31 mayo 2013

Tai/pei/Tao/Lin.

La droga que mató a David Foster Wallace es la droga que da la vida a la generación de escritores que ahora le sucede. Estoy hablando de la monotonía. De la depresión. Del Xanax. Estoy hablando de esa clase de medicación que fatalmente recetada le empujó a acabar con sus días; y a esa medicación, la misma, que los poetas y narradores veinteañeros de Estados Unidos guardan en sus bolsillos como si fueran golosinas. Yo nunca había probado el Xanax hasta que Tao Lin y Megan Boyle vinieron a España hace dos años. Estábamos en la piscina del edificio de los padres de mi novio, sufriendo una gran resaca y casi sin haber dormido cuando Megan abrió una cajita, sacó un trozo verdoso de pastilla y me invitó: chupa. Lo cierto es que sentí poco. O apenas nada. Quizá el relax de la tarde, del sol, un masaje en el cerebro y aquel sabor asqueroso de la pastilla. Así que esto es el Xanax, pensé. Este es el “no sentir” del que tantos escritores a los que adoro hablan. Fue esa tarde en la piscina, después de saltar un par de veces, salpicar otras tantas y quemarnos las piernas y la espalda, cuando Tao Lin se levantó de la hierba con el MacBook en la mano y anunció que acababa de recibir una gran oferta para publicar su próxima novela en Random House. 50.000 dólares, nada más y nada menos: un wow surgió de nosotros a modo de celebración; colocados entonces por la droga que mató a nuestro novelista preferido, y también por la joven brisa veraniega que en aquella piscina de Pacífico se respiraba.

28 mayo 2013

El templo de los perros.


Hace unos meses estuve en Almería leyendo poemas nuevos en el Mirador de las Mariposas. Poemas que pertenecen a mi nuevo proyecto en marcha y que aún necesitan tiempo y corrección. De todos los que leí decidí descartar uno en la última revisión del manuscrito. Lo eliminé del poemario porque me parecía demasiado personal, plagado de referencias que sólo un lector muy familiar podría comprender, pero que en aquel momento, en Almería, sí tenía sentido que fuera recitado.

Hoy he decidido recuperar el texto porque lo necesito. Porque un gran amigo (que sí lo hubiera entendido) se ha ido de este mundo, y es la única manera que tengo de decirle adiós. Seguramente no lo conozcáis, pero él me acompañó en momentos decisivos de mi vida, como por ejemplo aquella tarde de Capileira  de 2004 en la que comencé mi primer diario...

El pequeño texto, pues, se lo dedico a él, Drac, pero también a Laia, Ángel y Teresa, con un fuerte abrazo. 


EL FALSO ENTIERRO DE LULA

Podría escribir un bello poema anunciando que “he visto los ojos de la muerte y eran hermosos” pero todos sabríamos que miento. No más poemas nocturnos, no más odas a la muerte de Robin, a la muerte de Harpo, a la muerte de Sansón, no más. Podría también aseguraros que he visto los ojos de la vida y se parecían tanto a la muerte que ya no supe a qué mascota pertenecían. Qué oraciones tan largas para unos cuerpos tan pequeños. Qué funerales tan tibios para unos seres vulgares. Cómo se pavonea el poeta ante las tumbas. Cuánto nos miente. 

26 mayo 2013

Escribir desde el estómago (IV).

Dos esponjas rosadas. El corazón de tamaño similar a una fresa. Alberto ha visto antes, sin duda en las carnicerías de su ciudad natal, corderos despellejados y enviscerados. Mujeres con el rostro espolvoreado de sangre mineral despedazando grandes bultos de vaca. Su propia madre destripaba pestilentes anguilas semejantes a negros intestinos convulsos que él y su tío habían arrancado, como muelas cariadas, de la tenebrosas y putrefactas entrañas del estuario. Un campesino grueso y mugriento acuchillando un cerdo y recogiendo su sangre en un cubo de plástico azul que unos niños en pantalones cortos revolvían con un palo. Las avispas comiéndoselo todo: carne, sangre, pescado, dulces de membrillo, flores. Asistió, por supuesto, durante los últimos cursos en la facultad de medicina, a un sinnúmero de intervenciones quirúrgicas; incluso ha visto morir a pacientes en la mesa de operaciones -pero de algún modo que no acierta a explicar, esta imagen le resulta más cruel; más repugnante. No es lo mismo alimentarse de entrañas que inyectárselas, aunque procedan de un insólito pharmakon nonato.
Germán Sierra

25 mayo 2013

Del asco a la elegancia en Aleksandra Waliszewska.

