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21 febrero 2014

Here I am, I said (II).


Necesito silencio. Necesito silencio o que tú me toques en la cama. Hay sábanas. Hay sábanas encima de sábanas y también hay gatos. En el ascensor no encontramos espejo. En el espejo no encontramos a quién. Por qué. De dónde. He encendido la calefacción. He comido Snickers en lugar de desayunos. He culpado al reloj. Por qué. Dónde. De camino a casa de Stephen nos encontramos un gato. Caminaba por la nieve sigiloso y Jordan nos dijo que no lo tocáramos. Muerde. Dice. Muerde. Jacob abre la botella de cava y yo me siento orgullosa porque es de aquí. Mirad, les digo, así sabe el lugar de donde procedo. Necesito silencio. Estoy en mi cama donde tú me tocarás donde yo toco al gato donde yo toco al felino que no muerde. Leo un poema de Ariana Reines. Leo un poema de Federico García Lorca. Leo un poema de Roberto Bolaño. Necesito silencio. La noche cae sobre mis sábanas con un ruido tremendo. Aquí estoy. Le espero a él y a una botella de vino. A través de las cortinas podéis verme arder. Me enciendo contra el frío. Me restriego contra el silencio. Cuánto tiempo ha pasado. A qué hora llegas.

30 agosto 2013

Hace cinco años se suicidó nuestro escritor favorito (o una aproximación a nuestra historia a través de David Foster Wallace).


Hace cinco septiembres se suicidó nuestro escritor favorito, aunque aún yo no sabía que aquel hombre robusto, difícil y colgado sería nuestro escritor favorito, de hecho, ni siquiera lo es, pero desde septiembre de 2008 hasta la fecha su nombre estuvo (y perdón por lo cursi de la frase) tan presente en nuestras vidas como la misma palabra amor.

Nuestra primera cita (documentada, más o menos, entre las páginas 115 y 122 de Fresy cool) tuvo lugar justo veinte días después de que David Foster Wallace decidiera ahorcarse. Así, cuando al fin nos encontramos (y después de haber cruzado unos cuantos emails y llamadas formales de Alcalá de Henares a Puerta de Toledo) una de las primeras cosas que me dijiste fue: ¡Qué pena lo de Wallace!, y yo: ¿qué pena lo de quién? Por aquel entonces mi altar literario estaba conformado por una lista de poetas que probablemente tú detestabas: José Ángel Valente, Charles Bukowski, Catulo, etc. Cuando mencionaste el nombre de David Foster Wallace yo jamás lo había escuchado, y cuando continuaste hablando de su fantástica prosa, de sus magníficas y ideas y de su gran importancia, yo no hice otra cosa que aburrirme (y avergonzarme), pues apenas me interesaba todo aquello que me contabas durante nuestro primer y extraño encuentro en el centro de Madriz.

Era octubre de 2008, yo aún tenía 17 años y muchos pájaros en la cabeza, y sin embargo la curiosidad me picó. La curiosidad por ti, y la curiosidad por David Foster Wallace. Comenzamos entonces a quedar cada semana. Comenzamos a enamorarnos (un poquito) el uno del el otro. Comenzamos a leer lo que el otro leía. Y comenzó a apasionarme lo que a ti te apasionaba... pero tuvimos que esperar a febrero o marzo de 2009 hasta que yo me atreviera a leer a aquel autor. DFW me daba mucho miedo porque sabía que comprender su prosa me resultaría complicado. Tú hablabas y hablabas y hablabas de él (e incluso tu narrativa, con la que más o menos por aquel entonces empezaste a jugar, se parecía muchísimo a todo lo que de DFW me contabas) y yo no quería ser menos. Me atreví primero con La niña del pelo raro y Extinción (me fliparon porque eran distintos a todo lo que había leído hasta la fecha). Con el tiempo lo demás. Lo que ya sabes. Lo que he ido contando en este blog a través de unos 64 post que ahora selecciono, te recuerdo y celebro:

