30 octubre 2009

2: 40 am. Pacman-----13:55 pm. Savia Danone.



DANGER, IMPORTANTE, ADVERTENCIA, QUIA!

*Nota a principio de página 1: Mi visión nocturna se va a la fuga/ se revierte por sí sola/ y me deja escapar (Lydia Lunch, del poema I’m the gost).
*Nota a principio de página 2: Me voy. Me marcho el fin de semana entero y aquí dejo un texto bastante feo. No lo he corregido. No recuerdo exactamente lo que digo, sólo sé la idea, sólo sé que fue escrito anoche, durante el insomnio, y que esta mañana al encontrarlo no he podido evitar reír. Bendita, oh, escritura automática post-autobús nocturno. Bendita rabia. Benditos nuestros aires. Bendito Freud. (Que se pronuncia Froid, que se escribe como Frío en Francés, y eso es lo que tengo, y por eso, me voy…)
Prohibido pronunciar
Vengo de la lectura de Agustín Fernández Mallo y Eloy Fernández Porta en el Matadero de Madrid. A mucha gente le cae mal el Mallo. A mí me da igual. Es la segunda vez que lo veo actuar, y he disfrutado. De Eloy sólo puedo destacar su aspecto entrañable y su voz rotunda al recitar los versos. Los alrededores, metáforas de la soledad, pronuncia Eloy, y entonces lo anoto. Lo anoto entre ruidos metálicos e imágenes de marcianos. Los marcianos de consola me gustan. Los calzoncillos de I. tienen estampado de marcianos. El cielo, a la altura de la T4, es un campo de batalla marciano entre las líneas blancas de los aviones y los pájaros perdidos. El cielo es una jaula.
Sobre la soledad
El cielo aquí es una jaula, jaula y pájaro y Pizarnik (deja de leer a suicidas, deja de leer a moderniquis, deja de escribir sobre ah! política! eso que tanto te interesa! deja de respirar). Lo dice Arquíloco ¡si pudiera tener a Neobule en mis brazos! Y lo cito como puedo citar a Eloy. Metáforas de la soledad. ¡Ay, si en vez de estar sola pudiera tener sus marcianitos en mis brazos! Pero esto es la banlieue saavedrana, éstos los alrededores, y aquí no está I. y aquí no pienso en esa gente que se echa las manos a la cabeza al pronunciar Mallo. Ni en esa gente que se echa las manos a la cabeza al pronunciar Pardo. Ni en esa gente, Medel. Ni en esa gente Montero. Ni en esa gente Maillard. Ni pienso en esa gente ni en la poesía cuando miro a mi alrededor y sólo veo alrededor.
Amour, amour
¿Y qué negra sombra es El Alrededor, que no me asombra y me anula? Puedo decir Odio a Nietzsche. Puedo decir Odio a Borges porque es un pedante. Puedo decir Odio a Valente por sus gafas de culo de vaso. Odio Madriz. Odio (no lo diré). Odio a Robert Hass porque me recuerda demasiado a una droga pasada. Odio a Zambrano. Odio a Dostoyevki. Odio a tu padre y a tu madre y al mosquito cabrón. Odio a Beatriz Preciado. Odio a Gabriel García Márquez. Odio a Bukowski y a Nothomb. Odio, odio, odio.
Tras el recital de… (Cuaderno Nepalí, in memoriam)
Me atacan los marcianos. Tengo encima de la mesa un periódico, Nocilla Lab y Rilke. ¿De qué avergonzarme según tú? ¿No puedo leer sin que salten las alarmas? ¿Por qué elegir? ¿Por qué este sectarismo absurdo? En casa. Es tarde. Pienso en I. y sólo en los marcianitos de I. y sólo en derribarlos y que me derriben. Y I. Y I. sólo I. Vengo de la lectura de Agustín Fernández Mallo y me enamoro de Eloy. Vengo de su lectura y pienso en otras lecturas. ¿Os acordáis de aquella, 1999, Almería, en el aula de poesía, yo aún era pequeña, con Juan Carlos Mestre declamando a ritmo de acordeón? ¿Se puede llorar a los nueve años? ¿Se puede llorar de poesía? ¿Y de Estíbaliz Espinosa os acordáis, os acordáis, venga venga venga, os acordáis de su voz pagana y su corazón en aquel habitáculo de Madiz? ¿De Javier Rodríguez Marcos, en el salón noble? ¿De Aurora Luque en el instituto? ¿De Ángel González, en aquella grabación negra, a modo repeat tras su muerte?
Lo que me sale
