31 mayo 2010

Papimami.


un traicionero silbar
desde el alféizar. Enamórate de ti misma,
me decían a mí; muere joven, a mi madre.
Natasha Trethwey

El sábado pasado compré Guardia nativa en la caseta de Bartleby Editores, por recomendación de un amigo bloguero. Me gusta Guardia nativa. Sí. Me gustan los poemas de Natasha dedicados a su madre muerta. Hace poco leí Desalojos de Miriam Reyes, la temática y la forma era muy parecida, pero también me parecieron textos hermosos. Cuando leo este tipo de libros me acuerdo de mi madre. Mi madre, que sigue viva, claro, pero la echo de menos igualmente y miro los álbumes de fotos que preparamos en Almería una semana antes de que me marchara para siempre. Mi madre murió una vez, o eso dice, cuando me recuerda que de muy pequeña yo deseaba su desaparición para que así papá y yo nos trasladáramos a una casa encantada en la que conocería a fantasmas como Cásper. No quiero Cáspers, pienso. No quiero casas encantadas. No quiero que nadie desaparezca.


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