  1. La primera vez que hablé de él y dije que me abrumaba. Leer a DFW era como tener una hiperglucemia, de ahí la referencia a sus Delitos! (Aquí)
  2. Cuando estaba triste, me hacía fotos en el baño y recuperaba sus citas más tremendas. (Aquí)
  3. Me obsesioné con el “rostro expresivo”, marca que luego aparecería tantas veces en el blog, en mis poemas e incluso en Exhumación (Aquí)
  4. El verano en Retamar, durante el cual casi termino La broma infinita de una sentada. Era horrible llevarse ese libro a la playa. (Aquí)
  5. Te compré Oblivion en Munich. (Aquí)
  6. Cuando te agradecí todas las nuevas lecturas que me habías enseñado (Aquí)
  7. “Toda mi vida he sido un fraude”, esa frase de DFW que te tatuaste en aquella tarde maravillosa de tinta y sangre (Aquí)
  8. Una montaña entera con sus libros, si los juntásemos a los que ahora guardamos, sería el doble de alta. ¡Tenemos hasta tres ejemplares de La broma infinita! (Aquí)
  9. Empecé a trabajar en Random House Mondadori también durante un septiembre (hace ya dos años de eso) y me traje este librazo de la oficina. Tú ya lo habías leído en inglés. (Aquí)
  10. También te hice una entrevista, y charlamos sobre él (Aquí)
  11. Hice un chiste con “La escoba” de su sistema (Aquí)
  12. Su nombre apareció en La tumba del marinero. Y le otorgué un cáncer. (Aquí)
Por todas estas cosas me da mucha rabia cuando dices que ya no te gusta David Foster Wallace, o que ya estás cansado de él. Porque sin sus libros no seríamos lo que somos. Porque sin él la historia sería distinta... no sé. Es posible que exagere. De hecho ayer me reí mucho cuando por la noche, en la cama, yo leía la biografía de DFW que Debate acaba de editar (Todas las historias de amor son historias de fantasmas, de DT Max) y tú apareciste en la habitación con tres poemarios de Lorca, Rilke y Catulo. Hace cinco años habrías sido tú el pesado de la biografía y yo la pesada de los poetas clásicos. Hace cinco años, cuando a él le quedaban pocos días para acabar con su vida, y a nosotros un mes para conocernos. Casualidades así me hacen muy feliz y hasta me dan miedo. Pero qué te voy a contar si todas las historias de amor son...

En fin.

Qué cosas. 

01 agosto 2013

5 poemas que podrían estar hablando de cocaína (o no... no... para nada).

Con todo el yeso
de los malos campos,
eras junco de amor, jazmín mojado.

Con sur y llama
de los malos cielos,
eras rumor de nieve por mi pecho. 
Federico García Lorca en Sonetos del amor oscuro (Lumen)


Fuerte, tranquila luminaria, en el límite
colocada: arriba la noche se hace exacta.
Nosotros nos derrochamos en la oscura
zozobra sobre la que se yergue tu pedestal.

Lo nuestro es: ignorar la salida
de la extraviada circunscripción interior,
tú te muestras sobre nuestros obstáculos
y los enciendes como una alta montaña.

Tu júbilo está por encima de nuestro reino,
y apenas captamos su precipitado;
como la pura noche equinoccial de primavera
estás tú dividiendo entre día y día.

¿Quién sería capaz de infundirte algo
de la mezcla que secretamente nos enturbia? 
Rainer María Rilke en Antología Poética (Colección Austral)


Preguntas, buen amigo, a qué suspiro,
qué me hace tan extremo estremecerme:
me estremezco y suspiro de pensar
que hasta Homero, con todos sus saberes,
y Ciceron estaban
tan locos como la bruma y la nieve.
W. B. Yeats, de Antologia Poética (Debolsillo)


mis pupilas negras sin ineluctables chispitas
mis pupilas grandes polen lleno de abejas
mis pupilas redondas disco rayado
mis pupilas graves sin quiebro absoluto
mis pupilas rectas sin gesto innato
mis pupilas llenas pozo bien oliente
mis pupilas coloreadas agua definida
mis pupilas sensibles rigidez de lo desconocido
mis pupilas salientes callejón preciso
mis pupilas terrestres remedos cielinos
mis pupilas oscuras piedras caídas
Alejandra Pizarnik en Poesía completa (Lumen)


Son bagazos del insomnio,
mechas carbonizadas de velas torcidas,
toque de alba
en cientos de campanarios blancos...
tibio blanco de la ventana
bajo la luna de Chernigov,
son abejas, melilotos,
polvo, tiniebla y ardor.
Anna Ajmátova en Soy vuestra voz (Hiperión)

09 marzo 2011

Sobre la felicidad a ultranza.