Pero si tú me olvidas… caerás a los alrededores, muerto, a los alrededores. Como pájaro sin planeta. Como marciano, muerto. Muerto. Muerto. No tengo amigos y me importa lo que leo. Tengo experiencias y me importa lo que cuentan. Amo a I. y no entiendo la hipocresía. Pertenezco a este barrio y respeto al vecino. Escribo lo que quiero, y con suerte, lo comprendo.
*Nota a media página. Seos horas después. Sería la nota número cuatro, o la tres ,o, ya no recuerdo.
Estoy en la biblioteca y no encuentro a Hunter S. Thompson. Quiero leer a Hunter S. Thompson. Quiero que Hunter S. Thompson me cure la resaca de ayer, o anteayer, o de cualquier oto día en que los poetas (da igual qué poetas) salen a la calle entre luces de neón azul. No puedo leer a Hunter S. Thompson por la maravillosa biblioteteca de mi facultad no lo tiene. Tampoco puedo escribir Hunter S. Thompson porque la tinta del Boli azul se ha gastado.
(
Apenas leo lo que escribo y sin embargo hago el acto de escribir.
¿Alguien ve esto?
¿Éo? ¿En el eco de la página, alguien me escucha?
)
Tinta negra. Tinta de tatuaje. Llevo días intentado escribir sobre esto y no lo he hecho. Por fin. Por casualidad digo: tinta negra, y pienso en los últimos tatuajes de mi cuerpo. En su excusa. En su motivo aparente. ¿Por qué me tatúo? Porque no me gusta mi cuerpo. No me gusta mi piel porosa y mi vello negro. No me gustan mis brazos ni mis piernas. No soporto cómo me hicieron, no lo soporto. Y papá y mamá fabrican libros bonitos pero a mí me fabricaron mal. Mira qué tipa fofa y qué bigote. Y mira qué pelo enredado y cuánta sangre.
(
La tinta es la cirugía estética del escritor.
Del que pretender ser escritor. Del que miente.
)
La tinta es la excusa por la que venir a esta biblioteca mientras espero a que sea la hora exacta para verte. Chico Pacman. La guerra de los mundos. No puedo leer a Hutner S. Thompson y elijo entonces la poesía: Somos exactamente iguales. Y ninguno de los dos conoce la existencia de los espejos. O bien: Porque yo podré ser de vez en cuando un eclipse. Pero nunca un eclipse sin sangre de luz. Leo Usted de Almudena Guzmán y contengo la sangre en las pupilas.
(
Sangre. Menstruación azul. Hace dos semanas que sangro y no entiendo qué pasa aquí dentro. Por qué tanta violencia. ¿Qué debilidad? ¿Cuánto dolor?
)
Pacman, chico pac pac pacman. Marcianitos ensangrentados. Ya es Halloween. Y. Atención. Lo. He. Dicho. Me voy. Por eso escribo largo. Por eso pienso en largo. Porque morir en el día de los muertos no es redundante. Porque hace un año me enamoré de Chico Pacman en secreto mientras bebíamos vodka verde y fumábamos dorados antes de hacerle un sinpa al futuro. Al único futuro. Antes de marcharnos con las miradas bajas por no poder consumar esa sangre secreta en nuestros propios cuerpo
(
Qué daría por ver su cara?/ Daría mi vida —naturalmente— / ¡pero eso no es bastante! O bien: Sería más fácil fallecer —con tu tierra a la vista— que conquistar—mi azul península—perecer de deleite. O también Del vacío al vacío—un desencaminado camino llevé a mis mecánicos pies.
Emily Dickison
)
Busco a Dickison en Literatura Norteamericana y encuentro a su lado a Eve Ensler. Descubro sus Monólogos de la vagina, aparto a Emily y con curiosidad leo: Vagina. Ya está, lo he dicho. Vagina… he vuelto a decirlo una y otra vez durante los últimos tres años. O bien: si tu vagina se vistiera, qué ropa se pondría. O también: Yo lo llamo coño, lo he reivindicado: Coño. Realmente me gusta. Coño. Escuchadlo. Coño. Ce, ce. Ce de caverna, de crepitar, de clítoris, de caricia, de cuca, de calidez […] Eve y Emily, a mi lado. Emily y Eve. Eve, Emily y Almudena Guzmán. Vete a la Mierda Hunter S. Thompson. Eso es todo lo que he hecho esta mañana por no estar tú aquí. Vete a la Mierda con mi sangre. Porque este fin de semana me voy. Miedo y asco. Me voy en mi nave marciana. Me voy. Me voy. Y no me veréis.
*Nota a pie de página Cinq Diamants:
presione
con el dedo
el trazo
infinito
de
mi pecho

