28 diciembre 2013

De juventud, primeros libros y otras bestias.

Teníamos
caballos blancos para destruir
caballos rojos para el miedo
azules para el frío
verdes para el arrepentimiento
y tan solo un par de horas
hasta amanecer.
Emily Roberts

Los poetas jóvenes españoles que más me interesan son aquellos que con sus primeros libros (o incluso plaquettes, o incluso blogs) logran conquistas. La conquista de una temática, la conquista de una estética, la conquista de un discurso, la conquista de una voz... Se suele decir que no podemos pedir mucho a un primer libro (y menos si la edad con la que el autor lo publicó se comprende entre los 18 y los 25 años), pero yo creo que sí. Que debemos hacerlo. Es nuestra obligación como lectores de poesía y también, incluso, como compañeros de obsesión.

Desde la publicación de Tenían veinte años y estaban locos hasta la fecha han pasado muchas cosas. Han salido a la luz muchos libros y antologías de autores nacidos entre 1980 y 1995, y se ha establecido una plataforma muy interesante y variada de interesados en el género. De los aparecidos en la antología, me han interesado especialmente los caminos que han tomado firmas como las de Unai Velasco, Berta García Faet, Alberto Acerete, David Leo García y Ruth Llana. Sus voces sólidas han construido libros con una forma y contenido muy especiales. De quienes por distintos motivos no aparecieron en aquel libro, mis favoritos son Elena Medel, Layla Martínez, Elise Plain, y Pablo Fidalgo Lareo, pues al igual que los citados anteriormente, me parece que logran diferenciarse del resto, y proponer unas estéticas reconocibles y potentes.

Siempre me pregunto cómo sería aquella inocente y juvenil antología si tuviéramos que configurarla ahora mismo. Qué nombres seguirían aquí. Qué nombres desaparecerían (por el simple hecho de que en pocos años han dejado de escribir o se han dedicado a otros campos). Qué nuevas propuestas han nacido (se me ocurren voces que me asombran, como las de Guillermo Morales Sillas, Ángela Segovia, Arturo Sánchez, C.L. Andrada; voces que me prometen, como las de Sandra Martínez, Aitor Francos, Cristian Piné, Sara Torres, Rosa Berbel; o voces que normalmente me han sido más ajenas pero que encuentro interesantes y representativas, como las de Jorge Heras, Adriana Bañares). Siempre me pregunto cómo habría sido la selección ahora, decía. Ahora que mi gusto quizá esté más definido. Ahora que el panorama es más amplio y creciente. Ahora que muchos seguimos teniendo veinte años, pero nos sentimos menos locos y más cansados.

Es muy difícil conquistar algo. Es muy difícil que un primer libro (o una plaquette, o un blog) conquiste algo. Pero si os he contado todo este rollo previo es porque creo que en Animal de huida, la joven escritora Emily Roberts ha alcanzado algo bueno. Emily Roberts nació en Ávila en 1991. Ha publicado varios relatos y poemas en antologías, revistas y demás. Conmigo ha colaborado en varios proyectos, como Tenían veinte años y estaban locos, la versión digital de Sangrantes y la traducción de Kendra Grant Malone en Vomit. Hace poco publicó su primera novelita, que no me gustó demasiado porque se le veían las costuras, y me pareció un tanto cursi. Luego leí relatos suyos inéditos y sí me molaron más. Siempre he pensado que es muy buena lectora (Alice Munro, Juan Benet, Anne Carson, Andrés Barba, Dorothea Lasky...), y que si se dejara llevar un poco más (su literatura me parecía escrita para complacer al profesor de un taller de escritura) sus textos lograrían ser más interesantes.

En cuanto a la poesía de Emily Roberts, tres cuartos de lo mismo. Desde el principio he visto algo ahí que me llamaba a leerla y a apoyarla, pero también me parecía que en ocasiones se movía por modas, e incluso hace años llegué a mandarle un email algo crítico para aconsejarle (como lectora) que dejara de imitar lo que en ese momento hacían otras tantas blogueras. Creo que los referentes nunca han de ser tan cercanos. Que las conquistas han de ser propias. De nuevo, si se dejara llevar, lograría algo más interesante, tanto para ella misma, como para quienes la leemos.

