precoz es una circunstancia más, que en absoluto nos iguala. Una circunstancia puede que curiosa pero que no agota la cuestión. Al final lo que cuenta es si esa obra, cuando aparece o con el tiempo, emociona a alguien.
Sí que es cierto que actualmente es más fácil hacer un seguimiento diacrónico de los autores y sus estilos, tópicos, etc., pero en mi opinión ése no es el criterio relevante, porque puede acabar en fetiche. Personalmente, si me ocurriera eso a mí, no podría soportarlo. La literatura es lo que hay entre el autor y el lector, lo que el autor le da a leer e interpretar al lector con qué sé yo qué variadas y cursis esperanzas; pero desde luego la literatura no es el autor.
Muchos escritores se esfuerzan en crear algo independiente de ellos mismos: algo que, evidentemente, bebe de ellos, parte de ellos, está encarnado en ellos, pero que a la vez los trasciende, no en el sentido de superior sino de diferente. Cuando leo a mis autores amados intento no caer en la tentación de buscar fechas y circunstancias de su creación (cuándo fue compuesto esto, qué ocurría en su vida entonces…), pues creo que esto la banaliza. Además, hacer demasiado caso a la edad y al contexto (a la biografía en general) suele acabar en idealización, que es un horrible monstruo.
De todas formas me inquieta mucho este tema, el de la relación persona-autor y sus vasos comunicantes, que en poesía es un embrollo aún más oscuro. No niego que los haya y que no sean interesantes, pero lo que digo es que son mucho menos interesantes que la obra tomada como un objeto-regalo-carta en sí.
Me interesa mucho el tema de la juventud y por lo que he observado en tu obra, a ti también. No sé si estaré en lo cierto pero veo Introducción a todo como una especie de síntesis de tu anterior obra, quiero decir, que hay una serie de motivos que se repiten: la enseñanza -tú como alumna-, los veinte años, los amantes, la vida adolescente... ¿Crees que este libro supondrá un cierre a esa primera etapa de la que antes hablábamos?
Realmente no me interesa el tema de la juventud, sino el del envejecimiento o la madurez. Más en general, pienso en el tiempo y sus estragos en la identidad y las expectativas; me interesa cómo, del despliegue de posibilidades iniciales que parecían inacabables, nos vamos limitando a un número finito y más bien modesto de formas de vida. En otras palabras, en qué nos concretamos.
Sí es cierto que en estos libros hay referencias a la edad. Hay varios motivos, dos tontos y uno más importante. Un motivo es el meramente contextual y recordatorio; otro, el de mentir; y otro, el de cantar coplillas sobre la edad de oro en cuanto al amor fácil, utópico y radical: el de la pubertad. Cuál es el importante y cuáles los tontos, no lo sé muy bien.
Me alegro de que pienses que Introducción a todo puede cerrar una etapa, porque yo también lo pienso. Una etapa de búsqueda de estilo y experimentación. Sin pasar por ahí no hubiera podido llegar a donde estoy, que por supuesto no es el final ni la meta (porque no hay meta). Pero quiero decir que Fresa y herida y los libros en los trabajo ahora se parecen mucho más a lo que quiero decir y lo que siento que esos otros tres libros.
Siguiendo con el tema juvenil, ¿qué autores de tu quinta lees? ¿Qué blogs? ¿Qué te interesa de ellos? ¿Eres de los que opinan que hay una nueva generación o movimiento que está aflorando desde hace unos pocos meses o años, o simplemente crees que no hay relación ni motor común entre todos esos autores nacidos después de 1985 y que están publicando por primera vez?
No suelo leer a autores jóvenes o, mejor dicho, no suelo leerlos y releerlos, volver a ellos para disfrutar y emocionarme como hago con mis libros de cabecera. No es que no lea a jóvenes por principio; al contrario, me encantaría identificarme intensamente con alguien que no esté muerto y crear algo juntos. Pero, tal y como yo lo percibo (y lo percibo mal, pues tengo grandes lagunas de información), me siento bastante fuera de lugar en el panorama poético joven (si es que éste existe, como algo establecido). Quiero decir, no tengo contactos, soy más bien ermitaña, no me apasionan los recitales y los performances, y basculo entre niña mimosa y viejecilla grave; no encajo en lo que parece tan alegre y tan fluido y tan sociable y que, viéndolo desde fuera y sin participar, me parece bonito pero ajeno. Hay excepciones, claro: por ejemplo, a toro pasado, leí los libros más juveniles de Almudena Guzmán y me encantaron. También Carmen Jodra.