Aleksandra W.
Mi carne (además de muy blanca) es débil, y cuando veo ciertas cosas no puedo evitar querer poseerlas. Me refiero a los libros (atentos al enlace que subió ayer Nórdica a su FB). Al papel. A las imágenes que me inyectan los ojos en sangre (o en leche negra).

Porque hace un mes estuvo en Barcelona mi querida Power Paola y durante la cena me habló de algo fabuloso, del colectivo United Dead Artist de Stéphane Blanquet. Una pequeña editorial francesa que en su catálogo guarda a algunos de los artistas contemporáneos más oscuros y fascinantes que conozco: Charles Burns, Loulou Picasso o la enorme Aleksandra Waliszewska (cuyas ilustraciones pueblan, como quizá habréis visto, esta vida desde hace unos años). 

Precisamente acabo de comprar (y cruzo los dedos para que llegue correctamente porque a veces el Paypal es traicionero) el libro que Aleksandra publicó con ellos en 2012: The horse with no name is a horse with no shame: una antología de pequeñas atrocidades, oscuridades, animalitos muertos y niñas mutiladas que consiguen arrojar belleza sobre la misma crueldad que retratan. Quien no conozca su trabajo (cada vez, por cierto, más premiado y reconocido), puede adentrarse en este Tumblr: http://waliszewska.tumblr.com/

La directora Athina Rachel Tsangari también se considera devota de Aleksandra y lo demostró el año pasado con el estreno de su película The Capsule, basada en algunos de los cuadros de la artista polaca. Sólo el trailer es una pasada... No puedo dejar de mirarlo:

24 mayo 2013

Guarradas.


Ya no mola ser bonita, ni ser deseada, ni mucho menos presumir de follar. Lo que mola cuando uno termina Zonas húmedas de Charlotte Roche (Anagrama, 2009) es haber sido capaz de reírse del sufrimiento propio, del mal olor propio, de la propia estupidez. Porque Zonas húmedas no es un libro sobre sexo adolescente sino una biografía del sufrimiento a través de la historia de una chavala de dieciocho años que está bastante mal de la cabeza, y a la que encima le gusta estarlo. A pesar de las innumerables escenas “pornográficas” que encontramos a lo largo del libro, lo que Helen nos está pidiendo realmente es que le hagamos caso. Que la miremos. Que ayudemos a que sus padres vuelvan a hablarse. Que, por favor, le concedamos nuestro cariño.

Algo parecido le ocurre a Madison, la protagonista de Condenada, de Chuck Palahniuk (Literatura Mondadori, 2013). Ella, al contrario que Helen, es completamente virgen, pero mantiene una relación con sus padres muy similar: no están divorciados pero pasan de ella y sólo se centran en sí mismos, sin darse cuenta de que su hija preadolescente está enfrentándose a cosas terribles... tan terribles que le llevarán a la muerte. Y será precisamente desde la muerte -desde un peculiar, surrealista y asqueroso infierno- desde donde Madison nos hablará.

Helen desde el hospital, Madison desde el inframundo. Ambas con ese lenguaje guarro y detestable. Con esa mente sucia e incluso bastante masculina. Gracias a la primera encontraremos pelos, menstruaciones y anos operados. Gracias a la segunda encontraremos violencia infantil, drogas y lugares hediondos. El libro de Roche me gustó mucho al principio, pero me pareció que perdía bastante fuerza a partir de la mitad y estuve a punto de abandonarlo. El libro de Palahniuk me hizo reír a carcajada limpia y creo que a quien le guste mucho este autor, Condenada le parecerá una de sus mejores y más locas maravillas.

Y bueno. Eso es todo. Feliz viernes.  

19 mayo 2013

La libertad no se come.

La libertad no se come.
AD Miller

Your voice is like flowers. Talk to me.
Kendra Yee


(A modo de diario de domingo)

1.
Batidora nueva. Moldeo en silencio los restos de la comida.

2. 
Él ya está aquí. La lluvia ya está aquí. Él ya está aquí con la lluvia o viceversa. 

3.
Limpiar el culo al gato. 

4. 
Necrobiosis lipoídica te tengo fuera y te tengo dentro. Un día mancharás las paredes. Otro día sabremos acariciarte. 

5. 
Mi padre posee un huerto. Háblame.  

17 mayo 2013

Mala sangre: un poema o un cuento.


Unas notas a propósito del fin del mundo, pertenecientes a La tumba del marinero, que podéis leer pinchando aquí gracias a la generosidad de El Boomeran(g) y, como siempre, a mis queridas editoras de La Bella Varsovia.