Poco a poco me quedé estancando así, permaneciendo hasta los veintisiete años al socaire de las tristezas. También mis estructuras cerebrales y musculares se han ido formando poco a poco y he crecido pensando con la cabeza de alguien que por ignorancia del mundo se hacía el inmortal lejos de las tristezas.
Ugo Cornia

Estoy obsesionada los autores que hablan de ellos mismos. Autobiografías. Literatura confesional. Diarios. Sobre la felicidad a ultranza de Ugo Cornia (Periférica, 2011) no es  Diario de duelo de Barthes, ni mucho menos, ni tampoco es Diario del hombre pálido de Juan Gracia Armendáriz -del que recientemente habla Lector Mal-herido en su blog, me alegra que le haya molado-... pero tiene algo que me engancha. Dos de mis libros preferidos en este mundo son Los hermosos años del castigo de Fleur Jaeggy y el ensayo Elogio de la infelicidad de Emilio Lledó quizá porque en ambos libros se debate sobre qué es ser feliz, cómo conseguimos estar felices, etc. Me gusta cuando un autor que además escribe bien se obsesiona también por desarrollar este tema. Fleur Jaeggy introduce en Los hermosos años de castigo un término genial: la malafelicidad, o el malestar de la felicidad. La búsqueda del bienestar es uno de los temas más recurridos en los autores que he mencionado. Desde Virginia Woolf hasta Ugo Cornia, pasando por Amélie Nothomb, Lionel Tran, André Gorz o Peio H. Riaño: todos acaban representando a una pandilla de "amargados" cuando deciden retratar sus sentimientos más íntimos. Una vez escuché a alguien decir que "amargado se escribe mejor". No sé. Será que somos unos cotillas. Que nos gusta la víscera. Que nos gusta veros sufrir, cabrones. ¡Sufrid, sufrid, para darnos más libros así! 

16 diciembre 2010

"Podría mirarme en el espejo como se mira un río, pero no sé, no sé..."

