29 junio 2009

Pensando en esos últimos poemas.



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Arrepentirse de un verso es habitual. Arrepentirse de un paso, de un cabello enredado, de un cigarro. No arrepentirse del ladrido es costumbre. Así que cuídate de los animales inexpresivos. Cuídate, querido, de los animales. Sólo sus dientes saben la verdad: que yo amo, que yo quiero, que no soy la luna, que no me gusta hablar de muerte en la mesa, que chupo plantas, que tengo piojos, y que, por mucho que grite, casi no muerdo...