28 octubre 2009

Lambrusco blanco (o Deseando el fin de semana).

Para facilitar luego las cosas, Shahid abrió el precinto de una caja de condones. Había pasado la tarde en la biblioteca, corrigiendo el primer borrador del artículo para pasarlo al ordenador al llegar a casa. Acababa de caer la tarde y había oscurecido. Se oía ruido en la calle. Echó las cortinas y puso más fuerte la estufa de gas. Después de trabajar con empeño y aclararse las ideas, podía disfrutar de aquella parte del día, apagar algunas luces y escuchar Dancing in the Dark mientras decidía si ponerse los vaqueros negros, los azules o los rojos. Ante él se abría la promesa del amor y de la noche: toda la noche.

Kureishi

+tomorrow

27 octubre 2009

“Tengo un coño pegado a la cara”.


a) Fóllame (o Lo que subrayé de Teoría King Kong de Virginie Despentes mientras me rascaba las picaduras):
Cuando te vuelves una chica pública, te dan palos por todos lados, de manera muy particular. Pero no hay que quejarse porque está mal visto. Hay que tener buen humor, tomárselo con distancia y tener un buen par de cojones para aguantarlo. Todas esas discusiones para saber si yo tenía derecho no a decir lo que decía. Una mujer. Mi sexo. Mi cuerpo. En todos los artículos, más bien de forma amable, por cierto. No, no se describe a un autor como se describe a una mujer. Nadie cree necesario decir que Houellebecq es guapo. De ser una mujer, y si a un número igual de hombres les hubieram gustado sus libros, habrían escrito sobre él que era guapa. O fea. Pero habríamos sabido lo que piensan sobre el tema. Y habrían intentado, en nueve de cada diez artículos, cantarle las cuarenta y explicarle, en detalle, por qué este hombre era tan desgraciado sexualmente. Le habrían dicho que era culpa suya, que no hacía las cosas correctamente, que no podía quejarse de nada. Y de paso, se hubieran reído de él: pero has visto qué cara tienes. Habrían sido extraordinariamente violentos con él, si, como mujer, hubiera dicho sobre el sexo y el amor con los hombres lo que él dice sobre el sexo y el amor con las mujeres. Con el mismo talento no hubiera habido el mismo trato. No querer a las mujeres, cuando se es hombre, es una actitud. No querer a los hombres cuando se es mujer, es una patología.
b) Ladro y muero:
El próximo jueves, en principio, comienzan a publicarse mis nuevas columnas para Público bajo el título de Mundo Fantasma. No confundir con la Zona Fantasma de Javier Marías (“Yo leo El País Semanal”). M. F. es un homenaje a Daniel Clowes y a las botas de Enid. No será el Diario Adolescente que sacamos el pasado verano pero intentará mantener una línea como la que viene viéndose durante el último mes en el blog del periódico. Mundo Fantasma fue título de uno de mis primeros poemarios (esos que se quedan en el cajón porque son una jodida mierda, esos de los que una se avergüenza, esos que con los años se hacen más polvorientos, y huelen a 50% piruleta, 50% muerte). Mundo Fantasma es una pintada en mi carpeta. Es un tatuaje rechazado, sustituido por el infinito. Mundo Fantasma es un recuerdo a los versos otoñales de Ángel González. Es una patada en los cojones a quienes leen esto y me tachan de P, M, o J. Mundo Fantasma es una estética monelliana. Un vómito a los que dicen: . Un acorde de la cabeza rapada. Un sarri-sarri en el centro de la pista del instituto (cuando mis tíos eran jóvenes y me llevaban con ellos a los saraos punk). Mundo Fantasma es mi trabajo. Es sólo un trabajo. Es una angustia. Un miedo a la tecla. Un silencio. Un punto de vista. Una vista hacia un punto lejano. Una voz que (se) me apaga.
c) Retardomodernidad: viva el mongo-way.
Leo un foro y sólo veo a ‘modernos’ meterse con ‘modernos’ por creer que éstos se creen más ‘modernos’. Ser moderno no está de moda. Ser retrasado sí. Cada día somos más, córtatela ya papá, canta Siniestro Total. Cada día somos más, cada día más. Pues somos retardomodernos y por eso nos odiamos.