16 mayo 2013

Jóvenes sin futuro, les habla su capitán.

Conocía a Ricardo Limassol (México, 1987) de las redes sociales y ayer me llegó su primer libro, editado por una editorial independiente llamada Juan Malasuerte. El libro se titula Jóvenes sin futuro, les habla su capitán, y es una maravilla: un catálogo de lo que podrían ser pequeños manifiestos, declaraciones de intenciones y odas a esta complicada generación nuestra. El poeta habla de tú a tú. El poeta no es poeta sino capitán. El capitán tiene un ejército de otros poetas, uno cojo, otro tuerto, otro pobre, pero todos hermosos. Todos los hombres y todas las mujeres hermosas de este tiempo que compartimos enfermos, obsesos, drogados... Además este libro se puede leer online, así que no os lo perdáis. Sigamos la pista al gran Limassol. Jóvenes sin futuro: hoy él nos guía. 

13 mayo 2013

Dibujos animados.


Aleksandra Waliszewska
Un metro de entrañas para medir nuestras opciones.
René Char

(A modo de diario)

Nos obligaron a nombrar los planetas. A señalarlos de memoria en el esquema ondulado del sistema solar. Sabíamos planetas y sabíamos órganos. Una vez nos olvidamos de Júpiter. Otra vez nos olvidamos del Páncreas.

*

¿Has visto? Está llorando el perro del vecino y a nadie le preocupa.
¿Tes has dado cuenta? En este capítulo el Pato Donald come pavo por Navidad y a nadie le espanta.

*

Aliño con mi sangre una ensalada de frutas.
Aparto cadáveres con elegancia.

*

Nos obligaron a comernos los planetas. A señalarlos con gula y ansiedad. Deseábamos planetas y deseábamos órganos. Una vez amamantamos sin leche. Otra vez amanecimos sin máscara. 

11 mayo 2013

¿Cómo sé que ya no existo?

The house smells like meat.
My hair smells like meat. 
Rachel Zucker

Intento comprender dónde estoy. Tal vez mis pensamientos no estén del todo claros en este momento. Creo que simplemente tengo que seguir pensando. 
Pensar consiste en procesar la información que reciben nuestros sentidos.
¿A quién le importa? Estoy cómodo.
¿Cómo sé que ya no existo?
Socrates Adams


(No sé si recordáis El árbol de mi ventana. Pero hoy lo miro de nuevo mientras la paz sádica, mientras la vida carne.)

08 mayo 2013

15 razones para leer a Joyce Mansour.


He seleccionado quince citas de Gritos, Desgarraduras y Rapaces de Joyce Mansour (Igitur, 2009) que me resultan motivo suficiente para que se convierta (si es que no lo era ya) en una de nuestras autoras de cabecera. Por su belleza, por su crueldad, por sus imágenes lúcidas y sangrientas. Su vos es un músculo inflamado que asusta y deslumbra. Atentos:
*

No comáis los niños de los otros
Pues su carne se pudriría en vuestras bocas repletas.
No comáis las flores del verano
Pues su savia es la sangre de los niños crucificados.
No comáis el pan negro de los pobres
Pues está fecundado por sus lágrimas ácidas
Y echaría raíces en vuestros largos cuerpos.
No comáis a fin de que vuestros cuerpos se marchiten y mueran
Haciendo germinar sobre la tierra en luto
El otoño.

*

Tu cabeza separada de tu cuello cortado
Es el comienzo de la eternidad.

*

Animales que amamos abrazamos y en su cama asfixiamos
Animales sin familia mas con cariño enterrados
Ese mundo cruel de afectos comprados.

*

He visto cómo te embriagas con el rico olor de los mataderos
Llena la boca de sangre
Plenos los ojos de sueño

*

Islas de las enfermedades
Con leprosos como loros
Mar de silencio helado por el elocuente reloj de la vejez
Gritos de una joven perra descuartizada
El hospital vela por sus muertos-vivos no nacidos.

*

Fiebre tu sexo es un cangrejo
Fiebre los gatos se alimentan de tus tetas verdes

*

Mi risa vuela alto
Más aún que los sombreros de los cardenales
Más alto que la esperanza.
Mis senos sonríen cuando el sol brilla
A pesar de mis vestidos a pesar de mi marido
Soy feliz fea como soy
Porque los buitres me quieren
Y Dios también.

*

Sucedió al principio.
El primer poeta orinó su amor

*

Me he comido los ojos de tu yegua preferida
Durante mi parto
Y mi niño ha muerto cuando al mundo venía
De ahí sus relinchos.