Respecto a los blogs, visito algunos (los de mi blogroll) aunque creo que están tristemente en decadencia, incluidísimo el mío, por aquello de la ineditidad y porque las redes sociales carcomen su corazón; envidiable ver cómo tú escapas de ese impasse. Destaco a tres autores jóvenes con blog, dos de ellos desconocidos y los tres, en mi opinión, absolutamente brillantes, y ojalá que publiquen en papel pronto: Anastasia Kontratevidi, Adrián Nicolás Penela y Bárbara Butragueño.
Gamoneda, Bolaño, Manuel Machado, Félix Grande, Rimbaud, Celaya... son algunos de los nombres propios que aparecen en Introducción a todo y que ya habían sido mencionados en algunos de tus anteriores libros. ¿Qué más? ¿Quién más? ¿Cuáles más son tus influencias? Hay muchos críticos y lectores que en blogs y en suplementos critican esa tendencia “más joven” (que personalmente considero una tendencia no tan joven y mucho más común de lo que parece) de la cita constante y de la referencia continua. Tú utilizas este recurso con soltura y con gracia, casi como si no pudieras escribir/vivir sin la fuerza de esos autores a los que citas y a los que lees. ¿Es una invocación, una simple cita, un homenaje?
Gamoneda y Bolaño eran referencias con intención irónica: no me gustan y, sin embargo, tal vez sean los dos autores “de moda” (de moda desde hace décadas) que más me insiste la gente en que intente volver a leer.
Mis grandes influencias (podría decirse que me descubrieron ellos que había poesía más allá de Rubén Darío, que sigue encantándome, y de la generación del 27 y de Pablo Neruda, que nunca me enamoraron) fueron Luis Alberto de Cuenca, con su poesía-ficción (muy patente en Manojo de abominaciones), y como dices Manuel Machado y Félix Grande. Otros inmortales y que me influyeron: César Vallejo, Dámaso Alonso, Ángel González, Rosario Castellanos; más tardíamente, Sylvia Plath. También muchos filósofos (Cioran), novelistas y dramaturgos. Actualmente leo y releo y releo a Wallace Stevens, Wislawa Szymborska y Adam Zagajewski pero, en fin, voy descubriendo más autores y tradiciones.
Estoy de acuerdo contigo en que la manía de las citas no es específicamente joven, y para nada infantil. Más bien es una práctica honesta. Pero interpretar la intertextualidad es difícil. En mi caso, la cosa fue así: en los dos primeros libros, quería agradecerles a los citados la amplitud de miras que me dieron, así como repetir sus palabras; eran tan preciosas. En Introducción a todo, algo parecido pero, más que con una intención de reconocimiento (“os debo mucho”), con intención de inútil contextualización: “esto es lo que leo ahora” (a los veinte años que tenía entonces). En cualquier caso, no me parece justo no reconocer, al menos en algún momento de nuestras trayectorias, nuestras influencias, de quién partimos, quién nos dejó boquiabiertos, y esto pasa más bien al principio. Toda la literatura (toda la vida) es un diálogo, aunque haya momentos de pura creación individual. En los libros posteriores hay menos citas, supongo que por menos necesidad de explicitar y también por sentirme un poco más hecha.
Introducción a todo puede ser un canto revolucionario, una especie de grito muy fresco, crítico y necesario en el panorama poético actual. ¿Eres consciente de ello? ¿Me equivoco? ¿Nos ayudarán tus versos a “sobrevivir al postmodernismo y a la anfibología del mundo?
No tengo ni idea… Crítico sí que es, pero no creo que ayude a sobrevivir a la anfibología del mundo; al revés, me meto en la herida, y la acentúo, peligrosamente. Pero ojalá escriba yo algún día algo tan peligroso como la Carta de Lord Chandos de von Hofmannsthal.