Hace poco alguien dijo: con este panorama la literatura está muerta. Y yo lo confirmo: con este panorama de malos lectores, la literatura está muerta. Hay un gran problema de lectura: el lector envidioso, el lector troll, el lector superficial, ese que sólo se queda en el aspecto, en la repercusión mediática y en los contactos o colegas del escritor. Qué tontería. Aquí nos conocemos todos. O qué. En una fiesta, en una presentación, en un acto, en un blog, en los mensajes de email, y, por supuesto, en los libros. Este panorama está muerto. Huele a podrido. Qué mal se lee. Qué mal se piensa de quien se lee. ¿Por qué no pensamos mal de Rimbaud? ¿O de Garcilaso? ¿O de Lorca? ¿A quién le importa ahora cómo llegaron a publicar o qué grado de fama tenían en su pueblo? Chupar pollas, escucho. Qué grosería, ¡oishh! Todo poeta que publica es malo. Todo poeta es un cabrón sin corazón que se aprovecha de los pobres poetas desafortunados y sensibles que no ganan premios: cuidado, que yo me he presentado a premios que no he ganado. Al Hiperión, por ejemplo. Y a alguno más no con poemario pero sí con un texto. Sí. Yo también he sufrido eso... lo que no quiere decir que tal o cual fueran unos imbéciles, ni que los editores fueran partidistas, ni que el mundo oliera tan mal. Eso sólo quiso decir que alguien tuvo más suerte, que alguien lo hizo mejor y que alguien fue positivamente valorado por aquellos que también me juzgaron. Todos los poetas desean el éxito fácil. Mentira. Hoy, por ejemplo, entre metro y metro, tren y tren y tiempo de espera, he tenido la suerte de leer un poemario que me llegó el otro día a casa. Carretera blanca, de Antonio Mochón. Me llegó a casa porque conozco al autor. Coincidí con él hace un año en Moscú. Los dos fuimos invitados por el Instituto Cervantes, junto a Martínez Ros, para leer unos poemas como autores jóvenes que éramos, y compartir una cena con otros autores jóvenes rusos. Lo pasamos genial. Antonio Mochón es muy amable. Después de un año casi sin hablar, va y me manda su último libro. Está publicado en Pre-Textos. Se trata del último premio Javier Egea. Me gusta. Me gusta el libro. Algunos poemas más que otros. Y otros más, otros mucho más y otros menos. Conozco al autor. Es guapo. Pero no le estoy chupando la polla. No. No le chupo la polla. Quiero decir. No le doro la píldora. No me invento nada. El libro me gusta. Me gusta y punto. Me gusta y entonces sé que la literatura no ha muerto porque Antonio Mochón escribe y con que él escriba, con que él escriba ese verso que me ha emocionado en un vagón de metro, con que él diga Eso y yo me enamore... me es suficiente para saber que no. Que esa persona que dijo mierda, estaba muy equivocada. Perdonad mi vocabulario. Es tarde y no he cenado. Perdonad. No quiero ser grosera, no, claro que no. Sólo quiero que escuchéis las lentas palabras de Antonio. Lo clásico de su poesía. Lo clásico, de su experiencia nombrada. Su diario íntimo. Muy íntimo. Me gusta la poesía íntima: me importa. Antonio es un autor sincero. Creo que es uno de los únicos poetas que conozco que no ha dicho nada malo de otro. Que no se ha burlado de nadie. Que escribe y lee porque le gusta. Que escribe y lee para compartir. Qué importa todo lo demás si lo que haces te gusta. Qué importa tener veinte años, escribir un blog, salir en un suplemento, publicar un libro: si lo que haces te gusta. Si de pronto tienes un libro hermoso, discreto, sencillo, agradable, correcto, como un regalo inesperado en el buzón. Qué importa. Me pregunto. Pensamiento, ayúdame (cito a Mochón). Pensamiento, ayúdame a explicar qué mundo absurdo es este. Donde todos se odian y se disparan. Donde nadie confía en el poeta ¿mediático? y al mismo tiempo no es capaz de leer o interesarse por el poeta que no es ¿mediático? Ay, diosesito mío. Mi pensamiento seleste. Qué. Por qué. Ayúdame con la poesía. Con la No Muerta. Ayúdame a comprenderlo. Ayúdame.

06 diciembre 2010

A quién quieres más, ¿a mamá o a papá?

Ahora que están de moda las elecciones difíciles y siguiendo con el modelo de Ibrahím Berlín y sus Mis 10 de 2010 me he decidido a escoger diez libros publicados este año. Los diez que más me han gustado o que más me han emocionado, o los que elijo porque sí, y punto. Esto es:
  1. Diario del hombre pálido, Juan Gracia Armendáriz (Demipage)
  2. Verano, J.M. Coetzee (Mondadori)
  3. Excepto yo, Fatena Al-Gurra (El Gaviero Ediciones)
  4. Me incitó el espejo, David Rosenmann (DVD Ediciones)
  5. Dublinesca, Enrique Vila-Matas (Seix Barral)
  6. Antología poética, Félix Francisco Casanova (Demipage)
  7. Los muertos, Jordi Carrión (Mondadori)
  8. Eros, Eloy Fernández Porta (Anagrama)
  9. Corona de flores, Javier Calvo (Mondadori)
  10. También mis ojos, Laura Rosal (El Cangrejo Pistolero)
Me ha costado mucho redactar esta lista porque la mayor parte de las lecturas que he hecho este año no han sido novedades, y si lo han sido, pertenecen a las hornadas de 2008 o 2009. B de Alberto Santamaría o Diario de duelo de Roland Barthes, por ejemplo, se han quedado fuera por escasos meses de diferencia. He tenido otras complicaciones a la hora de elaborarla: Javier Calvo, por ejemplo. Este año he leído Risas enlatadas y Corona de flores y prefiero mil veces Risas enlatadas. Me encanta. Me parece muy divertido y no creo que ese libro deba caer en el olvido. ¿Qué pasa con Vicente Luis Mora? Tiene duros competidores y sigo pensando que es mejor poeta que narrador. ¿Qué pasa con Patricio Pron? Aunque lo aprecio mucho como autor no pienso que El mundo sin las personas... esté a la altura de su anterior novela El comienzo de la primavera, de la cual no me puedo olvidar. Ojalá su próximo libro en Mondadori (creo que es una novela autobiográfica que se publicará a mediados de 2011) me guste tanto como El comienzo de la primavera: entonces Pron sí que será doblemente adorable. ¿Por qué tanta poesía? Porque es mi género preferido. ¿Por qué Laura Rosal? Porque También mis ojos es la ópera prima poética más fuerte del año. ¿Y por qué no está El don de Vorace? Lean los poemas de FFC y lo entenderán. ¿Qué pasa con el ensayo? Pasa que el último de Beatriz Preciado no me pareció tan bueno y que lo mejor de Melusina este año viene de la mano de Lector Mal-herido cuyo librito aún no he terminado de leer. ¿Jordi Carrión? Sí, Jordi Carrión. Mola. ¿Vila-Matas? Soy fan. ¿Y a Eloy, lo entiendes? Máh o menoh. Es duro de digerir, pero me gusta. ¿Coetzee? Buenísimo. ¿Tanta poesía? Sí, extranjera. ¿Diario del hombre pálido? La literatura de la confesión es la que más me gusta. Y es la que Armendáriz practica en este libro. Además habla de la enfermedad, de la literatura de la enfermedad, cita a Bolaño, se mete con el mundo editorial, utiliza la metáfora de una manera excelente y repugna cuando quiere ser repugnante. ¿Y ahora qué? Eso digo yo. Ahora qué. 

