10 mayo 2007

Mi primera cita con un editor.


Desde que tengo siete u ocho años he visto entrar a mi casa a gente de todo tipo. Por aquel entonces mis padres eran los directores de una de las revistas de literatura más importantes del país, por lo que muy a menudo, poetas, fotógrafos o pintores entraron a lo que era mi territorio de juego favorito: mi salón. Yo no entendía por qué mis padres trabajaban fines de semana enteros para maquetar revistas en las que toda esa gente aparecería. Decidí que todos me caerían mal.
Hace tan sólo cuatro años, Ana y Pedro crearon la editorial El Gaviero Ediciones, y las visitas aumentaron y aumentaron, y lo peor fue que ya no sólo la gente venía a nuestra casa sino que nosotros también íbamos a las suyas, quedábamos en los bares, etc.
Durante todos estos años he ido viendo a la gente pasar, he visto a jóvenes escritores, no mucho más mayores que yo, trayendo sus primeros poemarios a la puerta, sentados en la mesa del salón y corrigiendo versos con mi padre antes de la publicación. Mientras, yo les preparaba café o té, y les miraba imaginándome que algún día yo también me sentaría en esa mesa, pero no para comer al medio día o cenar viendo la tele, mi sueño era escribir un libro y que unos editores me invitaran a su casa para poder discutir de literatura y pasar la tarde charlando. Los poetas dejaron de caerme mal y decidí pasarme al lado oscuro.

Esta mañana, ocho de mayo de 2007, con veintitrés grados y sol en Niza, tenía una cita con el editor de L’Amourier, cuya mujer es profesora de español en el instituto donde estudio. Me había dicho que quedáramos a las once y media antes de la comida porque quería leer mis poemas para ver la posibilidad de traducirlos al francés y editarlos en una revista de jóvenes creadores de la Costa Azul. Sería mi primera cita con un editor diferente a mis padres, sería la primera vez que me sentara a la mesa de otra casa, bebiera el café de otra cafetera y hablara de poesía en otro idioma. Para la ocasión me puse mi vestido favorito y me maquillé lo mejor que pude, Metí en mi bolso mi libro de poemas, que el día anterior había ido a imprimir y esperé a que mi compañera Valentine también estuviera lista para salir las dos juntas, ya que es a ella a quien le dieron la dirección de la editorial. Por el camino no dejé de hacer tonterías, estaba tan nerviosa que me puse a imitar el sonido de la gaviota hasta que Valentine me dijo que me callara.
Supongo que la culpa fue mía por no preguntar mejor la dirección a los padres de Valentine. Llamamos a todos los timbres de la calle pero nadie respondía a lo que buscábamos. Volvimos a casa y llamamos por teléfono, la mujer del editor, se rió cuando le contamos lo que nos había pasado, y nos dijo que habíamos buscado en la calle que no era. Dijo que sentía mucho no haberme visto y que ya fijaríamos otra fecha cuando su marido Alain tuviera un hueco libre.

Creo que aún no estoy preparada para estas cosas, quizá publicar sea demasiado pronto, quizá el destino no quiere que me convierta en aquello que de pequeña odiaba tanto. Y ahora no sé si volveré a quedar con ellos o si mis poemas aparecerán publicados en alguna revista de Francia.
Después de comer con Valentine, el arroz y la carne que sus padres nos habían dejado preparado. Subí a lo que en menos de un mes dejará de ser mi habitación, me desmaquillé, me lavé y me puse a hacer la tarea para el día siguiente. Entonces pensé en mis padres. Ellos debían estar comiendo, o vendiendo libros con Óscar Santos y Natalia Manzano, o recibiendo a los poetas que esta noche leerán en el festival del libro. No sé si ellos tendrán el tiempo de pensar en mí, pero sé que tanto ellos como yo tenemos unas ganas enormes de volver a sentarnos juntos, los tres solos, en la mesa del salón, contando cada uno cómo nos ha ido la mañana, o simplemente comiendo callados mientras Hilario Pino desde la tele nos habla de la realidad.

7 comentarios:

RAMONET, ARTE Y CONSULTORIO SOCIAL dijo...

Luna, uno va al ritmo k le marca su cabeza, no su edad y tu partes con ventaja sobre el resto. Pero ojo porque la cultura no dota a nadie de conciencia y ese es su gran fracaso, aunque aclara las ideas que ya es mucho decir.

Anónimo dijo...

me has emocionado

Anónimo dijo...

A mi también. Casi lloro. Eres mu bonita.

samsa777 dijo...

Toi-même, Luna, toi-même(qué preciosidad de post, y mira que ya estaba alto el nivel de sinceridad y belleza en tu blog).
Todo llega, sin prisa y sin remedio. Por cierto: tus pequeños editores amateurs de quebrados ya tienen tu ejemplar de sangre... ¡Dame tu dirección y te lo envío!

Besos, hoy como siempre, más que nunca,

Fran

uminuscula dijo...

no cambies luna, eres fantastica, evoluciona, claro, eso es inevitable, tú eres inexorable, pero guarda las dudas. las dudas nos hacen crecer. tú eres bella.

Catalinísima dijo...

Qué suerte has tenido de vivir en un mundo de editores. Es el sueño de mi vida sentarme en esa mesita a hablar de literatura y tener la mínima esperanza de publicar en otro país.

De momento, sólo publico artículos periodísticos, y uno que otro cuento. A ver si un día de casualidad me encuentras sentada en la mesa con tus padres.

:D

Besoooooooooos

Marc T. dijo...

que bonito.