15 noviembre 2014

Arrancaste estos dientes con un hilo.

Jessika Tarr
La semana pasada la fotógrafa Dara Scully estrenó el pequeño libro Dientes de leche, en el que un montón de poetas a las que admiro escribían sobre la infancia, lo salvaje de la mirada de los niños, y la animalidad de sus cuerpos crecientes. Daniela Camacho, Natalia Litvinova, Carmen Juan o Ruth Llana, entre otras tantas, ponían voz a esa infancia que tan atrás quedó, y a la que a veces queremos regresar, porque sólo significa refugio. Hace unos meses Scully me pidió un texto perteneciente al libro Pensamientos estériles, y yo le dije que sí. Sin embargo, un poco después, me di cuenta de que tenía que escribir algo nuevo. Últimamente he abandonado algo este blog (siento que si hablo sólo os contaré lo mismo, la misma pena, los mismos dolores, el mismo no saber), pero quiero compartir con vosotros este texto que me inspiró Dientes de leche, y que sin la oportunidad que la joven fotógrafa me brindó no habría podido ser escrito. La bonita antología digital la podéis leer aquí. Mi texto, os lo copio a continuación. 

ARRANCASTE ESTOS DIENTES CON UN HILO

no me gusta la leche
y eso no quiere decir que no sea buena
Letitia Ilea

Aprendo lo que significa sarro cuando aprendo lo que significa diente.
Mamá escondía mis incisivos entre sus tesoros,
quería que el recuerdo de la infancia mordiera al recuerdo del tiempo,
quería, quizá, que algún día yo los encontrara tan tiernos y tan brillantes
como al principio. Aprendo lo que significa basura cuando aprendo
lo que significa luto. Tiro entonces las muelas, los colmillos,
las ridículas gotas de sangre seca que aún huelen a empaste y a anestesia
en aquellas pequeñas cajas de madera que guardaba en su cajón.
Me deshago de mis dientes. Me deshago del recuerdo, lo tiro a la basura
porque lleva consigo palabras que no quiero. Aprendo que ahora el sarro
se parece demasiado a las cenizas. Mi boca. El sabor grisáceo de la
muerte. Mi boca. El sabor grisáceo de los dientes blancos. Mi boca.
Me atraganto impaciente con su leche. La bebo hasta que eructo o la bebo
hasta que lloro. Aprendo lo que significa lágrima cuando aprendo
que ella se ha marchado y que mis manos y mis ojos y mi infancia
fueron su mayor tesoro.  

4 comentarios:

Alba Flores Robla dijo...

Ese final es el mejor final jamás escrito.

lunaroja dijo...

Oh, Luna..
Me parece conmovedor tu texto, de algo tan trivial como un diente,has hecho magia, has emocionado, nos dejas con esa desazón del pasado que ya es inalcanzable, y uno era tan niño entonces..
Me encanta leerte!

Inés M. dijo...

Muy entrañable. Te mando un abrazo reconfortable de esos que no reconfortan lo suficiente pero algo hacen...

P.D: Me gusta mucho la claridad con la que escribes algunas acciones como eructar en este caso, y otros poemas que tienes donde hablas de hacer pis o tus necesidades en la cama,etc.

Inés- Agnes

F. Haldane dijo...

A mi tampoco me gusta la leche , no me queda más remedio que "maquillar" su sabor , claro que últimamente maquillamos tantas y tantas cosas que...

Es curioso, en mi infancia todo resultaba más real y , hasta la leche, tenia sabor a sueños y regaliz.

Fue grato llegar aquí.

Un saludo.