20 mayo 2010

Entre formas y finales.

Decir no es muy sencillo y a la vez lo más difícil. Esa simple sílaba, esas dos letras casi inaudibles, tienen el poder de sustraernos al flujo inconsciente de la vida, de apartarnos de los ritmos predecibles y reiterados de la existencia biológica y hacernos volver sobre nosotros mismos, que es como decir: hacernos tomar conciencia de lo que somos. Estoy hablando de un no fundante, de esa negativa que es, en realidad, una afirmación, aquello que nos afirma y afinca literalmente en el mundo y sobre lo cual se levantan todos nuestros actos, nuestras decisiones, todos los movimientos de la voluntad y el deseo. Decir no es empezar a vivir. O también: sólo quien ha dicho no, quien se ha rebelado contra la dimensión animal de su existencia, quien hace del inconformismo y la interrogación constantes sus señas de identidad, se ha ganado el derecho a vivir su vida, vivirla plenamente, con toda su carga de esplendores y demonios, de luz y de tiniebla.

(Jordi Doce, noviembre 2008
Fragmento del prólogo al cuaderno Cruzo un desierto,
al fin en mis manos,
tras dos años de dulce espera)

28 abril 2010

Diario desierto (1): mi historia.

Mi historia soy yo misma y por eso puedo decir todo lo que quiera. Relatar, todo lo que quiera. Sin dar explicaciones. Sin buscar nuevas fórmulas. No tengo miedo a escribir. Y pienso en Roland Barthes y en su sentencia “no quiero hablar por temor a hacer literatura”, qué más da si la hago o no, qué más da cómo estructure este discurso si sólo quiero contar una experiencia que me abruma. Si sólo quiero dejar salir de aquí, de este pecho, una rabia contenida, una rabia adolescente, un hilo de saliva que en cuanto surja de mi garganta: me hará sentir liberada. No habrá nada novedoso en lo que cuente, de hecho, ya está todo dicho. Todos dijeron amor alguna vez. Todos contaron cómo les latía el sexo la primera vez. Todos supieron, tal vez, que su literatura era la sucesión de unas cuantas referencias. Que ya no nos sorprende nada. Que el mundo gira. Sí, y qué, si yo estoy aquí tan quieta y tan aburrida, y no giro, aunque el calor le de la vuelta a mi organismo. Referencias. José Ángel Valente. Mi poeta favorito, no sé por qué, ni quiero saberlo. Referencias. Leer por puro azar un fragmento de Edmond Jabès y darse cuenta de que toda la obra de mi poeta no es más que una nota a pie del lírico nacido en El Cairo en 1912, atended: el desierto fue para mí el lugar privilegiado de mi despersonalización. ¿Y entonces? Qué nota a pie soy yo. Qué nota: mi vida. Y esta historia. Y este relato del organismo. Poesía. ¿Quién soy, entonces, esto, qué, soy yo? Mi historia es la de una nota a pie, de otra nota a pie, de otro poeta y otro poeta, la de mí misma: un extranjero.