Está de moda tachar de moderno (valga la redundancia) a quien escribe sobre redes sociales, Messenger, Google..., está de moda tachar de egocéntrico a quien escribe sobre sí mismo y sobre su circunstancia..., está de moda criticar al poeta joven, o mejor dicho, a la poeta joven por mencionar su sexo y a sus amantes. Podríamos decir, si fuéramos esos críticos, que Berta García Faet es una moderna egocéntrica y muy salida. A mí me parece una etiqueta muy divertida. ¿No crees? ¿Piensas que esos críticos y esa manera de asumir la literatura -esa manera de etiquetar bajo los prejuicios- está acabada o, por lo contrario, seguirá acechando a la poesía y a sus autoras? Me gusta tu manera de asumir las nuevas tecnologías como algo normalizado, superado y sin la voluntad de autores mayores que tú por querer “innovar” o ser “transgresor” sólo por introducir la palabra Módem en un verso. ¿Cómo influyen, sin embargo, en tu forma de escribir las nuevas tecnologías, tu blog y tu facebook? ¿O no es algo que te preocupe?
Espero que ese tipo de crítica superficial no se tome en serio… Como te decía, esos tres libros son muy experimentales y utilicé fórmulas que no me gustan mucho como lectora y que hoy ya no utilizo igual, pero desde luego habría que tergiversar bastante las cosas para suponer que, por utilizar la primera persona del singular, estoy hablando estricta y exactamente de mí. ¿A quién le interesaría mínimamente? Entonces la literatura sería voyeurismo, y aunque éste está muy bien en el porno, no creo que la literatura acabe ahí (de hecho, me siento en medio de una paradoja con este tipo de entrevistas porque también aquí pienso: ¿a quién le interesará esto?). Opino que, al menos la poesía, es sobre todo un encuentro; eso sí, entre dos yoes (o más, pero yoes). En cuanto al sexo… no sé si te habrás fijado que, junto a las evocaciones eróticas más hedonistas y sencillas, hay crítica, dolor e indiferencia, así como indagación sobre su naturaleza y su relación con el amor. O sea, que no es tan fácil y guay como interpretarían esos críticos.
Respecto a las nuevas tecnologías, sí que han salido en algunos poemas, pero sin ningún tipo de pretensión o impostura. Podían tener una función meramente descriptiva o, en otras ocasiones, de paradigma… Me interesa el tema de la distancia, física y emocional, y hoy para hablar de eso hay que hablar de qué contrasentidos nos manchan cuando utilizamos e-mail, redes sociales, etc. Es la decadencia de la piel y el contacto, con sus pros y sus contras, pero que habrá que seguir investigando.
En mi forma de escribir las nuevas tecnologías, por lo tanto, no influyen de manera especial. Son excusas para hablar de lo de siempre: amor, límite, intensidad, tiempo, identidad, soledad, placer.
Después de Introducción a todo y de Fresa y herida, ¿qué proyectos literarios tienes en mente? ¿Poemarios? ¿Quizá prosa? ¿Prensa? ¿Ensayo?
Ahora mismo estoy trabajando en dos libros de poesía y en teatro. También en pequeños ensayos académicos que, aunque aparentemente forman parte de un mundo diferente y más feo, para mí son casi lo mismo. Literatura, filosofía y ciencias sociales son una extraña una. En realidad, desde cualquier ámbito o disciplina, siempre trato de los mismos temas y evoluciono en ellos paralelamente.
¿Qué significa formar parte del catálogo de La Bella Varsovia? ¿Y qué se siente al ser invitada a un festival como el de Cosmopoética con un cartel como el de este año?
Me gustan mucho las cuidadas ediciones de La Bella Varsovia y en ese sentido estoy muy contenta. Ahora tengo que descubrir más, pues realmente antes de ganar el premio había accedido a pocos de sus libros. El cartel de Cosmopoética es impresionante. Yo intentaré ser fugaz y leve, para no martirizar y sobre todo para anclarme en el lado del público y aplaudir.
Para terminar, y por cambiar un poco de tono, ¿nos dirías dos o tres canciones o grupos -a modo de BSO- que hayan acompañado la escritura de esta pequeña gran obra tuya, Introducción a todo?
En esta época, es decir, hace dos o tres años, escuchaba a Leonard Cohen, que sale en un poema. Otro poema se retrotrae a mis tiempos en Boston, hace como seis años, y ahí escuchaba Queen. Pero no puede hablarse de banda sonora… Como me afecta demasiado, escucho música, casi siempre clásica, con mucha moderación. La dosifico. De lo contrario sería una muchacha perpetuamente emocionada y eso sería bastante incómodo.