d) Poetry is not dead:
Terminar un poemario es como abrirse en canal con las tijeras de cortarse las uñas. Los cortaúñas me recuerdan a la escena de La Broma Infinita –ese libro que no se vuela en la playa y que sirve para aplastar medusas- o bien –ese libro que aún no he terminado- o bien –ey chicos, el viernes día seis es mi cumple, venga, que sólo os cuesta treinta pavos regalármela-. Una escena, decía, en la que Hal Incandenza se corta las uñas de los pies mientras habla por teléfono. Hal Incandenza me recuerda al poeta García Madero y no sé muy bien por qué. Quizá por ser Rimbauds pornográficos. Por estar muy buenos. Porque quiero ser como ellos. Porque no lo soy. Terminar un poemario es comenzar otro. Comenzar un poemario y titularlo como el anterior (añadiendo Vol. II al final del enunciado) es como pisarle la cola a un gato. O masturbarse sin ganas. O saber que aún te quedan diez años de vida estéril. Porque mis poemas son pensamientos estériles. Y me da igual lo que a veces sé: estás hablando de tu vida, ególatra existencial, porque yo no hablo de mi vida, sino de lo que la rodea. En la película Party Monster (que no deja de ser otro Mundo Fantasma homosexual, drogadicto y techno) uno de los protagonistas finge escribir una novela durante todo el filme. Así. Yo también finjo escribir un poemario durante todo mi cuerpo vivo. Y releyendo a Valente en las escaleras del Edificio encontré esto: y, sin embargo, cuento mi historia, recaigo sobre mí, culpable de las mismas palabras que combato.
e) Como en el anuncio de McDo: la carne es más cercana de lo que piensas.
No he visto la serie Californication y tampoco he leído todo lo publicado sobre Bukowski. No he ido a renovar el DNI y tampoco he comido en el McDo. No he escrito el trabajo de Géneros Informativos y tampoco he leído El economista camuflado. No me he cambiado de bragas ni tampoco me he puesto perfume. No he follado hoy y tampoco lo haré mañana. No he ido nunca a Berlín y no conozco el Wurlitzer. No he comido postre y tampoco tenía hambre. No tengo ganas de escribir y sin embargo grito.
f) Animalita inexpresiva, pero enamorada.
Me preocupa no tener tiempo. Me preocupa lo que va a pasar mañana. Me preocupa irme. Me preocupa que se vaya. Me preocupa decir algo malo. Me preocupa que diga algo malo. Me preocupa no entenderle. Me preocupa que no me entienda. Me preocupa no hablar. Me preocupa que no hable. Me preocupa que se canse. Me preocupa cansarme. Me preocupan muchas cosas. Me preocupa que el árbol de mi ventana aún no esté tan amarillo como ese que me ha enseñado Peio, esta tarde, durante el paseo de Caleruega. Me preocupa que mi profesora no se ponga sujetador. Me preocupan muchas cosas. Muchas antes que nosotros porque nosotros nosotros no me preocupa nosotros nosotros todo va bien, sí, así es, todo va bien y eso me preocupa.
g) Punto.
Gé.
h) Quiero ser como Valerie Mréjen, pero yo cuando como engordo.
Utilizo esta taza desde hace un año y aún no la he limpiado. Tiene manchas de café, de yogurt líquido, de grumos de Colacao y de Nesquik (comodidad instantánea para los días impares), de té rojo, té negro, de manzanilla, tila. Tiene tila desbordante y restos de magdalena adheridos a la pared, como si yo conociera el paladar de Proust, como si yo imitara su gastronomía pomposa y sus maneras. Esta taza guarda más sabores que si tuviera mil años. Esta taza tediosa de todas las mañanas y dolores de estómago y gotas de hierba y sacarina espesa. Son las seis de la tarde y no importa qué hora sea. Leeré esto mañana y sonará distinto. Leeré seis de la tarde y será pronto. No comeré magdalenas, pero merendaré cruasanes.
i)Tengo un coño en la cara (o unos versos de Anne Sexton, y ya me voy).
Dulce peso,
en celebración de la mujer que soy
y del alma de la mujer que soy
y de la criatura central y su felicidad,
canto para ti.

