23 octubre 2013

Estoy gritando.


we’re here/ quiet dancing in london still/ you are like a tulip when there are tulips behind you and i can’t decide what/ you’re like Crispin Best


En casa de Sylvia Plath
Estoy sentada con Gabby, Lucy y Johnny en una plaza silenciosa, justo al lado de una de las casas en las que Sylvia Plath vivió en Londres. Según dice la placa, lo hizo entre 1960 y 1961. No es la casa en la que se suicidó, pero el color morado de los muros y el jardín otoñal la convierten en un espacio irremediablemente suyo. Estoy sentada y suena Get Lucky en una especie de homenaje extraño, demasiado extraño: ninguno tenemos 3G en el móvil y no podemos buscar sus poemas para leer en voz alta. Así que optamos por Daft Punk, aunque nada tenga que ver. El sol se esconde, sale, se esconde, sale de nuevo. Es domingo en Camden Town y al otro lado de la calle nos esperan restaurantes, tiendas, las últimas horas de un fin de semana perfecto en la ciudad carísima. 

Johnny Bryan, Gabby Bess y Lucy K. Shaw
El viernes 18 de octubre me levanto a las 3.15 de la mañana para llegar al bus N117 que me llevará al aeropuerto. Odio los aeropuertos, me ponen nerviosa. Los odio porque son caros y cansan. Sólo en el bus y en el desayuno ya me he gastado casi 7 euros. Mi estómago acaricia el donut que acabo de engullir, y desea no volver a pasar hambre hasta que al fin lleguemos a nuestro destino. En el avión me quedo dormida, con el cuello torcido, como si fuera de goma. Llego a Londres a las 8 de la mañana (de allí) y no podré entrar a mi habitación de hotel hasta las 3 de la tarde. Dejo la mochila. Oculto con crema mis ojeras y salgo a la calle sin rumbo alguno. Afortunadamente tengo buena orientación. Creo que el río está por allí. Creo que eso es el norte, y eso el sur, y gracias al cielo aún me queda algo de batería en el iPhone para tratar de robar algo de WiFi en las maravillosas cafeterías de la ciudad. Camino. Camino. Camino. Las calles aún están como desperezándose y a las 10 de la mañana ya me he comprado un vestido en Urban Oufitters y unos zapatos en Top Shop. Me niego a entrar a American Apparel y a otras tiendas que me vuelven loca y me llevarían a la total pobreza a tan solo unas pocas horas de haber pisado la ciudad cara. Entro a Pret à Manger y pido un bocata de aguacate. Me sorprende la cantidad de opciones vegetarianas que hay en sus menús. Bebo un zumo raro. Maldigo a los enchufes británicos. Al fin un poco de WiFi. Digo hola a Ibrah. Termino el bocata y me encamino al Big Ban. Cada vez hay más turistas y me siento incómoda. Prefería la tranquilidad de Warren St y el olor del aire vacío que azotaba al barrio a las 9 de la mañana. Camino. Camino. Camino. Una vez en Picadilly, después de haber visto plazas, monumentos y cientos de edificios que estoy acostumbrada a encontrarme en series y películas, me llega algo de WiFi y logro comunicarme con Lucy, Gabby y Johnny. Al fin y al cabo, lo más interesante de este viaje no era la ciudad cara (soy la peor turista del mundo, detesto mirar por mirar, sobre todo si no tengo con quién hacerlo), sino mi encuentro con los jóvenes poetas que venían como yo invitados al 89plus Marathon que se celebraría al día siguiente en la Serpentine Gallery de Hyde Park. ¿A qué hora nos vemos ? (Mi inglés es horrible). Pues estamos en el Tate. Qué lejos. ¿Cuándo vas al hotel? Ahora a las tres. Allí nos vemos. Sí. Allí nos vemos. Estoy nerviosa. Mi acento y mi nerviosismo me delatan. Pero quiero verles. Quiero ver a mis amigos. Todos ellos son poetas a los que he leído a través de Internet, gente de la Alt Lit. Gente que viene de Estados Unidos, Canadá o el mismo Reino Unido. Gente a la que he leído y releído. Gente como Gabby: una de mis musas. Trato de volver al hotel sin tomar el metro pero me pierdo. Son las tres. Me dan mi tarjeta. La habitación es una pijada, pero no tienen WiFi. ¿Y no se supone que venimos a un encuentro de la "generación de Internet"? ¿Qué hacen alojándonos en un hotel sin WiFi? Una ducha. Me cambio. Pago 7 euros por una hora de conexión. Me escribe Crispin Best que está en la habitación de arriba con Gabby y los demás. Respiro. Respiro. Respiro. Ensayo nerviosa un saludo que no quede muy ridículo con mi ridículo inglés. Subo. Me abre Lucy, más guapa aún que en las fotografías que desde hace un tiempo vengo viendo de ella en su tumblr. Nice to meet you. Nice to meet you. Nice to meet you. Aquí nadie da besos. Pero yo les abrazo a todos. Pronto quedaremos con Sophie Collins y Sam Riviere. Mientras tanto bebemos vino en vasos de Starbucks. Soy silenciosa. Me siento bien. 

