La voz de Almería, 29 marzo 2008
El otro día fuimos a un edificio abandonado que custodia el final de la playa. Desde allí arriba se podía vigilar toda la ciudad, eran las seis y pico de la tarde y el sol se iba a poner. El cielo tenía un tono anaranjado por el centro y rosado hacia los bordes. El color y la luz de aquella tarde pasaban irrecuperables ante nosotros. Cuando volvimos a la civilización, antes de que oscureciera, discutimos sobre esta ciudad extraña en donde nos adentrábamos. Y es que la luz de Almería enamora. Tantas son las personas que vienen y se instalan en busca de su sol: paisanos o extranjeros adoramos su luz y quisiéramos quedarnos siempre en este espacio caluroso. Pero ocurre algo extraño en el proceso, algo cambia, de repente dejamos de amarla y la magia acaba. Bien lo saben nuestros creadores, todos ellos padecen una relación amor-odio con Almería que es difícil de explicar: esta ciudad supone para ellos un obstáculo, algo de lo que a veces se avergüenzan. Parece que al llevar un tiempo viviendo aquí los ojos se convierten en lentes de plástico y no somos capaces de apreciar la belleza. Amamos tanto este sol que llega a desquiciarnos. Odiamos la ciudad brillante, su luz ya no nos basta.
¿Y a quién le basta entonces? Almería es pequeña, imperfecta, pero tan acogedora como para dejarnos volver cuando la necesitamos. Ésa es la paradoja, su viento y su luz son máquinas destructivas, máquinas sublimes repletas de arte. Salir a la calle, pasear, darse una vuelta por las librerías, por los museos, por la Alcazaba… contemplar el cielo naranja y rosado de la tarde, disfrutar de lo poco que tenemos y casi nunca apreciamos, porque hemos mirado en vano tantas veces, y tantas veces creímos ver.
¿Y a quién le basta entonces? Almería es pequeña, imperfecta, pero tan acogedora como para dejarnos volver cuando la necesitamos. Ésa es la paradoja, su viento y su luz son máquinas destructivas, máquinas sublimes repletas de arte. Salir a la calle, pasear, darse una vuelta por las librerías, por los museos, por la Alcazaba… contemplar el cielo naranja y rosado de la tarde, disfrutar de lo poco que tenemos y casi nunca apreciamos, porque hemos mirado en vano tantas veces, y tantas veces creímos ver.
7 comentarios:
Intentaré hacerme con el periódico, de todos modos...
Buena presentación :)
Qué hermoso. Gracias por traerlo a quienes no pudimos comprarlo. Gracias siempre, Luna.
No me gusta dejar comentarios en los blogs, porque no sé decir con palabras lo que siento al leer. Una vez más, me has dejado la piel de gallina.
Un beso fuerte.
beso fuerte,anónimo, gracias.
Magnífica idea esta de colgar tus artículos (confío en que lo vayas haciendo con los que vengan) para que los foráneos podamos también disfrutarlos. Gracias.
A algunos, de hecho, no nos queda más que "mendicare un po' di luce per questo mondo rinato in un oscuro mattino", como decía Pasolini. Y de la oscuridad (Seattle), al frío (Boston). A ver si me escapo este verano. Saludos.
Pero qué bonito Luna! con tu permiso lo pongo en mi Blog.¿Irás a EDITA?
Un saludo desde esta capital que me muerde los dedos de los pies.
Cangrejo Pistolero.
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