26 octubre 2009

Ciudad/interior.



atraída por la ciudad más que por el interior, siempre excitada por las experiencias e incapaz de contentarme con la narración que otros me harán de ellas

Virginie Despentes

25 octubre 2009

Tiempo.


De todas las horas que he esperado aquí o allá, el minuto de las gaviotas parece único. ¿De qué pájaro se trata? ¿Por qué lo envidio? ¿Puedo aplicar el término manada, el término orquesta, el término cielo: ejército aviar, aquí, mientras te espero? ¿Hay gaviotas en Madriz? ¿Hay mar? ¿Por qué las veo? Y no me refiero al pájaro franquista, ni al pollo asado de los domingos, ni al símbolo conservador que temo. Eso no me interesa aquí ni allá. De eso no hablo aquí ni allá. Nada de política ahora, cuando las nubes son una bandada de estrellas naranjas. Aquí y ahora eres tú el protagonista. Cuántas horas, cuántos cigarros, cuantos soles helados quedan. Querido gorrión. Mi amada ha muerto. Lost in the House of Valparaíso. Querido gorrión. No llores. Mi amada ha muerto. Querido gorrión, querido gorrión, no tergiverses las palabras de Catulo. No tatúes las cenizas en tu boca. Querido gorrión, ¿bajo qué forma naciste? Y no me refiero al poema, no me refiero a la filosofía, ni al arte; sí al espacio y a la vida de todas las horas en las que no te tengo, en las que te espero (calle Caleruega, Atocha, Filología B), en las que leo, en las que Kureishi, en las que Tim Harford, en las que Vicente Luis Mora, en las que Tiempo: Me gusta la poesía/ porque sitúa un ser/ en el espacio/ Respeto la filosofía/ porque coloca un pensamiento/ en el desierto del sinsentido/ Adoro el arte/ porque hace del espacio/ un ser vivo/ Me gusta la vida/ porque enseña/ a morir/ con dignidad”.

20 octubre 2009

Te parto en ocho.


De las hojas caen árboles, que diga, gotas ácidas como muertos, como muertes diminutas, como uñas de luna (o leucocito). Jerseys negros. Cuello de cisne. Cuello vuelto. Cuello mordido: el aspecto violento del crítico o el avance hacia el oeste estéril o la tinta, tras la blusa transparente. Pero digo nada. Me fío más del aire que de cualquier palabra.

19 octubre 2009

La polla de John Barth.


