11 agosto 2010

No somos niños.



Me llevo 12 años con Paola. 13 con Aitana y 16 con Bidane. También, y aunque no salgan en la foto, me llevo 5 con Elara, 7 con Irina, 10 con Teo y 17 con Alvarito. Soy la prima más vieja en las dos casas. También soy la única de pelo castaño. También la que se asusta. La que quiere ser como sus primas de 8 años. La que se tatúa y quiere casarse: ey niñas, no se os ocurra ser como yo. Ayer volví a Alcalá de Henares por primera vez desde mi independencia. Allí vi a toda la familia, incluso a las nenas de Munich, recién llegadas. Me gusta hacerles cosquillas, explicarles qué significan las cosas tontas que me preguntan, me gusta que se sienten encima y den patadas o que me tiren el pelo con la excusa de hacerme una coleta. Sólo mis primas pueden tocarme el pelo. Nadie más. Nadie más puede tocarme el pelo. Por todas estas cosas recordé un poema de los últimos que he estado trabajando. Esos que hablan de independizarse. Esos que hablan del malestar de la felicidad y los pañuelos llenos de lefa y sangre. Esos que hablan, sobre todo, de "no cantar más las penas de la última infancia".

5 comentarios:

Xavi R. dijo...

Lo mejor del mundo son los niños (Pessoa)...

Su viveza es el motor de nuestro alrededor...

Salud

Emilio Calvo de Mora dijo...

Yo también he sentido algo parecido. Digo regresar cuando uno sabe que se ha ido. Porque hay un momento en que se deja la casa, la rutina de las cosas que la componen, la certidumbre del bienestar de saber que lo quieren a uno y que ese amor mueve el cielo y mueve las estrellas como quería Dante. Luego descubre uno a Kafka, descubre la migraña de la cultura, el dolor de estar vivo, el estrago, la felicidad falsa que se cimenta en pequeñas felicidades verdaderas, el pequeño cosmos de los vicios que vamos construyendo para sentirnos bien con nosotros mismos por encima de todas las cosas. Conozco a quien tampoco se deja tocar el pelo. No tengo una fotografía como la tuya porque me separan (calculo) unos veinte años de ti, pero entiendo qué se siente ahí enmedio, acosada de niños. Mi oficio (maestro) me muestra a diario que los niños, como dice Xavi, como dice Pessoa, son lo mejor del mundo. Sólo me cansan en los bares, como decía mi amiga Antonia. Hasta que uno los tiene y entonces los mete en los bares y espera que no molesten en demasía. En fin. Te sigo leyendo. Me encantan tus vicios.

Martina dijo...

Imagínate lo que se siente cuando te conviertes en la profe del instituto de los hijos de tus amigos, aquellos que tenían una banda de "garage" y eran capaces de vomitar la borrachera mientras caminaban, sin parar, y seguir como si tal cosa.
Cuando le das clase a la hija de aquel chico con el que te besabas... ¡en esa misma clase! y ves su cara en la cara de su hija...
Soy antediluviana.

Babs dijo...

Nuestros padres se están volviendo abuelos; lo peor es que nosotros nos estamos volviendo padres.

Tera dijo...

No muere y no para.

Las muñecas de tu prima son como las de mi primo.

Besiños.