A medida que Inge Lohmark trazaba en la pizarra las flechas desde los musgos, helechos y hongos hasta las lombrices de tierra y los ciervos volantes, los erizos y las musarañas, luego el carbonero común, el corzo y el azor, y finalmente una última flecha hasta el lobo, fue surgiendo poco a poco la pirámide en cuyo vértice se hallaba el hombre junto a unos cuantos animales depredadores.
-Lo cierto es que no hay ningún animal que coma águilas o leones.
Retrocedió un paso para contemplar el amplio dibujo hecho con tiza. El esquema de las flechas unía a productores y consumidores de primer y segundo orden, productores con consumidores primarios, secundarios y terciarios, así como los inevitables descomponedores, todos hermanados en la respiración, la pérdida de calor y el incremento de la biomasa. En la naturaleza todo tenía su lugar y, aunque quizá no cada ser vivo lo tuviera, sí tenía un destino: devorar y ser devorado. Era prodigioso.
-Anoten eso en su cuaderno.
Obedecieron.
Judit Schalansky
6 comentarios:
Al devorar se ingiere la energía exacta del devorado.
original.
Los gusanos... Los gusanos son los beneficiarios de todas las guerras, también de las que se bate el águila y el león.
Solo faltan el angel y el buey...Lea a Marius Schneider (el maestro de Cirlot).
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totalmente de acuerdo Laszlo, somos el gusano que corroe el cadáver de esta sociedad, somos el fin de la historia, pero no nos sintamos tan especiales, solo somos amebas que presumen de su letargo, y así estaremos hasta una nueva casualidad
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