12 mayo 2007

Respuestas a un desconocido. Nº1




Cuando llegué a Niza todo el mundo me escribía cartas, cada semana recibía uno o dos sobres, a parte de los que La Poste, el banco francés, me mandaba para advertirme de que había gastado demasiado en ropa y libros. Ahora que estoy viviendo mi último mes azul (menos de veinte días para el final) no recibo ni una carta. ¿Os habíais olvidado de que sigo aquí? Pero no le doy mucha importancia porque queda poco tiempo, y porque en realidad creo que de todas las recibidas no contesté a ninguna.

Hoy al medio día estaba revisando los apuntes de literatura sobre el género epistolar, es un tema que me encanta y con el que espero sacar buenas notas ya que en los últimos ejercicios de clase mis comentarios de texto coincidían con la corrección en muchos aspectos. Hemos estudiado algunas obras muy interesantes como las cartas que Mme. de Sevigné enviaba a su hija, Flaubert a su amante y Voltaire al futuro rey Frédéric II.

Esta mañana cuando trabajaba un poco antes de la clase de las dos, Valentine entró a mi habitación y me dio con un papel en la cabeza, toma, que te ha llegado esto. Se trataba de un sobre blanco un poco arrugado, lo cogí, miré a Valentine ¿es una carta para mí? pregunté, claro, ¿qué otra cosa va a ser? Me miró con cara de pena y cerró la puerta de mi habitación. En el sobre no había nada escrito, sólo mi nombre, el apellido de la familia con la que vivo y la dirección. Tardé un buen rato en abrirlo, hacía tanto tiempo que no recibía correo que se me había olvidado cómo poder hacerlo sin romper la carta. Al sacar el papel leí un poco por encima para intentar adivinar quién me la habría enviado, pero no encontré nada salvo un mensaje en mayúsculas al final del texto “Cartas a un desconocido. Carta nº1”. El resto no fue menos sorprendente. Mi desconocido me hablaba de la mujer de la tienda de la esquina, y durante todo un folio me contaba la triste vida de esta señora, de una manera preciosa.

La verdad, no sé quién puede haber sido el anónimo escritor. Habla en femenino y diría que es joven, el folio tiene manchas rosas parecidas a las de un pintalabios y otras más negras que no sabría describir. En el sobre arrugado las manchas continúan y no hay remite, tan sólo la dirección, como he dicho, perfectamente escrita, y el sello de la oficina de correos de Almería. Ha sido un cúmulo de casualidades y una verdadera sorpresa lo ocurrido esta mañana. Ahora guardaré bien la carta en mi cajón secreto y doy las gracias al escritor desconocido imaginando que en unos cuantos años alumnos de todo el mundo estudiarán minuciosamente sus líneas, como ahora yo lo hago con las letras de amor que Flaubert envió a Louise Colet;

Adieu, adieu;
Tout ce que tu voudras de tendresses.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues me has dejado muy intrigada. Pero te envidio. No hay nada que me guste más en el mundo que recibir una carta...