Teníamos
caballos blancos para destruir
caballos rojos para el miedo
azules para el frío
verdes para el arrepentimiento
y tan solo un par de horas
hasta amanecer.
Emily Roberts
Los poetas jóvenes
españoles que más me interesan son aquellos que con sus primeros
libros (o incluso plaquettes, o incluso blogs) logran conquistas. La
conquista de una temática, la conquista de una estética, la
conquista de un discurso, la conquista de una voz... Se suele decir
que no podemos pedir mucho a un primer libro (y menos si la edad con
la que el autor lo publicó se comprende entre los 18 y los 25 años),
pero yo creo que sí. Que debemos hacerlo. Es nuestra obligación
como lectores de poesía y también, incluso, como compañeros de
obsesión.
Desde la publicación de
Tenían veinte años y estaban locos hasta la fecha han pasado
muchas cosas. Han salido a la luz muchos libros y antologías de
autores nacidos entre 1980 y 1995, y se ha establecido una plataforma
muy interesante y variada de interesados en el género. De los
aparecidos en la antología, me han interesado especialmente los
caminos que han tomado firmas como las de Unai Velasco, Berta García
Faet, Alberto Acerete, David Leo García y Ruth Llana. Sus voces sólidas han construido
libros con una forma y contenido muy especiales. De quienes por
distintos motivos no aparecieron en aquel libro, mis favoritos son
Elena Medel, Layla Martínez, Elise Plain, y Pablo Fidalgo Lareo, pues
al igual que los citados anteriormente, me parece que logran
diferenciarse del resto, y proponer unas estéticas reconocibles y
potentes.
Siempre me pregunto cómo
sería aquella inocente y juvenil antología si tuviéramos que
configurarla ahora mismo. Qué nombres seguirían aquí. Qué nombres
desaparecerían (por el simple hecho de que en pocos años han dejado
de escribir o se han dedicado a otros campos). Qué nuevas propuestas
han nacido (se me ocurren voces que me asombran, como las de
Guillermo Morales Sillas, Ángela Segovia, Arturo Sánchez, C.L.
Andrada; voces que me prometen, como las de Sandra Martínez, Aitor
Francos, Cristian Piné, Sara Torres, Rosa Berbel; o voces que
normalmente me han sido más ajenas pero que encuentro interesantes y
representativas, como las de Jorge Heras, Adriana Bañares). Siempre
me pregunto cómo habría sido la selección ahora, decía. Ahora que
mi gusto quizá esté más definido. Ahora que el panorama es más
amplio y creciente. Ahora que muchos seguimos teniendo veinte años,
pero nos sentimos menos locos y más cansados.
Es muy difícil
conquistar algo. Es muy difícil que un primer libro (o una plaquette, o
un blog) conquiste algo. Pero si os he contado todo este rollo previo
es porque creo que en Animal de huida, la joven escritora
Emily Roberts ha alcanzado algo bueno. Emily Roberts nació en Ávila
en 1991. Ha publicado varios relatos y poemas en antologías,
revistas y demás. Conmigo ha colaborado en varios proyectos, como
Tenían veinte años y estaban locos, la versión digital de
Sangrantes y la traducción de Kendra Grant Malone en Vomit.
Hace poco publicó su primera novelita, que no me gustó demasiado
porque se le veían las costuras, y me pareció un tanto cursi. Luego
leí relatos suyos inéditos y sí me molaron más. Siempre he
pensado que es muy buena lectora (Alice Munro, Juan Benet, Anne
Carson, Andrés Barba, Dorothea Lasky...), y que si se dejara llevar
un poco más (su literatura me parecía escrita para complacer al
profesor de un taller de escritura) sus textos lograrían ser más
interesantes.
En cuanto a la poesía
de Emily Roberts, tres cuartos de lo mismo. Desde el principio he visto algo ahí
que me llamaba a leerla y a apoyarla, pero también me parecía que
en ocasiones se movía por modas, e incluso hace años llegué a mandarle un
email algo crítico para aconsejarle (como lectora) que dejara de imitar lo que en ese momento hacían otras tantas blogueras. Creo que los referentes nunca han de ser tan
cercanos. Que las conquistas han de ser propias. De nuevo, si se
dejara llevar, lograría algo más interesante, tanto para ella
misma, como para quienes la leemos.