¡Enhorabuena, su fidelidad tiene premio…!
Mensaje de Vodafone, hoy a las 16.15
Mezclo café y Nesquik porque sé que así, al despertar de la siesta, el dolor tendrá un sabor más dulce. Estoy en la sala Nasti y alguien vierte su tónica sobre mi cabeza. Hablamos de verter. Hablamos de semen. Hablamos de sus pollas: las pollas de nuestros autores preferidos (dudo que John Barth la tenga pequeña, pero yo no he leído a John Barth. No he leído nada de él. Solo he visto su foto en Google Imágenes. Sólo he imaginado el tamaño de su miembro. Sólo. Y tú no dejas de leerlo. Y tú no hablas de otra cosa. Y tú también estás perdido en la casa encantada.) El café no me quita el sueño. El café me adormece. El café que he hecho está tan malo como el Absolut con Kas Naranja que me sirvieron en la Nasti. ¿Qué hago yo aquí? Pensé. ¿Qué hago yo aquí si mi ropa no es moderna, si no sé tararear la maldita letra electrónica, qué, si apenas llego a tocarme la punta de la nariz con la lengua, la punta del corazón, la punta de tu polla? Hablamos: Charles Bukowski pequeña, Frédéric Beigbeder diminuta, Cervantes enorme ¿y Freud? Silencio. Silencio para este cielo de lunes. Mezclo café y Nesquik porque estoy sola. De la puerta hacia allá no hay nada. De la ventana, al otro lado, humanoides y árboles. Y el maldito árbol de la ventana que no envejece, que es un capullo, que se merece pis de perro e inverno eterno. Me quito los zapatos para estar más cómoda. Son unas botas Spring Court de las tiendas cercanas a Les Halles. Las tengo desde hace dos años, y huelen muy mal (le cuento a Matzerath). Matzerath tiene diecinueve años. Matzerath tiene un diario de los que me gustan. Yo cumplo diecinueve en pocos días. Ya soy vieja. Ya soy más vieja de lo que quería haber sido. Por eso me tatúo errores. Para que los días mantengan su recuerdo en tinta. Me siento vieja porque no tengo quince años. Ni vivo en el sur. Ni releo Monelle cada semana. Julio tiene quince años. Julio me da envidia. Julio va al instituto y yo voy a una Universidad que parece un instituto. Silencio. No tengo ganas de trabajar. Silencio aquí y en Cat Power. Silencio en el cielo. Silencio en los versos que leo. Se cristaliza el cielo y el suelo se llena de pájaros muertos. Ruido por todas partes, dice el poeta. Silencio. Silencio. Silencio. Silencio sólo aquí.

Escribir tu sonido.

El ruido de ese músculo es casi la primera manifestación humana. Alguna vez, nosotros también, fuimos apenas un pálpito. Sólo mucho después nos volvimos más grandes que nuestros corazones.

Gabriela Wiener

18 octubre 2009

Barcelona, Madrid, Berlín (pleonasmic year, la receta).

Carolee Schneemann
Barcelona parecía un buen lugar para dos periodistas ingenuos con aspiraciones literarias que creían en las posibilidades de sus curriculums…
Gabriela Wiener


Perrito caliente. Pollo asado. Kebap cuatro euros cincuenta. KitKatchino. Fajitas. Pasta con tomate y queso. Pastel de año nuevo frito. Tallarines con setas. Pan chino de bambú. Pan chino con pepitas. Bola de sésamo. Oreo. Tostadas de mermelada. Churros. Porras. Café. Mucho café. Barrita energética. Lasaña. Canelones. Filetes con salsa y setas. Donut. ChocoLunas. Gelatina de fresa. Mantecados de Fondón. Y cosas. Y muchas más cosas que son nuestros estómagos.

Público.es: España: Nueve meses o Nueve minutos.

Crónica" de la manifestación de ayer en Madrid. Hice unas fotos muy divertidas. También me reí mucho y quedé sorprendida por la cantidad de gente, la organización y mis ganas de gritar anticonsignas. Work is work.

http://www.publico.es/espana/261544/nueve/meses/nueve/minutos

16 octubre 2009

Infinite (el resultado final, y ya van tres errores).