El primer vino
Sophie Collins (1989) poeta de Reino Unido, con orígenes holandeses. Es autora de una plaquette que edita junto a un grupo de amigos. Editora de Tender Journal, feminista, tatuada, de una piel blanquísima y fina. Está casada con Sam Riviere y son la pareja más entrañable del mundo.

Sam Riviere (1981) posiblemente el poeta joven más importante de Reino Unido, tiene un libro en Faber & Faber que estoy deseando leer y que ha cosechado grandes reseñas en el mundo anglosajón. Parece inteligente. Es inteligente. Me sorprende su timidez y me encanta ver cómo baila con Sophie en la fiesta a la que iremos más tarde. 

Gabby Bess (1992) una de mis poetas jóvenes preferidas de la que ya os he hablado aquí y en algunos medios como Barcelonés. Es divertida, delgada, baila mucho y su libro Alone with other people debería estar ya traducido al español. 

Lucy K. Shaw (1987) editora de Shabby Doll House y autora de poemas y relatos que aparecen en numerosas antologías. Viene de Canadá, aunque yo no lo noto en su acento. Me invita a descargarme Snapchat y cuelga fotos en Are you screaming? Me cae fenomenal. Volvemos al hotel en taxi. Abrazadas. 

Johnny Bryan (1988) es profesor de inglés en París aunque viene de Seattle y prefiere Brooklyn por encima de todo. Hablamos en francés y es la única persona con la que comparto gustos musicales. También escribe. En la fiesta del sábado nos leería uno de sus poemas en el cuarto de baño. 

Crispin Best (1989) lo conozco desde hace tiempo porque es uno de los mejores amigos de Ben Brooks. No me extraña, es un tío genial. Durante su lectura de poemas lee un texto largo que hace reír a todo el mundo y que recuerda más a la literatura americana que a la inglesa. Nos lleva por la ciudad como a ovejitas. Nos enseña los pubs, las fiestas, las drogas. Siempre me voy antes que él de todas partes. Me pregunto cuándo dormirá Crispin Best. 

Harry Burke (1989) ahí donde lo ves, sí, con esa sudadera grande y las deportivas. Ahí donde lo ves él es quien ha organizado todo esto. Cuando los organizadores de 89plus le llamaron para preguntarle por jóvenes poetas, él dio nuestros nombres. Ahí donde lo ves, editor, crítico, poeta, tan joven. Lo conozco en el chino. Le veo llorar porque toda la comida es tan picante. Le veo recitar con resaca. Le veo feliz porque todo esto es una locura y al final ha conseguido reunir a toda esta gente. 

Y luego Racher Allen, Natalie Chin, Alex McDonald, Livia Franchini, Katrice Dustin, Tom Dinsdale, Joe Mac, Dan Hogan, Stacey Teague, Kate Shaw... Todos absolutamente simpáticos conmigo, muy lectores, muy creativos, muy divertidos. Alucinantes. 