Sin embargo, Animal de
huida me ha parecido un paso firme. Al contrario que otras poetas
nacidas de la blogosfera y cuyas propuestas, por el momento, no me
parecen nada originales (copias de copias, bosques demasiado cursis,
enfermedades demasiado fingidas, pizarniks y plaths demasiado
evidentes, sexos muy loquetes), Emily Roberts ha logrado dar un paso
más allá, y con ese paso, varias conquistas. Si bien el estilo aún
es despreocupado con la forma y muy cercano a la escritura automática
de un blog, temáticamente ha hecho suyos la ternura de la infancia,
la literatura como forma de amar y, sobre todo, el hecho de sentirse
extranjero. En Animal de huida, el poeta no tiene hogar,
porque todos los hogares son posibles. No tiene madre, porque todas
las madres son posibles. No tiene amante, porque todos los amantes
son posibles. Emily Roberts es sinónimo de transporte. Su poesía es
la poesía del viaje y de la ciudad abandonada.
Un primer libro de poemas
con sabor a primer libro de poemas, su interior contiene cuatro íes
que lo delatan: inocencia, infancia, indagación, inquietud, pero
también está repleto de versos muy bellos (Me encontró en la selva.
Quería trazar un mapa. Quería domar una fiera. Llevármela a casa.
Me encontró aprendiendo cómo acariciar), reflexiones ingeniosas
(Ahora el amor es un género/ de serie B/ que me invento/ cuando
no puedo estar contigo), grandes verdades (El resultado de
haber leído solo fue/ sed/ e insatisfacción) y anotaciones
tremendas (Imagina morir si lo dices en voz alta).
Animal de huida es
ese tránsito, esa espina que hay que quitarse para seguir creciendo.
Para seguir escribiendo más y mejor. La primera parte es Holanda,
y está compuesta por una sucesión de poemas que nos llevan desde el
nacimiento del poeta (o bestia) hasta el momento en el que este se da
cuenta de que después de tantos años “queriendo ser libre”, el
mundo que ahora se presenta ante sus ojos es extenso y terrible. Sólo
contando rasguños, penas y fracasos, sólo superándolos, el poeta o
bestia logrará cruzar la frontera entre lo cálido de su pasado y el
frío presente. Después de Holanda,
viene un pequeño apartado titulado Ritos.
Desafortunadamente este apartado rompe con el ritmo de las anteriores
sesenta páginas, es redundante en la temática y contiene poemas
algo ñoños. Pienso que estos cinco poemas de Ritos sobran
y que el libro habría acabado de una manera brillante con los versos
de la página 59: Y cuando el animal quedó libre, dejó de
correr.
Es
mi obligación como lectora de poesía y compañera de obsesión decir
todas estas cosas, las buenas y las malas, del primer libro de poemas
de Emily Roberts, aunque siempre es complicado hablar de la obra de
un contemporáneo. Sobre todo cuando tiene tu edad, cuando los dos os
veis en la misma situación, cuando los dos tratáis de hacer lo
mejor con vuestras respectivas letras... Me hace mucha ilusión que
Emily haya publicado este libro, y sobre todo me hace ilusión pensar
en qué podrá escribir después de Animal de huida.
Una vez hechas las primeras conquistas creo que es más difícil
equivocarse, o dar pasos en falso.
Hace unos días escribí
un post para Barcelonés en el que recomendaba algunos debuts
literarios de este año. Sin duda, el de Emily Roberts está en esta
lista de bonitas sorpresas. Así que si tú eres lector de poesía y
quieres saber qué fue de Tenían veinte años y estaban locos,
o cuáles son las voces que están emergiendo poco a poco en nuestro
panorama, cómprate Animal de huida, y cómprate Ellos son
mejores, y cómprate En este lugar, y cómprate El
libro de la crueldad, y cómprate 72 demonios, y cómprate
Pan para la princesa, y cómprate La educación física,
y cómprate, cómprate, por favor, compra y lee poesía.
7 comentarios:
Un gustazo de entrada, lúcida y transparente. Siempre me sorprende que en las reseñas (aunque sean de libros de amigos) no se comente también aquello que no ha acabado de convencer. A ver si tu séquito de haters se lee también esta entrada y empieza a palidecer.
¡Mua!
Millones de gracias!
:)
Seguimos compartiendo lecturas.
Mil besos!
La crítica no consiste en calificar, sino en desentrañar.
Esos versos que has puesto me hacen pensar en el Jinete Azul y en Trakl.
Sin haber podido leer el libro todavía, el texto me sorprende por su serenidad y transparencia. Invita verificar tus palabras, y esa duda es la que hace que sea una buena reseña. ¡Saludos!
muy bonito Luna... he tropezado con tu blog, pero volveré a leerte más a fondo:
http://miscancioneshablan.blogspot.com/
¡Muy buen comentario! Lleno de recomendaciones interesantes a seguir. Y a seguir también tu actitud. Gracias.
Eres despiadada Luna, pones "cómprate, cómprate" y yo digo sí compro son geniales tus entradas pero no tengo dinero para comprar todos los libros que quisiera :/
Publicar un comentario