Si todo lo que tenemos
como mundo y como dios son las palabras, debemos tratarlas con
cuidado y con rigor: debemos adorarlas.
David Foster Wallace a
Jonathan Franzen
entre su
correspondencia de junio de 1992
Uno.
Cuántas veces tocaría Cortázar su propio labio para describir con
precisión aquel famoso borde del capítulo siete. Tocando. Dibujando
hasta encontrar la palabra exacta. Adorando. O cuántas veces Nabokov
chascaría la lengua intentando saber en qué diente o a qué altura
del paladar las sílabas de Lolita emprendían su viaje entre saliva.
Tocando. Chascando. Adorando.
Dos.
¿Sabías que Ted Hughes comenzó a versionar El libro tibetano de
los muertos mientras miraba intensamente la luz al final de un
prado, pero que nunca terminó el manuscrito? ¿Sabías que los gatos
minúsculos no tienen miedo al agua, y eructan pompas de leche, y
adoran demasiado al gato enorme que les araña? ¿Sabías, también,
que la enfermedad (roga) es consecuencia del desequilibrio de los
tres humores: aire (vata), bilis (pitta) y flema (kapha)?
Tres.
Tengo que escribir sobre maternidad y no soy madre. Tengo que
escribir sobre comida y no soy cuenco. Tengo que enamorar a Alicia: y
no sé cómo.
2 comentarios:
Miau
vienes a mi tierra, cosmopoética te acoge, he visto. Quisiera darte unos poemas que por envidia nunca serán publicados.
Publicar un comentario