Mi antigua casa (infinite room).



A veces, muy brevemente, un momento blanco -como de insensibilidad- que no es momento de olvido. Eso me espanta.
Roland Barthes

19 abril 2010

El sexo de Laura Rosal.


Si me pide que me ponga a cuatro patas, lo hago. Si me escupe: relamo su bilis. Si me dice: come mi uña. Si me dice: traga mi vello. Si me pide que la acaricie, que acaricie sus poemas salados, no me resisto.

Así. Con el cuerpo. Con el corazón temblando recibo sus versos. Su primer libro de poemas También mis ojos (El Cangrejo Pistolero, 2010), que ha llegado hoy a mis manos. Azul, infinitamente azul, demasiado azul, que diría Elena Medel. Un azul nada inocente. Nada infantil pese a su pretensión, “la luz es demasiado grande para mi infancia”, cita ella, directamente desde la voz de Pizarnik. Pues Laura Rosal es heredera directa de Alejandra. Cruda. Seca. Voraz. Dueña del verso. Huérfana del silencio. Laura Rosal. Mi amiga. Mi hermana. La hermana de Monelle. Lolita tardía pero salvaje, sauvage, sauvage. Su esqueleto delgado provoca terror al verla caminar. Su sexo. Caníbal. Duele húmedo y cruel. Porque Laura Rosal llora a los hombres. Llora de pena por los hombres que apenas la abrazan. De sus ojos emergen libélulas. El maldito sexo de los hombres, qué mal joden los hombres, qué mal les huele el aliento, mala entraña y yo prendada de los hombres, prendida de ti, eres imbécil y te amo... escribió Maite Dono. Y Laura Rosal, responde: cuídate de mí: no te quiero más cerca. Sólo te soporto cuando me suplicas, desnudo, el amor que me reservo para el resto. Si la banda sonora de Maite Dono era Lydia Lunch, la de Laura la construye Philip Glass, o Erik Satie, o Mazzy Star o Giant Drag o, incluso, el sensual Crush, de Jennifer Paige. Laura no es punk. No tan punk. Laura comprende lo delicado. Laura es Blanca Varela, más visceral. Laura es Miriam Reyes, mucho más sutil. Laura es la hija bastarda de Nabokov. Acosada por los pájaros (un pájaro en el pecho. No una tristeza. Un sollozo enjaulado). Herida por las agujas y la nicotina (su aliento gris me heló la nuca). Por la sangre, menstruación celeste, por el idioma de la noche y de los pubs, por las imágenes y los ojos de los otros que la juzgan y la aprisionan. Pero ella es fiel. Es fiel siéndose infiel a ella misma. Ella está aquí para preguntarnos a nosotros qué es la tinta en su pubis. Qué insinúa, el tiempo, en su pecho. Quién es ella. ¿Tú lo sabes? (Y toco la palabra. Y rompo el poema) Para preguntarnos a sus hermanas por el significado de la poesía. Porque quienes la leemos la sentimos muy cerca. Tan cerca que quisiéramos que sus versos fueran nuestros. Que sus ojos fueran nuestros. Que su saliva. Haciéndonos el amor.

Si me pide que pronuncie sexo. Si me pide que grite: Laura Rosal. Si me pide que me ponga a cuatro patas. Mi gorrión muerto. Mi moonshiner. Mi amiga.

Vuelvo al origen.
Vuelvo
Como un animal herido.
Como un poeta
Con la mano en la garganta.
Vuelvo.

Estoy donde debo.

Y sin embargo, nada me pertenece.
No es mío este jardín.
No estas ventanas sin respuesta.

Y entonces, el vino me salva
Y el origen es sólo
Un cerrar de ojos.
Mirar al vacío, desafiante.