Todo el día en la UCM, portando unas imágenes que aún no son del todo mías. Esperando unas imágenes que nunca serán mías. Leyendo unas imágenes que no quiero que me pertenezcan. Mirando. La puesta de sol. Y las nueve lunas.

14 octubre 2009

El precio de la tarde.


La M-30 cubierta de sangre. Policía elíptica o sol excesivo de otoño. Relato lo que ocurrió ayer como si hubiera sucedido hoy. Digo: hoy comí mantecados de Santa Cruz de Mudela y un trozo de azúcar rodó de mi barbilla, mi camisa, mis pantalones de pijama, al suelo. No recuerdo si he comido azúcar. Si he manchado el suelo. Lo cuento como si fuera hoy pero puede que nunca haya ocurrido. Bebo café. Sigo dormida. Bebo café para aguantar las tres clases prácticas del día. Zweig fuera, Zweig caraculo, Zweig muerto. Busco tatuador. Quiero un Infinite en el pecho. Quiero un gorrión en el antebrazo. Busco tatuador. De eso hablas tú. Y el autor no puede alejarse de la obra. Si digo Estoy triste. Si mi personaje dice Estoy triste. Si el ensayo y la metáfora son tristes. Será por algo. No voy a decir dónde viajo porque ya lo sabéis y es oscuro. Viajo en el artefacto. La sangre en la carretera: huele a muerte y no es de animal, huele a muerte y no es de poeta, huele a muerte y sigue siendo otoño ahí fuera.

Entrevista en Tinta Digital.


por

12 octubre 2009

Mi familia. (Miguel consentreision).












Alquilar cabañitas y dormir en furgonetas. Hoy es doce de octubre, como hace siete años y mi debut diabético. Como hace cinco años y mi primer poema. Como hace veintidós años, a punto de nacer el Pleonasmo Cool.

08 octubre 2009

Sobre Madriz como desierto (re).


Traslado mi casa: aquí. Aquí donde llueve. Aquí donde el viento. Donde el árbol de la ventana y no el aloe, el cactus o palmera. Un año mirándote, árbol, y no sé tu raza (sí, la raza de los árboles, su marca, su condición). Es posible que no exista este árbol que veo desde mi cama, desde el ordenador portátil cuando escribo, cuando juego a BeJeweled 2 obsesivamente. Ese árbol no existe como no existe la hierba ni la rata ni el charco ni el pájaro muerto ni el graznido familiar de los transportes públicos. El asfalto es soledad. Cuatro torres inmensas. El asfalto es silencio. La carretera es la grieta. La soledad, en la Gran Ciudad, es más amplia todavía que en la piedra blanca. Y pienso que quizá, en un tiempo primitivo anterior al tiempo (escucho a VLM) esta ciudad fue una única superficie gris. Ese centro de la nada (escucho a Lhasa) donde gritar A Nadie. Ese desierto que no tiene ni principio ni fin (repite Lipovetsky) y sabe tóxico, como las cintas negras de las escaleras mecánicas.

07 octubre 2009

Desierto de Madriz II: Línea 9. Vicálvaro.


La libido es un flujo del desierto.
Gilles Lipovestky

Lo que más me gusta de la Universidad es el espíritu mixto. Quiero decir. Lo que más me gusta de la Universidad es el camión de cerveza Mixta que desde esta mañana está instalado en los jardines. Estoy segura de que ese fallo técnico en las salas de ordenadores que no nos ha dejado comenzar la práctica de Documentación se trataba únicamente de una estrategia comercial de Mahou que, al apoderarse de la red Iris, nos ha permitido salir al césped divino y refrescar la garganta durante dos horas. Lo que más me gusta de la Universidad es ese espíritu de alcohólicos y vagos capaces de tragar pis con limón sólo porque nos lo dan gratis. La Universidad sabe a Mixta. La educación sabe a hierba. Todo lo demás, hoy, sabe muy mal.
Para Paula, Chris y Moya.

Desierto de Madriz: L5 con L4.