En casa de Natalie Chin
Gabby, Natalie, Stacey y Johnny leyendo poemas en el baño
Kate y Katrice
Lucy, Gabby, Stacey, Natalie, Joe y yo
No volveré a hablar del proyecto 89plus porque ya lo hice hace poco en SModa y en este mismo blog. Resumiré el evento diciendo que es increíble cómo curadores tan importantes se han interesado en una generación tan incipiente y aparentemente loca como esta. Mirando a los artistas seleccionados (no sólo los escritores), uno advierte una cantidad de selfies, de yoes y de autoparodias infinitas. Eso me gusta. Me gusta porque "con el yo de nuestra generación, todos podemos reconocernos, el yo es universal", dicen en una de las micro-conferencias. El maratón se sucede y escucho a artistas vestidos de punk, a informáticos, fotógrafos, cantantes... Me dicen que Nicolas Jaar está por ahí y creo verle al fondo, pero no estoy segura. Lamento haberme perdido tu concierto, Nicolas. Aquí tienes a una mala fan. A quien sí veo es a Douglas Coupland. Todo está muy bien organizado y entonces le toca el turno a los poetas. Yo leo Museo de cánceres en español, aunque piense que nadie va a entenderlo, creo al final lo comprenden, porque declamo y noto cómo me miran fijamente. Sam Riviere lee la versión en inglés que tradujo Kevin Cole hace unos meses y me dan escalofríos porque lo lee despacio y casi puedo reconocerme. Hay personas que ríen y otras que aplauden. Más tarde algunos compañeros me felicitan y Hans Ulrich Obrist me dice que se ha reído mucho con el "cáncer de Enrique Vila-Matas", y que es muy amigo suyo, y que le salude cuando lo vea en Barcelona (pero yo nunca veo a EVM). Escucho a mis compañeros. Todos son geniales. Rachel Allen me sorprende especialmente. Se me olvidó decírselo, pero estoy deseando leer sus poemas potentes. Recita con una voz dura. Con un acento del sur que hace que cada palabra explote. Ella, Sam, Sophie y Harry se van a otro recital. No volveré a verles. Ahora lamento no haber podido hablar más con ellos. Yo también me marcho, esta vez a dormir. En los últimos días habré dormido 4 horas en total. Tengo hambre y necesito una siesta. Me despido de todos hasta la noche. Me tomo una foto con ojeras con el jardín de fondo. Ducha. Ducha Ducha. Cansancio. Ducha. 

Gabby, Harry, Rachel  y Crispin en Serpentine Gallery
Selfie campestre
El primer día, decía, me comí un bocata vegetal, después una galleta de chocolate, por la noche fideos chinos, berenjenas y tofu (en un restaurante de un barrio alejado del centro, todo lleno de extranjeros, hipsters vagabundos y bares raros), después desayuné tostadas, tomé un poco de arroz, algo de sushi vegetal de un fast-food japonés que había al lado del hotel, y a las tantas de la mañana la ensalada de calabaza de Natalie y una manzana del manzano de su jardín, luego desayuné un capuccino, comí una hamburguesa en pan de pita vegetal y cené en el Pret a Manger del aeropuerto un wrap vegetariano envuelto en algas y un "vasito de proteína" hecho de huevo y espinacas. Es curioso, pero todos los poetas que conocí en Londres eran vegetarianos o veganos. ¿Será esta dieta, acaso, lo que realmente daesentido a la generación de la Alt Lit? ¿Nuevos escritores con estómagos verdes? 

Bebida molona
Crispin y Sam en el restaurante chino 
En una cafetería bonita cerca de la casa de Plath
Me gasté mucho dinero en la ciudad cara, comiendo, bebiendo, comprando, buscando Internet... Me gasté mucho dinero pero mereció la pena la experiencia porque como ya pasó hace un mes en Rumanía, vuelvo con un montón de nuevos amigos, de lecturas pendientes y de imágenes inolvidables en mi memoria. Las casas preciosas, la lluvia finísima, los partidos de fútbol en el parque, la música de Demarco mientras todos hablaban drogados, las autofotos que nos enviábamos por las mañana para saber dónde estábamos, las lágrimas con la comida picante, la música de la fiesta en casa de una desconocida, las medias de colores de las niñas modernas, la mezcla de acentos, el olor a comida por la calle, los cafés enormes, el vino dulcísimo, el poco tiempo del que disponíamos para conocernos, el cruce de caminos, el no saber si algún día volveremos a encontrarnos... Seguro que sí.

Suburb that friends come and leave
Suburb that friends come and leave
but that
that is enough.

No matter, suburb.