Dejar caer la vida,
Rogarle que no duela.
Laura Rosal


30 marzo 2010

Warp 1.9: cruzo un desierto.

Es fácil escribir sobre un poeta desconocido. Es fácil, cuando lees sus versos y descubres que de algo lo conoces. Que de algo sí lo conoces: dentro, en tu entraña azul, sí, lo reconoces. El desierto, asilo para la única ascua suave. No me ha nombrado nunca, no me ha devuelto nunca. No lo has leído nunca. No lo has nombrado nunca y sin embargo aquí está. En tus manos sucias. Manos desérticas: desde el Colectivo CAIN te dicen que en poco tiempo aparecerá la plaquette que llevaba dos años preparada, tres años escrita, dos años en la sombra: y al fin nace. Como un hijo bastardo del que también me enamoraré. Es difícil escribir sobre un poeta conocido. Sobre un poeta o sobre ti misma, y sobre unos poemas en los que apenas te recuerdas. Pero son tuyos. Sintomáticamente tuyos. Diciembre 2008 – Marzo 2010. Cruzo un desierto. Digo. Prólogo de Jordi Doce. Aquí la arena muerta, aquí el cuerpo salvado: La Mujer respira, El Hombre está de pie. De nuevo René Char, maldito poeta desértico. Cuando te descubro. Y mañana duermo contigo. Contigo en Valparaíso. Mañana Zombie. Mañana Mañana Mañana. Es fácil creer morir: lo difícil, reconocer que jamás lo hemos estado.

21 febrero 2010

Estar enfermo (III): mi primer libro.



«Letal en el epigrama: aquella frase «imperecedera en medio de todo lo que cambia» de la que Nietzsche habló. Rebelión contra la herencia platónica y su disociación del cuerpo y el alma. Encomio de la excelencia femenina, apegada al concepto, heroica, elocuente en su hermosa —y temible, y envidiable— corporeidad. Homenaje a Virginia Woolf. Una fiesta en donde se escuchan ecos de Lhasa, del apego por la maldad en Baudelaire y del canto poético en Lorca. Algo parecido a un paraíso para el autor de "Lolita", "Estar enfermo" no es sólo la sublimación de la fiereza o la soberbia adolescentes; es expresión de un desaliento en una autoridad cuya lengua jamás es afectada. Para la que el erotismo se construye sólo a partir de pistas de veras sutiles: en ocasiones erigido como un lamento por el desdén, la ausencia, la pérdida o la culpa, aquí el verso es habilidoso cuando se trata de someter dulcemente al lector. Como el amante que se limita, feliz, a seguir instrucciones»
Antonio J. Rodríguez

27 enero 2010

"Busca una boca que sepa a tu propio semen y a tabaco, y bésala"


Me obsesiona La Malafelicidad. Busco autores y citas. A modo de IB en su blog, he seleccionado éstas. Busco saciar las ansias de estar triste y ser feliz. O de ser triste y estar feliz. Ya no lo sé. Quizá porque ahora solo quiera pensar en esa boca. Y no pasar frío. Y decir, de tantas cosas, el asco que me dan.

Allí arriba me sentía en un estado que podría llamarse de malafelicidad. Exigía la soledad, era un estado de ebrio y tranquilo egoísmo, una venganza feliz. Me parecía que esa ebriedad era una iniciación y el malestar de la felicidad se debía a un aprendizaje mágico, a un rito.
Fleur Jaeggy

y fue una eternidad decapitada en un instante
porque una puerta improcedente que se abrió
nubló nuestra felicidad
Ramón Irigoyen

Las cosas no marchan bien. Tengo la impresión de que todo en mí y alrededor se desorganiza con demasiada facilidad. Si bien es cierto que debería ser más fuerte y no dejarme arrastrar por la locura del entorno, también es cierto que estoy acostumbrado a entornos más controlados por mí. No sé independizarme del entorno, por mucho que se hable de mi ‘torre de marfil’. Estoy demasiado atento a las cosas que suceden. Por ejemplo, no puedo tranquilamente acostarme, cerrar los ojos y dormir, si sé que el resto de la gente de la casa está despierto.
Mario Levrero

19 enero 2010

Confesiones de una suicida en temporada de exámenes.