En este tiempo en que las formas de aniquilación adquieren dimensiones planetarias, el desierto, fin y medio de la civilización, designa esa figura ‘trágica’ que la modernidad prefiere la reflexión metafísica sobre la nada. El desierto gana, en él leemos la amenaza absoluta, el poder de lo negativo, el símbolo del trabajo mortífero de los tiempos modernos hasta su término apocalíptico.

Gilles Lipovetsky

04 octubre 2009

Cuarentayochohorassinpleonasmos.



Escucho Muse casi como un antídoto ante la tristeza dominical. No tengo ganas de ir a la Universidad. Tampoco tengo ganas de saltarme las clases. Me duele la garganta y sin embargo bebo leche fría. Este fin de semana me he quedado sola. Le echo tanto de menos que he leído dos libros y medio. Beigbeder, Enzensberger, Matar en Barcelona y nada de poesía. Porque cuando uno echa de menos lo peor es leer poesía. ¿Quizá un poquito de Riechmann? Lo peor, en este momento, es leer poesía. Odio a Marianne Moore. Odio a Píndaro. Y vuelven los textos Públicos. Aún sin formato. Sin nombre. Sin ley. Vuelven semanales y distintos. Pero vuelven. Adiós septiembre. Me gusta octubre. La ventana es más bonita ahora. La ventana rosada. La jodida ventana: pública y hermosa. Aún quedan catorce horas para que él vuelva. Y ahora. ¿Leer qué?

Crónica: de Píndaro a Carlinhos Brown.

Volvemos en otoño, como El Corte Inglés.

http://blogs.publico.es/lunamiguel/2009/10/04/de-pindaro-a-carlinhos-brown/#respond

03 octubre 2009

Sobre el hombre que no quiere aparentar lo que es (o Maldiciendo a Beigbeder II).

Leo este fragmento de 13’99 euros y me estremezco. Por eso lo copio entero:

—El amor no tiene nada que ver con el corazón, ese órgano repugnante, especie de bomba empapada en sangre. El amor ataca primero a los pulmones. No deberíamos decir “tengo el corazón roto”, sino “tengo los pulmones asfixiados”. Los pulmones son los órganos más románticos: todos los amantes contraen tuberculosis; no es casual que Chéjov, Kafka, D. H. Lawrence, Frédéric Chopin, George Orwell y Santa Teresa de Lisieux murieran de esa enfermedad; en cuanto a Camus, Moravia, Boudard, Marie Bashkirtseff y Katherine Mansfield, ¿habrían escrito los mismos libros sin esa infección? Además, que se sepa, la Dama de Camelias no murió de infarto de miocardio; semejante castigo está reservado a los trepas con estrés, no a los sentimentales sin remedio.

Octave desbarraba y hablaba solo:

—Todo el mundo tiene una pena de amor que dormita en el fondo de sí mismo. Todo corazón que no está roto no es un corazón. Los pulmones esperan a la tuberculosis para sentir que existen. Soy vuestro profesor de educación física. Es necesario tener un nenúfar en la caja torácica, como Chloé en La espuma de los días o la señora Chauchar en La montaña mágica. Me encantaba mirarte mientras dormías, incluso cuando fingías hacerlo, cuando regresaba tarde a casa, borracho, contaba tus pestañas, a veces me parecía que me sonreías. Un hombre enamorado es alguien a quien le gusta mirar a su mujer mientras duerme, y, de vez en cuando, mirarla mientras goza. Sophie, ¿puedes oírme a miles de kilómetros de distancia, como en los anuncios de operadores de telefonía? ¿Por qué hace falta que la gente se haya marchado para que uno se de cuenta de que la quiere? ¿Acaso no te das cuenta de que lo único que yo te pedía era que me hicieras sufrir un poquito, como al principio, de una tregua pulmonar?

Frédéric Beigbeder

02 octubre 2009

Pensamientos estériles.


Mirar a través de la ventana. Amar cada piedra de las vías. Esas piedras pulidas. Esas piedras cuadradas. De dónde vienen. Quién las fabrica. Piedras. Gravilla gorda. Piedras. Diamantes brutos disfrazados de vulgaridad.