26 marzo 2010

Rodrigo Fresán: mi poeta preferido.


Ni Visor, ni Pre-Textos, ni El Gaviero: la mejor editorial de poesía es ahora Mondadori. Es cierto. Lo sé. Lo he leído. Lo he comprendido con algunos de sus últimos títulos como Nueve lunas de Gabriela Wiener, Los muertos de Jordi Carrión, y, especialmente El fondo del cielo de Rodrigo Fresán. Ejemplos de novelas que juegan con la poeticidad del lenguaje narrativo, llevada al extremo en algunos casos. Mi hermana y yo teníamos un juego. En voz alta solíamos decir: Vamos a jugar a la mamá y a la hija. Siempre éramos mamás y siempre éramos mamas de unas hijas. El mundo de la maternidad era un mundo entre mujeres solas. ¿Quién se esconde bajo este fragmento, la Wiener de Sexografías, o la Sharond Olds de Satan says? As soon as my sister and I got out of our mother's house, all we wanted to do was fuck. La figura de la hermana en Olds, en Louise Glück (a quien la propia Wiener cita), una especie de Anne Sexton igualmente enfermiza celebrando un vientre y un útero calientes. Algo parecido ocurre leyendo a Carrión. Algo en Los muertos que recuerda a Promethea (poeta, guerrera, la que vive sólo cuando la imaginamos), a cualquier poema-homenaje a Monelle: Mientras camina, se materializa una niña sobre el charco. No debe tener más de seis años. Está desnuda, y sus retinas, enloquecidas. El pelo se le moja: negro sobre el gris asfalto. Como ese poema de Juan Andrés García Román, niña Monelle, niña de la llanura: eres la niña coronada de velas que hizo de santa Lucía en la función. Luego, estabas en el peluquero. Te cortaba los mechones con cera fundida. Un ejemplo entre muchos. Su voz entre muchos versos que se esconden, que son poesía -pura- a pesar del formato, el autor o el contexto. Y es aquí donde redescubro a Fresán. El único Fresán que yo conocía, el de Mantra y la infancia. Mantra y los niños que desde el cine o la literatura aprenden el mundo que los rodea. Martín Mantra o Ezra son como el pequeño Peter Möhlendorf en Patricio Pron, o el Dylan Edbus de Lethem. Rebeldes. Listos. Precoces. Pero también otro Rodrigo Fresán el que yo ahora leo y que podría resumir en 4:56 minutos, con una sola canción Love theme from Blade Runner. Una historia de amor, la búsqueda de la belleza a través de la obsesión por otros mundos, por otros planetas y galaxias. A través de la Ciencia Ficción. ¿Qué es el cielo? ¿Cuál su fondo? ¿Y dónde? ¿Y quién nos recordará a nosotros, los que encontramos respuesta a los anticiclones, a las estrellas distantes, a las lunas altas? Te encuentres donde te encuentres, cerca o lejos, si puedes leer esto que ahora escribo, por favor, recuerda, recuérdame, recuérdanos así. Un epitafio. Poema de la muerte. Poesía que aparece desde la primera página de este libro de pasta dura: Biblia/Evasión. Su rostro, el de ella, es el resplandor que todo lo ilumina y arrastra. Estrella de la muerte sus facciones. Y entonces la muerte era lo más hermoso que me había sucedido en la vida. La muerte no era una luz al final del túnel. La muerte era el fin de todos los túneles. De nuevo me pregunto la autoría de estos versos que bien podrían compararse a los de José Ángel Valente: Debo morir. Y sin embargo, nada/ muere, porque nada/ tiene fe suficiente/ para morir. Escribe Fresán: el espacio entre este planeta y el otro planeta es lo suficientemente pequeño como para que nosotros podamos observarlos desde nuestro olvidado mundo (y recuerda al “astronauta solo, llorando” de Fangoria). O bien: La chica rara era yo y pronto comprendí que, si voy a suicidarme, no me interesa una muerte pequeña (como si de un sentimiento de Carmen Jodra en Las moras agraces se tratara). O bien: no olvides nunca. Ha llegado el momento de recordar para siempre. Míranos. O bien: Fuego amigable, me dicen. Fuego amigo. Fuego que es el mejor amigo que jamás haya tenido, amigo. Fuego, que cuando se te mete en el cuerpo te hace sentir un frío como jamás has sentido... Rodrigo Fresán es mi poeta favorito. Mi poeta que quiere ser narrador y quiere ser replicante y quiere ser astronauta. Because de sky was pink. Porque el espacio vacío es la mejor excusa para imaginar una novela, y describir el cielo es el primer propósito de cualquier hacedor de versos. The sky was pink. The poetry was punk. Rodrigo Fresán es mi poeta favorito.



6 comentarios:

antoniocarreroacuna@yahoo.es dijo...

Lo peor que nos puede pasar es que la muerte no se fije en nosotros porque nos crea ya muertos.

Banús dijo...

Me gusta...The Sky was Pink.
Me gusta...
Gracias.

Anónimo dijo...

Es usted a la literatura lo que Belladonna al porno

Luna Miguel dijo...

por los tatuajes, verdad?

Karen Valladares dijo...

A mi también me gusta mucho aunque casi no he podido encontrar muchos poemas de él, inclusive, tengo un epigrafe de él en un poema mio, de mi poemario ciudad inversa. "Si, te imaginas que al final el cielo sólo fuera un anuncio de papel".-

Karen Valladares dijo...

Perdon es de agustin fernandez mayo. Me equivoqué.