Henry-Lévy: «¿Por qué escribe usted?
Porque no se puede hacer el amor todo el día. ¿Por qué hace el amor?
Porque no se puede escribir todo el día.»

Llevo diez días, cuatro horas, ocho minutos y un segundo sin leer un jodido poema.
Dime tú, ahora, cuánto me quieres.

14 enero 2010

Escribirás mi muerte.


Bajo las armas. Temo no saber defender lo que aquí siento. Contra cualquier pared. Contra cualquier almohada. Tu voz en modo repeat. Barthes en el espejo. Contra cualquier estación de tránsito. Contra cualquier vagón. Contra cualquier verso de los que ya no escribo.

29 diciembre 2009

Au revoir putain d’année.

Poemas. Objetos de la muerte. Eterna muerte. Eterna inmortalidad de la muerte. Algo así como un goteo nocturno y afiebrado.

Poesía. Orina. Sangre.

Blanca Varela

+

28 octubre 2009

Lambrusco blanco (o Deseando el fin de semana).

Para facilitar luego las cosas, Shahid abrió el precinto de una caja de condones. Había pasado la tarde en la biblioteca, corrigiendo el primer borrador del artículo para pasarlo al ordenador al llegar a casa. Acababa de caer la tarde y había oscurecido. Se oía ruido en la calle. Echó las cortinas y puso más fuerte la estufa de gas. Después de trabajar con empeño y aclararse las ideas, podía disfrutar de aquella parte del día, apagar algunas luces y escuchar Dancing in the Dark mientras decidía si ponerse los vaqueros negros, los azules o los rojos. Ante él se abría la promesa del amor y de la noche: toda la noche.

Kureishi

+tomorrow

25 octubre 2009

Tiempo.


De todas las horas que he esperado aquí o allá, el minuto de las gaviotas parece único. ¿De qué pájaro se trata? ¿Por qué lo envidio? ¿Puedo aplicar el término manada, el término orquesta, el término cielo: ejército aviar, aquí, mientras te espero? ¿Hay gaviotas en Madriz? ¿Hay mar? ¿Por qué las veo? Y no me refiero al pájaro franquista, ni al pollo asado de los domingos, ni al símbolo conservador que temo. Eso no me interesa aquí ni allá. De eso no hablo aquí ni allá. Nada de política ahora, cuando las nubes son una bandada de estrellas naranjas. Aquí y ahora eres tú el protagonista. Cuántas horas, cuántos cigarros, cuantos soles helados quedan. Querido gorrión. Mi amada ha muerto. Lost in the House of Valparaíso. Querido gorrión. No llores. Mi amada ha muerto. Querido gorrión, querido gorrión, no tergiverses las palabras de Catulo. No tatúes las cenizas en tu boca. Querido gorrión, ¿bajo qué forma naciste? Y no me refiero al poema, no me refiero a la filosofía, ni al arte; sí al espacio y a la vida de todas las horas en las que no te tengo, en las que te espero (calle Caleruega, Atocha, Filología B), en las que leo, en las que Kureishi, en las que Tim Harford, en las que Vicente Luis Mora, en las que Tiempo: Me gusta la poesía/ porque sitúa un ser/ en el espacio/ Respeto la filosofía/ porque coloca un pensamiento/ en el desierto del sinsentido/ Adoro el arte/ porque hace del espacio/ un ser vivo/ Me gusta la vida/ porque enseña/ a morir/ con dignidad”.

17 septiembre 2009

Septiembre o Los primeros cubatas de la tarde.


Me aburro. Maldita Madriz. Atasco en Avenida de América. Llueve mucho. Los coches se vuelven locos con tanta gota –serán los conductores los que se vuelven locos, me corrige Eliana. En el mp3 suena Painted by numbers. Me aburro. Leo Circular y encuentro una cita de Barthes. La ciudad es un discurso. Dice VLM que dice Barthes. La ciudad es un discurso de violencia. La ciudad es un discurso mecánico. La ciudad es un eructo gris. Maldita Villa. Maldita Idiota. Subrayo el libro. La ciudad es un discurso de tedio.