Sin embargo, Animal de huida me ha parecido un paso firme. Al contrario que otras poetas nacidas de la blogosfera y cuyas propuestas, por el momento, no me parecen nada originales (copias de copias, bosques demasiado cursis, enfermedades demasiado fingidas, pizarniks y plaths demasiado evidentes, sexos muy loquetes), Emily Roberts ha logrado dar un paso más allá, y con ese paso, varias conquistas. Si bien el estilo aún es despreocupado con la forma y muy cercano a la escritura automática de un blog, temáticamente ha hecho suyos la ternura de la infancia, la literatura como forma de amar y, sobre todo, el hecho de sentirse extranjero. En Animal de huida, el poeta no tiene hogar, porque todos los hogares son posibles. No tiene madre, porque todas las madres son posibles. No tiene amante, porque todos los amantes son posibles. Emily Roberts es sinónimo de transporte. Su poesía es la poesía del viaje y de la ciudad abandonada.

Un primer libro de poemas con sabor a primer libro de poemas, su interior contiene cuatro íes que lo delatan: inocencia, infancia, indagación, inquietud, pero también está repleto de versos muy bellos (Me encontró en la selva. Quería trazar un mapa. Quería domar una fiera. Llevármela a casa. Me encontró aprendiendo cómo acariciar), reflexiones ingeniosas (Ahora el amor es un género/ de serie B/ que me invento/ cuando no puedo estar contigo), grandes verdades (El resultado de haber leído solo fue/ sed/ e insatisfacción) y anotaciones tremendas (Imagina morir si lo dices en voz alta).

Animal de huida es ese tránsito, esa espina que hay que quitarse para seguir creciendo. Para seguir escribiendo más y mejor. La primera parte es Holanda, y está compuesta por una sucesión de poemas que nos llevan desde el nacimiento del poeta (o bestia) hasta el momento en el que este se da cuenta de que después de tantos años “queriendo ser libre”, el mundo que ahora se presenta ante sus ojos es extenso y terrible. Sólo contando rasguños, penas y fracasos, sólo superándolos, el poeta o bestia logrará cruzar la frontera entre lo cálido de su pasado y el frío presente. Después de Holanda, viene un pequeño apartado titulado Ritos. Desafortunadamente este apartado rompe con el ritmo de las anteriores sesenta páginas, es redundante en la temática y contiene poemas algo ñoños. Pienso que estos cinco poemas de Ritos sobran y que el libro habría acabado de una manera brillante con los versos de la página 59: Y cuando el animal quedó libre, dejó de correr

Es mi obligación como lectora de poesía y compañera de obsesión decir todas estas cosas, las buenas y las malas, del primer libro de poemas de Emily Roberts, aunque siempre es complicado hablar de la obra de un contemporáneo. Sobre todo cuando tiene tu edad, cuando los dos os veis en la misma situación, cuando los dos tratáis de hacer lo mejor con vuestras respectivas letras... Me hace mucha ilusión que Emily haya publicado este libro, y sobre todo me hace ilusión pensar en qué podrá escribir después de Animal de huida. Una vez hechas las primeras conquistas creo que es más difícil equivocarse, o dar pasos en falso. 

Hace unos días escribí un post para Barcelonés en el que recomendaba algunos debuts literarios de este año. Sin duda, el de Emily Roberts está en esta lista de bonitas sorpresas. Así que si tú eres lector de poesía y quieres saber qué fue de Tenían veinte años y estaban locos, o cuáles son las voces que están emergiendo poco a poco en nuestro panorama, cómprate Animal de huida, y cómprate Ellos son mejores, y cómprate En este lugar, y cómprate El libro de la crueldad, y cómprate 72 demonios, y cómprate Pan para la princesa, y cómprate La educación física, y cómprate, cómprate, por favor, compra y lee poesía. 

7 comentarios:

Annalisa Marí dijo...

Un gustazo de entrada, lúcida y transparente. Siempre me sorprende que en las reseñas (aunque sean de libros de amigos) no se comente también aquello que no ha acabado de convencer. A ver si tu séquito de haters se lee también esta entrada y empieza a palidecer.

¡Mua!

Luna Miguel dijo...

Millones de gracias!
:)
Seguimos compartiendo lecturas.
Mil besos!

Anónimo dijo...

La crítica no consiste en calificar, sino en desentrañar.


Esos versos que has puesto me hacen pensar en el Jinete Azul y en Trakl.




Arantxa Romero dijo...

Sin haber podido leer el libro todavía, el texto me sorprende por su serenidad y transparencia. Invita verificar tus palabras, y esa duda es la que hace que sea una buena reseña. ¡Saludos!

Alex dijo...

muy bonito Luna... he tropezado con tu blog, pero volveré a leerte más a fondo:

http://miscancioneshablan.blogspot.com/

Tive Martínez dijo...

¡Muy buen comentario! Lleno de recomendaciones interesantes a seguir. Y a seguir también tu actitud. Gracias.

Anónimo dijo...

Eres despiadada Luna, pones "cómprate, cómprate" y yo digo sí compro son geniales tus entradas pero no tengo dinero para comprar todos los libros que quisiera :/