[Suburb fierceness at interviewer]

Suburb, happiness isn't based in properties.

Suburb I'm alone.
Suburb I'm bleak.
Sophie Collins

Screaming

18 comentarios:

Anónimo dijo...

eh, que no hay que irse a Londres a buscar wifi, aquí también tenemos!!! jajaja

Luna Miguel dijo...

¿?

N C dijo...

aw luna <3

Anónimo dijo...

amigos de dos días
¿son amigos?

Luna Miguel dijo...

he tenido "amigos" de varios años, que en realidad no tienen nada de "amigos".

Pero cuando aquí hablo de amistad, estoy hablando de compañerismo, de conocer a gente con la que uno puede compartir lecturas. Gente que se respeta. Que se divierte y con la que se ha podido crear un vínculo muy especial en muy poco tiempo.

Eso me parece hermoso.

Francisco Cambronero dijo...

Buenísima esta entrada.
Saludos desde Londres. Pero te aseguro que no es tan cara como parece!!!!!

María dijo...

Acabo de leer Museo de cánceres, es excelente.

Humbert Humbert dijo...

Una crónica enloquecida y enloquecedora, y también divertida.

Yo aussi visité esa casa, y no teniendo otra cosa que hacer, me dediqué a lamer durante un buen rato los cristales de -precisamente- la ventana que sale en la primera foto.

Es muy reconfortante ver a personas (incluso a personas humanas) que se lo pasan bien y se divierten y gritan.

Luna Miguel dijo...

Mil gracias, María

Pliyo Senpai dijo...

Ha sido como pasear contigo. Tenía un montón de ganas de leer esta entrada, Luna!

Hace apenas un mes me mudé por trabajo a Londres, y tengo un montón de experiencias que contar pero aún no me he parado apenas un segundo. Hay tantas cosas que descubrir aquí...

Del festival me enteré gracias a ti, suerte que aquel día estaba leyendo twitter, y justo apareciste. Espero que hagan otro el año que viene porque según me dijeron en la entrada fue todo un éxito. Sold out. ¿Sabes si habrá más ediciones? ojalá que sí.

Me quedé con ganas de verte, y de ver a toda esa selección de jóvenes y de poetas, enterarme ahora de que todo estaba organizando por un chico del 89 es doblemente fabuloso (supongo que no podía ser de otra forma).

Ay.

Cuando me enteré de todo fue como sentirme en casa. ¿Cómo? ¿Luna Miguel en Londres? ¿Acaso nunca me he ido de Almería? Todo tan diferente, y tan similar a la vez. Fue hermoso. Por eso ojalá sigas viajando por cosas de poesía, además de lo bueno que te aporta a ti, puede que alguien tenga la misma sensación que tuve yo, y le arranque una sonrisa el simple hecho de saber que vas donde ellos están.

Como si el hogar viajase contigo. Por la poesía. Por la palabra. Por lo que representas. De todo lo bueno un poco.

Un abrazo enorme, Luna!

Miguel Álvarez dijo...

Luna di que si, amigos, compañeros, lo importante en la vida, en época que nos toca es conocer gente, disfruta de y con ellos y aprender y dejar la mente abierta a todo lo que nos puede golpear.

P.D: Johnny Bryan se ve muy ... interesante ;)

Anónimo dijo...

¿por que te has pintado el cabello?

Anónimo dijo...

Pregunta obligada: es Nicolas tan guapo en persona como en las fotografias?

Anónimo dijo...

pues sí que tienen pasta les poètes maudits.

Luna Miguel dijo...

Los maudits no sé, pero los normales trabajamos.

José Vicente Martín Payán dijo...

a veces todo es tan normal, maldita sea. Pero menos mal.

Yo también estuve un par de veces en London.

Anónimo dijo...

Qué envidia. Poetas. Yo el único Londres que conozco es el de "Juventud" de Coetzee. Por eso pensaba que los poetas se escondían de mí. Pero no, lo que realmente ocurre es que están demasiado bien organizados.

José Vicente Martín Payán dijo...

que envidia anónimo, asin te lo imaginaste; no he leído el libro.
A mi me gustaría volver para ver un poco más la ciudad, las dos vece anteriores estuve sólo de noche, que cruz¡¡¡