*

La muerte es una margarita que duerme.

*

Y cuando he buscado su rostro en el cielo
El sol celoso ha ocupado mis ojos

*

Mezclo mi aliento con la sangre de los búhos
Y el latido de mi corazón aumenta
Con el de los locos

*

Es preciso que bese tus pies antes de darme al mundo
Es preciso que pecador yo peque hasta la bestialidad
Para olvidarme de todo para recomenzar todo
Para aprender a esperar

*

Tentáculos que aprietan con más fuerza que una enfermedad.

*

Caeré como una hoja
Sola digna y sin maquillaje

Joyce Mansour

05 mayo 2013

«Huelo animales vivos, animales muertos.»

Ayer soñé que era amiga de una pantera. Jugamos como hermanas.
Como todas las hermanas que perdí.
Noelia Rivero

Comer un ojo en un huevo
Un caballo o un ciervo
Un cerebro blando saludable
Un violín un perro pachón
Comer por comer
Atragantarse de carne
Restregar su ano en un fanal de mofetas
Comer para morir de un sollozo de sangre
Alimentarse para impedir que otros 
Os coman
Joyce Mansour

(Lista sin sentido)

1.
¿Has bajado ya? Le pregunto. ¿Has bajado ya? Le pregunto ¿Has bajado ya? 

2.
Y tengo los dedos morados, malditas lancetas. Sois ásperas como espinas pero no os parecéis a las flores. 

3.
Amor. Te equivocaste en el supermercado y compraste croquetas de pernil. ¿Qué hacemos ahora con esos cuerpecitos machacados? Nos están mirando. 

4.
Leche de cabra y un poco de lavanda. Equinácea. Espliego. Cromo y un poco de canela. No se van. Nos están mirando.

5. 
El corrector me advierte en rojo de que no existe la palabra "hiperglucemia". Y tú qué sabes. Y tú qué sabes. 

03 mayo 2013

Desbordar (3 de 3): Al-amin Emran.


Siempre me he preguntado, ¿qué pasa en Francia? ¿Por qué es tan difícil encontrar lo que están haciendo los poetas más jóvenes? Desde que abrí Tenían veinte años y estaban locos, encontrar estas nuevas voces ha sido una de mis mayores obsesiones. Más allá de Lysiane Rakotoson o de Irène Gayraud, pocas cosas aparecían ante mis ojos que realmente merecieran la pena. Pero de pronto llegó mi colega Arturo Sánchez y me dijo que leyera a Al-amin Emran (París, 1989), un autor de esos que como el propio Sánchez o nuestro querido Meza, también presenta una poesía desbordante. Emran es de París, dije, pero también ha vivido en Droma, Ardecha, Vaucluse y Rabat. Actualmente cursa un máster de letras modernas en la Sorbonne-Nouvelle, y trabaja sobre El culto del yo, de Maurice Barrès. Desde hace años escribe una novela, y desde hace no tanto decidió dedicarse a la poesía. Es este rasgo narrativo el que hace tan particulares sus versos. Quiero agradecer al autor haber querido cedernos este texto, y quiero agradecer a Arturo Sánchez el descubrimiento, y también la traducción de este complicado y magnífico poema. Ojalá lo disfrutéis tanto como yo. Ojalá os haya gustado este pequeño y tan especial ciclo:

*

PECADO DE ABRIL 

Y

EL SUPLICIO DE LA PRIMAVERA


Se produjo entonces un acontecimiento delicioso. Octubre se abalanzó sobre Primavera y – con un ruido de botella que se descorcha – desenroscó su cabeza como un niño torturando a una Barbie.
Abril apesadumbrado mamaba de la teta del Tiempo cuando una voz ventosa se levantó. Estos ululatos de una estación perentoria y contra la cual rezongábamos antaño no sin terror se ahogaron en la extensión del bosque desierto.
Los meses alimentados en deshilo se resfriaban.
Octubre, con un puro en los labios, se peinaba los amorosos bigotes humeantes que le salían de las narinas, y acto seguido declaró la pilosidad propicia a un ramo de barbas. El asentimiento del conciliábulo formado por seis personificaciones evaluando la candidatura fue unánime. Muchas eran las que, vecinas cercanas, escupiendo hojas en abundancia, derramaban de una a otra sus brumas purpurescentes y respectivas.
El petricor de las tormentas de verano llenaba la atmósfera de un vasto olor de prurito, hasta tal punto que los contornos, al ceder bajo ciertas podredumbres, curvas y líneas que de costumbre separan distintos objetos del mundo, parecían esparcirse como una coloración fallida.
Y a Julio, en cuclillas cerca de un ciprés, cebado de palabras harto elocuentes y licorosas, le dio un hipo acerado si bien húmedo.
Bajo el efecto de la nube mancillada por su desaparición, el sol revestía lentamente una palidez ovoide y que, cual cortina, caía entre la turba de árboles; un esguín, cuyas escamas tintinearon, reanimando así el alumbrado tórpido, desbordando del ondeo de la orina en silencio, enlazaba el hilillo serpenteante de mocos que vertía la uretra de Noviembre.
Hubo quien farfulló que individuos en manga corta deambulaban impunemente.
El grasiento Octubre eructó su risa.
Tanto le alborozaba este discurso que cada embocadura de su cuerpo exudaba cataratas de grasa y saliva.
Aquellos que de la naturaleza conservaban una imagen dulce se pusieron a vomitar de inmediato. Los más retorcidos, rojas sus mejillas impúdicas, cenaban una mezcla de llamas que aspiraban en estado sólido, clamando:
¡Regurgito en tu plato para honorar tu invitación!”
(Esta mixtura que les drogaba fue suministrada por una firma mundialista que manipula, en abismales laboratorios, toda sustancia de un punto de vista genético.)
Y los supervivientes, blanco de todas las mofas, – tratados a veces de viejos gilipollas – pusieron sobre el río estancado que meaban las lenguas sus ojos rebosantes de combates.
Las sombras desaparecieron juntas.
Un astro, torvo polluelo en una pupila blanca, cavaba por consejo de las hayas (muertos cuyas ramas los huesos parecían) un claro humano.
La cena cuajaba con presteza cuando una serpiente peluda pasó, rozando a ciempiés y lombrices.
Este tótem empapado en negrura celeste se abismó en el vientre del Tiempo mientras Abril mamaba. Y unas arrugas mínimas como seis pestañas de ancestro nadaron sobre la protuberancia ballena que un esfuerzo de succión consumía.
El nivel de tierra disminuyó.
Cuando se hubo tragado mil estratos vivos enteros, una ovación total se elevó del gran festín que, cual defecación, tensó tendones y nervios.
Seguidamente fueron amasados sobre un tocón sus derrames bronceados.
No lejos de una pastelería, dos homúnculos se destripaban. Sus congéneres caídos de los sauces chillaban como mangos maduros. De vez en cuando alguien increpaba este comportamiento retrógrado, acusando a la cerveza o a la brisa. Finalmente, al salir volando uno de ellos con una máquina, la gente gritó: “Es un profeta!” – y estos tipos enclenques y tuertos, a menudo faltos de dedos, aplaudieron frente a los oradores que blandían carteles.
Solo Octubre, que seguía expulsando a ritmo lento circularidades humeantes, brillándole un ojo bajo la superficie líquida, manoseaba con indolencia su sotana de grasa.
Algo sin embargo cosquilleaba su quietud. A lo lejos, en el remanente de vegetación que les rodeaba, daba botes una silueta. Cuando ambas criaturas se encontraron a una distancia apropiada, el desconocido profirió un “buenos días” de una cortesía y de una dulzura extremas. Joven galán atlético, Primavera enarbolaba una corona de flores de rododendro.
Octubre no se movía.
Sin pronunciar palabra – también algo sorprendido – observaba al visitante, tal vez imaginando paciente un postre potencial, en cualquier caso listo para saltar sobre esta confianza que venía ofreciéndose.
¿Y se puede saber quién eres tú?”
Habiendo dormitado después de un banquete, me desperté solo. Primero tuve miedo, pero pronto me adapté al desastre inédito que reinaba frente a mí, pues estoy ávido de nuevas sensaciones. Este país donde paseo me parece bueno. ¡Introdúceme entre tus gentes!”
Lentos regueros rosados brotaron en exceso del cuello cortado.
Oh mermelada de amor… ¡Gran bote hirviente de confitura! ¡Tus hermosos gluglús y tu marmita colmaron a Octubre de placer!
Luego, habiendo temblado un instante como tiemblan las robustas ovejas degolladas que vuelven a levantarse tras la decapitación, Primavera avanzó hacia la parte caída de su individuo.
Pero Abril, ultrajado, abandonó los muslos de su madre, recogió ese tesoro y se lo tendió; seguidamente asesinaron – comenzando por la frontera donde se sitúa el abismo anal – al Tiempo, flor que abrieron como quien separa un gajo de naranja.
Y el bebé hábil y el cefalóforo partieron silbando hacia el horizonte arbolado.
Al-amin Emran
(versión original aquí)