08 marzo 2016

Diario de una baja médica (1).



Día 1.

—El bebé tiene prisa por salir. Me pregunto entonces, ¿quiere salir porque no le gusta estar dentro de mí? ¿O quiere salir porque sus ojos oscuros, demasiado cerraditos y en penumbra, desean ver el mundo? El bebé tiene prisa por salir y entonces el médico firma un papel, me dice, descansa, me dice, lee, me dice, fruta y verdura sana, me dice, azuquitar sus ojos, me dice, qué grande, me dice, percentil, me dice, el bebé tiene prisa, ¿y tú?

—Agotamiento. La palabra, quizá sea esa. O quizá sea otra. Cinco días después los dedos siguen resonando. A veces son dedos que acarician. Otras, son dedos que presionan y que ahogan. Prometí no decir nada más porque ya lo había dicho todo. Qué poderosas son las palabras. Pero qué peligrosa es la libertad y su reclamo. 



—Hablemos de Frank Underwood. (SPOILER, NO SIGÁIS LEYENDO). Os diré que por primera vez le he visto vulnerable. Aunque en realidad él siempre ha sido el personaje más vulnerable. Os diré también que no entiendo el afán de Claire por seguir ahí. De pie. Sobria como su vestido blanco. A veces es una heroína y, a veces, su blancura tan tiernas también está manchada de sangre. 

—La editorial Anagrama acaba de publicar Pétronille de Amélie Nothomb. Si leer a Beigbeder era como masticar un chicle, leer a Nothomb es como tener otra vez 13 años y estar descubriendo la literatura. A esa edad, a los 12 o 13, mi padre me regaló Estupor y temblores. Desde entonces, las ediciones de los libros de esta belga loca se acumulan en mi estantería, leerla es como una borrachera,  como una primera borrachera. En Pétronille me doy cuenta de por qué.

—Inconstante. Desordenada. Hoy me he despertado y he escrito esto. ¿Pero escribiré mañana?


1 comentario:

Unknown dijo...

Me ocurrió lo mismo que a ti al leer a Amélie Nothomb y desde entonces se convirtió en una de mis escritoras favoritas.